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Aitana Sánchez Gijón posa en un parque de Madrid después de la entrevista. Óscar Chamorro
Aitana Sánchez Gijón: «Siento que antes me podía expresar de manera más libre que ahora»

Aitana Sánchez Gijón: «Siento que antes me podía expresar de manera más libre que ahora»

La actriz triunfa con 'Juana', donde interpreta y danza y experimenta libre con su cuerpo. Militante de las libertades y de la búsqueda de una sociedad más justa, no duda en asegurar que trabajaría con Woody Allen o Polanski porque no le gustan «los linchamientos públicos»

ANTONIO ARCO

Domingo, 8 de marzo 2020, 00:37

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Ese desnudo suyo de cuerpo y alma, que parecía mostrar, todo a la vez, la blancura bellísima de la nieve recién nacida y el fuego voraz de los corazones por primera vez enamorados, dejó deslumbrados a los hombres y mujeres que vieron 'El hombre deshabitado', de Rafael Alberti. Fue el comienzo, ya lejano, de una relación de amor, tanto con el teatro como con el cine y la televisión, hilada durante años a base de profesionalidad y encantamiento. Desde hace un tiempo, Aitana Sánchez-Gijón, nacida en Roma en 1968, lleva encarnando a personajes que le están proporcionando un enorme éxito: Medea, Nora..., y ahora las cinco mujeres a las que da vida en 'Juana', el espectáculo dirigido por Chevi Muraday en el que se atreve también con la danza contemporánea.

– ¿Sería tan amable de recitarme la nana que Rafael Alberti le escribió cuando usted cumplió un año?

– (Risas) Pues... sí: «Aitana, estrella naciente hispano-italiana, / nuestro triste hoy será luz mañana. / Aitana, luz de mañana, / duerme Aitana hoy, despierta mañana». Le tengo mucho cariño a estos versos, que leo todos los días porque los incluyó en uno de esos dibujos maravillosos que él pintaba y que tengo colgado en mi casa. Fíjese si tengo presente a Rafael en mi vida, ¡cada día soy consciente de que una vez tuve un año! (Más risas) Y más cosas que ese poema me hace tener presentes, de las que me siento orgullosa.

– ¿Qué se le pasa por la cabeza?

– Metida hasta las trancas como estoy con 'Juana', de la que tenemos funciones hasta junio, me entra el vértigo solo de pensar qué habrá después de este proyecto que me vuelva a llenar tanto, que suponga un reto mayor todavía. Si los retos teatrales asumidos en estos últimos años me han puesto al límite, me han llevado al borde del abismo, con 'Juana' he dado ya el triple salto mortal. Tanto es así que he decidido que me voy a quedar un año en barbecho teatral.

– ¿Por qué triple salto mortal?

– En 'Juana' pongo en riesgo todo mi cuerpo. Jamás había bailado de un modo profesional, ni nada parecido. Me he tirado al vacío (ríe), y de momento he salido ilesa. Mi cuerpo me ha llevado más lejos de lo que yo pensaba que sería posible, y me ha enseñado su enorme potencial como medio de expresión inmediato. He descubierto el mundo de la danza y me he dado cuenta de que están todos hechos polvo, todos hechos mierda. Yo también, ¡eh!, mi cuerpo es un grito después de cada representación, y me levanto al día siguiente llena de dolor desde la coronilla hasta el dedo meñique del pie. Estoy conviviendo con mi cuerpo en un estado de muchísima disciplina y de un gran respeto hacia él. Me mantengo bien entrenada para no lesionarme, para que me siga sosteniendo y permitiendo seguir disfrutando tantísimo de lo que estoy haciendo. Tengo en cuenta que soy una persona con una edad determinada que, como le decía, ha empezado ahora a bailar de un modo profesional. Hemos hecho un pacto: 'Tú me vas a permitir que yo haga esto, y yo te voy a cuidar y te voy a respetar'.

– ¿Físicamente cómo se siente?

– Muy fuerte y resistente, he sido capaz de ir más allá de mi propio límite. Desde hace ya unos años, la mayoría de las entrevistas que me hacen pasan por el tema de la edad, algo que creo que no ocurre con los hombres. Me encanta poder decir que, cuando se supone que yo debería estar ya un poco de retirada, o viviendo de las rentas de una trayectoria determinada o yo qué sé, pues no, ahora me pongo a hacer cosas que no había hecho ni a los 20 años; y resulta que mi cuerpo y mi cabeza responden. Y sobre todo, resulta que yo le pongo la misma pasión o más que cuando era joven. Ahora me arriesgo más que nunca, soy más capaz de arriesgarme y tengo menos miedo a tropezar, y al ridículo y a que no salgan bien las cosas, que cuando era más joven. Hago las cosas solo porque necesito hacerlas, no hago ningún otro cálculo. Y como soy honesta con esa necesidad, y me entrego a tumba abierta, si luego el resultado no es el que la gente espera, o el que yo misma pudiera esperar, pues bueno, por lo menos lo habré intentado.

– No quiere perderse nada.

– ¡No! Ya me pasaba de niña: me gustaba mucho estudiar, jugar con mi pandilla, ir a clases de teatro, practicar balonmano, baloncesto, voleibol...; formaba parte de todos los equipos. Lo he hecho todo, no me he perdido nada, ni en mi niñez, ni en mi adolescencia: he tenido amores, desamores, he sufrido por amor locamente, locamente (ríe). Me dejaban, me volvían a coger, me dejaban por una amiga, luego dejaban a la amiga...; todas esas cosas de la adolescencia.

– ¿Y aprendió por fin a tener mejor ojo?

– Tardé mucho, lo reconozco. He aprendido a estar en una historia de amor, de pareja, de una manera sana y equilibrada, después de muchos batacazos y de verme muy sometida a muchas situaciones feas, desagradables, situaciones en las que llegué a sentirme como un trapo. Pero sí, aprendí bien la lección, y el hecho es que llevo 21 años con mi pareja (Papin Lucadamo). Somos un equipo que hemos aprendido por el camino a respetarnos mucho y a acompañarnos bien. Evidentemente, siempre hay que seguir remando, pero ya somos una familia, con nuestros dos hijos, muy sólida.

Los afectos y el escalafón

– ¿Cómo es su relación con ellos, con Bruna y Teo?

– ¡Mis hijos no me pasan ni una! (Risas). Cuando interpretaba 'Medea', les dio por decirme: '¡Mamá, no te pongas estupenda que tú no eres Medea, ¡eh!, no te equivoques!'. Se burlan de mí, desdramatizan con mucha gracia y le quitan hierro a todo lo que no tiene verdadera importancia. Los amo, los amo muchísimo, pero además de madre soy otras muchas cosas; para mí es tan importante ser madre como dedicarme a mi profesión. Intento ser una buena pareja, una buena amiga, una buena hija, para mí no hay un escalafón en el mundo de los afectos y de mis necesidades personales. Ser madre no está por encima de todo, está al mismo nivel que otras cosas importantes. Tengo la suerte de sentirme un ser completo, y creo que hemos acertado mi marido y yo educándoles para que sean libres y vuelen. Quiero que me necesiten cada vez menos, y que el amor que nos tengamos no sea desde la necesidad, sino desde la libertad.

– ¿Por cuál de las Juanas de su nuevo espectáculo –Papisa Juana, Juana de Arco, Juana la Loca, Sor Juana Inés de la Cruz y Juana Doña– siente mayor predilección?

– Para mí es como si fuesen la misma mujer, en el sentido de que todas se atreven a derribar muros, a desafiar el orden establecido con el único afán de ser ellas mismas, algo por lo que fueron duramente castigadas. Pero, quizás, la que más me conmueve, porque es la más cercana y porque por mi historia personal me concierne, es Juana Doña (dirigente comunista, feminista, sindicalista y escritora). He leído sobre su historia y la de todas las mujeres que vivieron unas situaciones tremendas y que estuvieron encarceladas durante el franquismo; aquellas cárceles franquistas, aquella saña, aquella voluntad de aniquilación que hubo en este país... Su historia entronca con la de mi padre, luchador antifranquista, y eso me emociona especialmente. Yo nací en Roma durante el exilio de mis padres. Me he criado en una familia en la que el compromiso político ha sido muy importante. Mi padre padeció la dictadura, estuvo en la cárcel y se comprometió en un momento en el que realmente te la jugabas muy en serio. Y yo siento, como un deber moral, que tengo que comprometerme con el tiempo que a mí me ha tocado vivir.

– ¿Qué piensa cuando escucha a Javier Ortega Smith decir que las 13 rosas «violaban y torturaban en las checas de Madrid»?

– Están ocurriendo cosas ahora que realmente te ponen los pelos de punta; me dan ganas de llorar, de gritar, me parece aberrante que se manche la memoria de esas niñas, cuyo único pecado fue ser jóvenes y defender unos valores democráticos y a la República, al Gobierno legítimo frente a los que dieron un golpe de Estado. Tan grave es eso como que quiten unos versos de Miguel Hernández de un memorial (en La Almudena) por los caídos. Si pudieran, ¿qué harían con la memoria de García Lorca? Realmente, ¿estamos ahora en este punto en el que la derecha se está atreviendo a hacer cosas así, con un poeta universal como Miguel Hernández? ¿Qué le puede molestar a la derecha de él?

– ¿Se ha planteado dejar de opinar de política para evitar problemas?

– A veces se te quitan las ganas de hacerlo, porque te atacan por todos lados. Siento que antes me podía expresar de una manera más libre que ahora; y, como eso me parece tremendo, me dan más ganas todavía de decir lo que pienso. Si me preguntan, contesto. No quiero sentar cátedra, ni hacer bandera de nada, solo ejercer mi derecho a dar mi opinión. No represento a nadie, solo a mi misma con todas mis contradicciones. Y siempre intento respetar, no caer en la confrontación permanente, ni en la agresividad, ni en la ira. Digo lo que pienso, soy de izquierdas y salgo a la calle a defender las cosas en las que creo, pero no quiero volverme un ser agresivo, iracundo, no quiero caer en eso. Además, la realidad es que en mi vida cotidiana yo me relaciono con todo tipo de gente, de toda clase y condición, y me llevo bien con vecinos y compañeros que no piensan como yo. Siento que en nuestro día a día los ciudadanos somos mucho más civilizados que los que nos representa, a veces.

Contra «las lapidaciones»

– ¿Trabajaría usted con Woody Allen y Roman Polanski?

– Sí. Creo que son dos grandes directores y voy siempre a ver sus películas. Es un tema complejo, lo sé. Por un lado, creo que es la Justicia la que debe condenar a quien ha cometido algún delito; los linchamientos públicos no me gustan, son peligrosos. Por otro, estoy junto a esas mujeres que, por fin, se atreven a denunciar los abusos que han sufrido, algo muy necesario para conseguir que se acabe la impunidad que ha amparado tantos abusos de poder de todo tipo. Pero ya le digo, nunca me han gustado las lapidaciones y prefiero que sea la Justicia la que hable y actúe. Pienso en Plácido Domingo, por ejemplo, una de las voces más privilegiadas de la Historia. ¿No puede volver a cantar jamás en público? No sé... me parece ir ya demasiado lejos.

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