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Xavier Pérez Casares busca los macillos de las cuerdas sobre las que va a trabajar. José Castillo
Discretos indispensables

El arquitecto del sonido pianístico

Xavier Pérez Casares dejó la arquitectura para dedicarse a la música. Alumno de Silvano Coello, afina los pianos del autidorio Miguel Delibes

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 10 de diciembre 2021, 19:53

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U na reunión de comunidad de vecinos le resultó reveladora. No quería seguir dedicando tanto esfuerzo y tantos cálculos a algo que luego era despreciado por legos en la materia sin más argumento que el empecinamiento y sin otro resultado que el de la insatisfacción general. Así que el arquitecto Xavier Pérez Casares decidió dejar el sector. «Quería dedicarme a la música, a algo que entretuviera al público y que fuera positivo», dice este vallisoletano que aparcó a falta de un año el grado medio de piano.

Volvió a la banqueta delante del teclado diez horas al día para pasar el examen de acceso. Todo pianista tiene una pareja tácita, el afinador. El que visitaba la casa de Xavier cada dos o tres años era Silvano Coello, responsable de los pianos del Centro Cultural Miguel Delibes. «Me sugirió considerar la afinación como profesión y me dijo que él necesitaba ayuda». Terminó el grado de piano a la vez que se asomaba a una profesión que ni siquiera tiene sitio en las listas del Ministerio de Trabajo, vieja reclamación de la ASETAP (Asociación Española de Técnicos y Afinadores de Piano). «Europiano, la asociación europea, está intentando ayudar a que la profesión será reconocida por el Estado».

Tampoco hay formación en España. El camino pasaba por Alemania. «Me defiendo bien en inglés pero la docencia era en alemán, así que empecé a estudiar la lengua». Destino: la Oscar Walcker Schule, en Ludwigsburg. «Es una formación dual, seis bloques teóricos intercalados con prácticas en empresa, taller o fábrica. La organización es muy buena, todo está relacionado. Nada que ver con mi experiencia en la Escuela de Arquitectura donde a veces unos departamentos estaban peleados con otros. Tenemos la idea del alemán cuadriculado, pero es que así funcionan bien. La burocracia es complicada, sin embargo, luego en persona, todos son amables y están para ayudarte».

El taller le entusiasmó, el trabajo manual, también. «Allí se construyen pianos, claves, órganos e instrumentos de viento. Un órgano implica conocimientos de ebanistería, de música, está relacionado con la arquitectura». Terminó sus estudios y volvió con su primer maestro, Silvano. La pasada edición del Concurso Internacional Frechilla-Zuloaga fue su prueba de fuego. Allí estaba, junto al jurado, escuchando a los concursantes. «Los primeros minutos tienes el alma en vilo, a ver cómo suena, si todo va bien, luego te relajas». Entre cada concursante, el afinador salía a ajustar. Hay cinco pianos de concierto, 'steinways' majestuosos que demandan «afinación, regulación y otros trabajos. Los pianos, como los coches, necesitan revisión cada cierto tiempo. Los cambios de temperatura y humedad les afectan. Pueden estar bien afinados pero si están mal regulados no suenan. Luego está la armonización, se consigue distinto color del sonido del instrumento». Pero no solo de 'steinways' vive el auditorio Miguel Delibes, Casares debe cuidar de otros 120 pianos de todo el edificio por eso anhela que la otra alumna de Silvano se incorpore pronto.

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