'Licorice pizza': especial e insólita

¿Una mirada optimista al pasado, en 1973, en el Valle de San Fernando? Una mirada global, colectiva, de jóvenes y adultos, llena de sorpresas, de grietas y comandada por una pareja, ella 25 años, el 15. La diferencia de edades es clave para una historia de compañerismo y amor, en esa sociedad que contemplamos de día y de noche en esos trávelings laterales que la cámara recorre. Rodada analógicamente con una pátina de cine antiguo, la sucesión de anécdotas no es nostálgica ni feliz. Es especial, insólita, sobre todo si atendemos a la total filmografía de este director diferente.

Jóvenes y adultos. La secuencia con Sean Penn en su automóvil o del Alcalde y la chica que trabaja para un político progresista, más la presencia Tom Waits, crean una variedad y el film se transforma en un microcosmos en el que lo bueno y lo malo se entremezclan. Participan en el film, además de los actores profesionales, parientes y amigos del realizador que encuentra en el Valle de San Fernando su hábitat, en el que se permite la reflexión y esta historia de la pareja, esa pareja disímil que correrá y correrá hasta encontrarse en un beso final, pero que deja abierta la historia. Los veinticinco y los quince años no son una barrera. Él es más firme y protector que la muchacha.

Alana Haim y Cooper Hoffman realizan un magnífico trabajo, traspasan la pantalla lo que no es fácil. Llenan de matices, de fuerza y a la vez de fragilidad a sus personajes y hacen natural su historia personal integrada en la visión colectiva. Era la Norteamérica de antaño, lejos del paraíso, pero también lejos de la división y el odio de hoy. Anderson, desde un desequilibrio ostensible, a veces consigue superarlo y ofrecernos un retrato colorista en el que el día y la noche parecen dos realidades distintas. Dos actores para el futuro como mayor riqueza de este experimento de contenido y técnica.

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