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Los tres libros recomendados de la semana. V. V.
Tres libros a la semana

'Malaventura', 'Un futuro anterior' y la reflexión sobre el servicio doméstico de 'Fámulas'

Las lecturas de esta semana transitan desde el western andaluz a un relato sobre las relaciones de pareja

Víctor Vela

Valladolid

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Viernes, 22 de abril 2022, 00:10

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Un western andaluz con aires de romancero, un pequeño ensayo con cinco testimonios sobre el servicio doméstico y la recreación de una historia de amor son las tres propuestas literarias de esta semana.

'Fámulas', Cristina Sánchez-Andrade, Anagrama

«Lo que no se dice no se olvida, sino que se convierte en herida» (15)

Cuenta la autora de este pequeño libro de testimonios que tuvo la idea de 'Fámulas' después de ver 'Las criadas', un montaje teatral, con el vallisoletano Jorge Calvo, de la obra de Jean Genet. El texto teatral explora, a partir de un caso real, la tortuosa relación entre dos hermanas criadas y su señora. Con una premisa de fondo: cómo las criadas existen como tales «a través de los ojos de la señora y, a la inversa, la señora solamente existe como ama a través de sus criadas» (14-15). ¿Cuáles son las relaciones de poder, sumisión, explotación, humillación, comprensión que se dan entre los empleados y los empleadores del hogar? ¿Hay simetría en las relaciones? ¿Cabe la posibilidad de quejarse, de reclamar derechos o un tratamiento digno cuando de por medio no hay papeles ni un contrato? Cristina Sánchez-Andrade hurga en estas preguntas no desde un ensayo al uso, sino otorgando voz a cinco mujeres (todas ellas inmigrantes) que narran en primera persona su experiencia. Lo hacen sin que medie intervención directa de la autora. Como si el testimonio hubiera sido volcado directamente de una grabadora al papel. No se ven (aunque se intuyen) las costuras de la entrevista. Parece todo el fluir de un testimonio. Esto hace que haya episodios con un pulso muy certero y otros que se diluyen en un magma confuso. El primer caso, el de la portuguesa Joaquima es un batiburrillo confuso que deja entrever la dureza y sordidez de su vida. No me ha enganchado. Sí que me atraen mucho más los que vienen después. Deybi Vanesa, de Honduras, cuenta cómo fue obligada a no salir de la casa que atendía durante la pandemia, cómo el cariño de sus propios hijos se diluye cuando solo los ves por videollamada, cómo se vio obligada muchas veces a bajar la cabeza y asumir las humillaciones sin protestar (incluso, la de los propios niños, hijos de los empleadores). Están los casos de empleadas en B, de familias que exigen incluso que la criada abandone sus vacaciones para que se ponga a su servicio, de mujeres que ponen «pruebas» para ver si la empleada es honrada. Un libro corto que da «voz cruda» a las empleadas del hogar para saber qué piensan de sus empleadores. «El problema es desde dónde se puede hablar» (23).

'Un futuro anterior', Mauro Libertella, Sexto piso

«Quizás, para un niño con padres escritores, los libros de sus mayores sean como fotos imposibles de su infancia, como postales que llegarán, en el futuro, desde el mundo lejano y perdido en el que crecieron. Un futuro anterior». (143)

Me quedaría a vivir en la primera de las tres partes (juventud, pareja, hijos) en la que está articulado este libro, que comienza con aires de novela y termina con aliento de memorias y autoficción. Desde un futuro que es hoy, Mauro comienza a escribir una suerte de 'Cómo conocí a vuestra madre', para que la hija del hoy sepa cómo se cruzaron las vidas de sus padres. Así, esa primera parte se sitúa en ese momento «de transición entre dos siglos, entre un mundo analógico y uno digital, entre el mundo de los trabajos estables y el de la precarización. Una interzona donde todo estaba mutando, aunque todavía no nos dábamos cuenta» (19). Mauro es un joven veinteañero, con pareja, pero que se enamora de la novia de un amigo de la cuadrilla. Las primeras páginas son una sucesión de fiestas, de quedadas, de encuentros furtivos, de juegos al despiste, de noches de juerga, de largas conversaciones con los amigos (sentados en el suelo, con un disco de fondo). Esta primera parte es una maravilla que habla sobre la gozosa y frágil juventud, sobre la solidez de las amistades, sobre las dudas del amor. Me gusta especialmente el capítulo que comienza en la p. 47, en el que el narrador apila un montón de 'meacuerdos' para contar ese momento en el que la relación con Leticia avanza, cómo recuerda las miradas robadas, las canciones compartidas en secreto. Él se desvela como un personaje inmerso «en la vacilación, tardo mucho en decidir, tengo miedo a equivocarme». (119). La paternidad, dice, enfatizó esos síntomas. Aquella primera parte de la juventud (previa a los grandes arraigos, 21, cuando «sales a la calle de noche y todos tienen tu edad», 125), se transforma poco a poco en una relación de pareja (segunda parte), que termina con el compromiso de los hijos (tercera parte). A medida que avanza el libro, esos recuerdos con aires de novela se transforman en escritos testimoniales que abandonan la frontera confusa con la ficción para convertirse en algo así como unos apuntes de paternidad. Estas últimas páginas me interesan menos, pero son vitales para comprender la estrategia narrativa de un libro que habla de ese «futuro anterior», de ese punto del hoy desde el que recordamos e intentamos dar sentido y narración y a lo que vivimos en el pasado.

'Malaventura', Fernando Navarro. Impedimenta

«Podría ser un demonio si existiera el infierno» (136)

Parecen historias orales. Esos relatos que fueron un día reales y se visten de ficción cuando se cuentan en las reuniones de amigos, en la charla de tasca y puro, en la mesa camilla o la larga sobremesa. Juega el autor con un lenguaje tan pensado, rebuscado y artificioso que suena sencillo y real. Revisa los relatos que componen 'Malaventura' y parecen compuestos para ser leídos en voz alta. Están llenos de coloquialismos (bujero, 17, revoloneao, 18, engueruñío 20), pero ninguno suena extraño. Es un lenguaje de frases cortas e imágenes poéticas para retratar un sur lleno de ventas, cortijos, tierras sin fin y montes llenos de bandoleros. Son relatos atemporales, que parecen remitir a la Andalucía de finales del siglo XIX, pero que te descolocan cuando ves aparecer una bolsa de deportes en un atraco o una alusión al Círculo de Lectores. Ese carácter inmortal de las leyendas juega a favor de un libro que cuenta la historia de un bandolero que roba el oro a un señorito de Sevilla y acaba muerto porque se dejó ver por una mujer. O ese hombre ahorcado que regresa para vengarse. O ese incendio de una escuela en el que solo sobreviven siete niños. Me gusta especialmente el arranque de 'Del mismito color del vino'. O 'De aquella campana triste', el relato sobre el abandono de un pueblo que va a quedar sumergido por un pantano y cómo sus habitantes se marchan para buscar un prosperidad que nunca termina de llegar porque la cama de la nueva casa sigue chirriando. Porque los protagonistas de estos relatos son perdedores, desterrados, personas atravesadas por las desigualdades y las violencias, que tratan de salir adelante en un entorno inhóspito. Por estas páginas desfilan asesinos a sueldo, quinquis, mujeres señaladas. Hay aires de western en este 'neorromancero' de espacios fantasmales, oníricos, polvorientos.

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