El profesor jubilado que compró tres casas en Valladolid para meter sus miles y miles de libros
Desde hace seis décadas Javier Cabornero es asiduo de las librerías de lance. Ha conformado una ingente biblioteca, con un 60% de su fondo antiguo, expandida por tres inmuebles
Sucumbió a la perdición con apenas quince años, cuando aquel mozo segoviano que estudiaba en Salamanca comenzó a frecuentar la librería de los hermanos Centenera. ... Seis décadas después, Javier Cabornero vive para cuidar de una ingente biblioteca a la que ha tenido que buscar acomodo en tres casas en Valladolid. Como una enredadera de saberes ha ido trepando por guías tan dispares como la forja, la mesta, la farmacia o la creencia y la ciencia a la vez que engrosa su tronco original, la literatura. De unos, su encuadernación; de otros, la portada; de alguno, la creatividad del editor; de muchos, su contenido. Este profesor jubilado aprecia todo del libro. Del ex libris al lomo, de la separata al atlas, de la enciclopedia al cuento, no hay género ni formato que le sea ajeno.
«Quizá me gustan tanto porque en mi casa solo había la enciclopedia que fue pasando por los siete hermanos. Empecé a interesarme por los libros de lance en aquella librería de los Centenera que era un desastre», recuerda Javier. «Resultaban dos personajes que ponían carteles cuando cerraban del tipo 'aunque no lo crean estamos ordenando' o 'lo sentimos pero se ha ido la luz', aunque no la había». El libro como vehículo de cultura se acompaña en el caso de Cabornero con objetos relativos a ese campo de conocimiento. Por ejemplo, los libros de medicina, farmacia y veterinaria forran las paredes de la que fuera cocina de la casa y conviven con el instrumental de un laboratorio del XVIII usado hasta los sesenta. «El libro te trae objetos y estos necesitan de una bibliografía que te los explique».
Yes que para Cabornero la biblioteca es un ente vivo, abierto, donde los libros se relacionan entre sí. «Tú la comienzas con una intención, pero luego ella te lleva. Te va diciendo que está corta en fondos de esto o de aquello». El 60% de sus volúmenes son libros antiguos. «En estos fondos, el gesto de comprar es lo más sencillo. A partir de ahí viene el trabajo, limpiarlos, restaurarlos, a veces el papel o la encuadernación de piel. Les arrebato de la destrucción, les salvo del molino de papel.Demandan una dedicación en cuerpo y alma y se establece una relación familiar». En cuanto llega un nuevo lote, el bibliófilo evalúa su estado y hojea el contenido. Pasa tiempo hasta que los libros conquistan su trozo de estantería. No los ha leído todos, pero su potente memoria visual le permite reconocerlos.
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Sus fondos han servido para montar once exposiciones en torno al libro pedagógico, a la Generación del 98, la Edad de Plata, los libros de viaje o las matemáticas, entre otras. «La Generación del 27 está dividida entre dos casas y las primeras ediciones, en el piso». Cabornero ha ido tejiendo una red de proveedores ante los cuales se muestra poco fetichista. «No me impresiona mucho que el libro esté dedicado, por ejemplo». Entre las curiosidades halladas, una «tarja, el trocito de madera donde el panadero iba marcando lo que te llevabas cada día». Una pared luce la biblioteca compara a Virgilio Sevillano«que fue embajador de España en Jordania y estuvo muy interesado en arqueología». Por allí cerca, algunos miles de volúmenes dedicados al viaje, «son libros que lo tienen todo: mapas, fotos, dibujos, aventura, geografía, narración, descripción...». Casi 18.000 unidades conforman el fondo de libro pedagógico. Creencia y ciencia llenan un cuarto, parada en un libro de 1530 censurado por el inquisidor en 1640 liderando las aportaciones erasmistas. Ortega y los amigos de la 'Revista de Occidente' también publicaron libros europeos en su colección que Javier protege con una sábana plástica. La literatura popular está ampliamente representada y rodeada de la colección de forja y las escribanías.
Mañana, día del libro, no esperen ver a Javier en acto alguno. La biblioteca ocupa todo su tiempo y energía.
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