Borrar
El arquitecto Juan Herreros durante su intervención en el foro CM Málaga 21. Ñito Salas
Juan Herreros: «No hay hiperinflación de museos»

Juan Herreros: «No hay hiperinflación de museos»

Inaugura en octubre el Museo Munch de Oslo, un modelo de sostenibilidad que el arquitecto español defendió en el foro CM Málaga / «Se ha superado la época de museos espectáculo con arquitectura de postal»

Miguel Lorenci

Málaga

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 22 de junio 2021, 18:05

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

«Los museos no son edificios aislados, nos explican para qué nos sirve el arte y de dónde venimos». Lo dice Juan Herreros (San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 63 años), arquitecto consagrado, catedrático, docente en Columbia y Princeton, y figura estelar del foro CM Málaga, organizado por SUR y Vocento y donde defendió las singularidades del Museo Munch que inaugura el 22 de octubre en Oslo. Con 60 metros de altura y 26.000 metros cuadrados, dedica a la exposición menos de la mitad. Alejado de la arquitectura espectáculo, define la sostenibilidad en todas sus acepciones.

–¿Los museos son cada vez menos contenedores de arte?

–Sí. Se están enriqueciendo. No dejarán de ser depósitos de grandes colecciones, pero el valor de albergarlas no es suficiente. Sus programas crecen y son más relevantes en los planes de unas instituciones culturales, extraordinarias en muchas ocasiones, a las que hay que dotar de mecanismos de interacción con la vida de las personas. Y eso exige que tengan muchas actividades y líneas de trabajo. Que sean productores y difusores de conocimiento e información.

–¿Museos híbridos, digitalizados, capaces de investigar, formar, entretener y conservar?

–Sí. Es una muy buena definición de lo que deben ser hoy. Que formen parte de la vida de las personas es crucial para entender su nuevo papel, que no está tan asociado al turismo, a la visita esporádica o al viaje exótico, y sí a la relación que el ciudadano pueda establecer con él.

–¿Está superada esa tendencia de arquitectura espectáculo en grandes museos?

–Esos monstruos existen, pero por fortuna no son tantos. Se han seguido haciendo muchos museos por arquitectos cabales y con programas bastante medidos. Pero el poder mediático de esas pocas piezas tan espectaculares ha sido exagerado. Se ha instalado hoy una conciencia mucho más serena de las cosas que son valiosas, y sobre lo que la arquitectura puede aportar. Antes se entendía que ofrecía una tarjeta postal o un reclamo, y hoy la percepción ha cambiado. La arquitectura es igualmente valiosa, pero más adaptada a las inquietudes sociales y políticas del momento.

–¿Tenemos más museos de los necesarios? ¿Hay hiperinflación?

–No. Hay ecuaciones sobre costes de mantenimiento y capacidad de producción cultural que pueden llevar a esa conclusión. Pero creo que la cantidad de museos es un exponente muy positivo de la importancia que para todo el mundo tiene entenderse a sí mismo y colectivamente. Los museos son siempre bienvenidos, desde luego con cierta calidad y lógica constructiva.

El Museo Munch ¿está en las antípodas de la arquitectura espectáculo?

–Querría que no se notara. Que fuera como un accidente geográfico más, a pesar de ser un edificio alto, perceptible y con una nítida presencia urbana. No lo puedo negar, es vertical, muy visible y juega claramente a la aparición en el 'skyline' de Oslo como una singularidad. Pero se pliega a las necesidades de los usuarios y del arte. La neutralidad de las salas el absoluta. En el edificio solo habrá dos protagonistas: las obras de Munch y los cuerpos de quienes lo visitan.

–¿Le habría gustado a Munch la nueva casa de 'El grito'?

–Creo que sí. Todas las manifestaciones culturales, escénicas, musicales, teatrales, literaria, fílmicas... van a confluir en un museo con su obra. Vería como su arte puede dialogar con otras prácticas creativas con toda solvencia cien años después. Es tan vanguardista como para medirse con el afán vanguardista de Munch, que era una persona complicada, pero que no negaba el talento ajeno. Le encantaría ver que su obra ha generado semejante torbellino de creatividad a su alrededor.

–¿Está superada la polémica inicial que generó el proyecto haca ya once años?

–Sí. Los cuatro primeros años el edificio era de Juan Herreros. Los cuatro segundos no se sabía de quién, y finalmente es de la gente de Oslo. Por fortuna, yo he desaparecido de los medios y la ciudadanía ha hecho suyo edificio.

–¿Por qué trabaja más fuera de España que dentro?

–Los grandes proyectos de arquitectura singular son más fáciles de lograr fuera para los estudios españoles. Aquí no hay tantas oportunidades y hay cierta tendencia, por qué no decirlo, a que esos edificios simbólicos, en especial los museos, los hagan arquitectos falsamente llamados internacionales, extranjeros, porque nosotros también somos internacionales. Para un arquitecto español es mas fácil hoy ganar un proyecto de una gran infraestructura, y no solo de museos, fuera de España que dentro.

–¿Vivimos una edad de oro de la arquitectura española?

–Dentro de sus limitaciones, la arquitectura española habita en todos los grandes frentes de discusión de los grandes temas y está en los grandes centros de producción de conocimiento arquitectónico, sean universidades, instituciones culturales o edificios singulares. Allí donde se produce algo nuevo, hay arquitectos españoles. Nuestro trabajo es muy conocido y apreciado.

–¿Su proyecto más enjundioso en este momento?

–La estación de alta elocidad de Santiago de Compostela, la primera que construimos. Se ha inaugurado la primera fase, pero nos queda el gran edificio de viajeros. Técnica y funcionalmente es muy compleja, y queremos darle, como al Museo Munch y a todo lo que hacemos, una dimensión social, sostenible que hace que las cosas sean más complicadas.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios