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Javier Cacho, en la presentación de uno de sus libros. MANUEL LAYA
Javier Cacho: «La Antártida nos enseña a entender el milagro de la vida»

Javier Cacho: «La Antártida nos enseña a entender el milagro de la vida»

Divulgador y uno de los grandes conocedores de la Antártida, visita mañana el Aula de Cultura de El Norte

FERNANDO CONDE

Valladolid

Lunes, 28 de enero 2019, 09:02

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Amundsen, Scott, O'Brady, Ousland, Arnesen... No, no es la alineación de un equipo de fútbol, sino parte de la nómina de quienes lograron pisar alguna vez el Polo Sur. Javier Cacho, (Madrid, 1952), lleva años tras los pasos de aquellos primeros exploradores, de sus historias, de sus hazañas, de su muerte. Sus libros sobre la Antártida ('Amundsen-Scott: duelo en la Antártida', 'Shackleton, el indomable', 'Nansen, maestro de la exploración polar' o 'Yo, el Fram', entre otros títulos) han sido un éxito de crítica y lectores, que lo han convertido en uno de los mayores especialistas sobre el polar asunto. Será el protagonista de la primera sesión del Aula de Cultura en 2019. La cita, con el patrocinio de Obra Social laCaixa, será mañana, a partir de las 20 h., en el Museo de la Ciencia.

Aula de Cultura

  • El invitado: Javier Cacho

  • Tema: 'Los misterios de la Antártida'

  • Día y lugar: Martes, 29 de enero, a las 20:30 horas en el Museo de la Ciencia.

–Empezó con el ozono y acabó en la Antártida. Lo suyo ha sido un ir del cielo al hielo, literalmente.

–Efectivamente, así ha sido. Desde mis tiempos universitarios me interesó el ozono, un compuesto minoritario que nos protege de la mortífera radiación ultravioleta. Aquello fue como un amor a primera vista. En 1985 se descubrió el famoso agujero sobre la Antártida y tuve la suerte de sumarme a la Primera Expedición Científica Española. A partir de ahí nuestras vidas han ido en paralelo y la he visitado en tres ocasiones, como jefe de la base científica Juan Carlos I. Ahora, ya jubilado, me dedico a escribir libros sobre ella, historias de coraje y determinación que son un ejemplo para todos y, especialmente, para nuestra juventud.

–¿Qué impulsa a emprender un viaje que puede costarle a uno la vida?

–Son viajes peligrosos, sin duda. Allí no tenemos 112. Pero lo que nos impulsa a emprenderlos es la importancia del trabajo científico que realizamos. Aquel es un lugar al límite y su estudio nos ayuda a entender mejor el milagro de la vida. En mi caso, porque cabía la posibilidad de que el agujero de ozono se extendiera y terminara con la vida en la Tierra. Creo que es un motivo más que suficiente para asumir cualquier peligro personal.

–Da la impresión de que en las últimas décadas el reto personal ha superado el interés científico en este tipo de expediciones.

–No es exactamente así. Es cierto que estamos asistiendo a una competición por batir récords, no importa de qué, lo único que vale es afirmar que se 'ha sido el primero' en algo: el primero en llegar al Polo Sur en bicicleta, en triciclo, el primero en tractor (la primera, dado que fue una holandesa)... Es una pelea por el récord, por aparecer en la prensa como alguien que ha hecho algo único y, de paso, recibir el beneficio económico de los patrocinadores. Un reto personal es algo diferente, es la lucha contra las propias limitaciones y miedos. El reto personal no debe ser cacareado a los cuatro vientos. Forma parte de la propia intimidad. En cuanto al interés científico de las expediciones, creo que la ciencia nunca se ha sabido 'vender' bien en sociedad. A mí me da pena. La investigación antártica, por su alta dosis de aventura y de reto personal, podría cambiar la opinión que nuestra sociedad, y en particular los jóvenes, tienen de la ciencia y los científicos. Para los jóvenes podría convertirse en un modelo a seguir, y no futbolistas y cantantes, con todo mi respeto hacia ellos. Sé que hemos mejorado mucho en la comunicación social de la ciencia, pero todavía queda camino por andar.

–¿Por qué los grandes exploradores polares de principios del siglo XX –y aún ahora– fueron noruegos y no suecos o finlandeses?

Noruegos, suecos y finlandeses pertenecen a la misma región geográfica, pero son muy diferentes. La geografía de sus países (Noruega es montañosa, Suecia sólo tiene suaves colinas y Finlandia es completamente plana) configura sus distintas formas de ser. A comienzos del siglo XX, los noruegos ya eran esquiadores, lo que resultaba fundamental en aquellas exploraciones. Y el esquí era patrimonio exclusivo suyo. Sólo esquiaban ellos. Además los noruegos, como pueblo, tienen –y llevan a gala– su tesón. Es una especie de orgullo nacional y personal que les impulsa a resolver las cosas por sus medios.

–Resulta curioso que, en el asunto de la Antártida, sea quizá más conocido el británico Scott, que llegó tarde, que el noruego Amundsen, que fue quien conquistó el Polo Sur.

–No sólo resulta curioso, sino que es el primer caso en la historia en el que se recuerda al que llegó segundo. Primero fue Amundsen y un mes después Scott, pero como usted dice, los dos han recibido la misma fama, incluso puede que en algún momento el británico un poco más. Esto se debe a dos factores, que detallo en el libro que escribí sobre la carrera al Polo Sur, y que ya va por la sexta edición.

El primero está relacionado con la dureza del desafío y con el escaso margen de tiempo que separa la gesta de uno y otro. El segundo es la muerte de Scott. Si los británicos hubieran regresado con vida, tal vez nadie recordase a los perdedores. Pero murieron. Y no sólo eso, sino que Scott, en su lecho de muerte, fue capaz de escribir unas cartas de una perfección literaria y de una belleza inusual para alguien que se está muriendo de frío, de hambre y de sed. Estas cartas acrecentaron su fama en Gran Bretaña y en el mundo. A esto hay que añadir la tradicional habilidad inglesa para vender sus logros, y a sus héroes. En mi opinión, que la base científica instalada en 1956 lleve el nombre de Amundsen-Scott es un reconocimiento bien merecido.

–¿Volverá a la Antártida?

No lo sé. Si una cosa me ha enseñado la vida, es que el futuro no está en nuestras manos. 'Me gustaría' volver a la Antártida, y trataré de hacerlo. Y, a ser posible pronto, dado que ya van pasando y pesando los años.

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