Aula de Cultura de El Norte
Fermín Bocos abre el apetito viajero con treinta aventureros clásicosEl escritor presentó su libro 'Cuando viajar era descubrir'
El Aula de Cultura de El Norte volvió al Círculo de Recreo para inaugurar un nuevo curso con la colaboración de Fundación Caja Rural de Zamora y el patrocinio de la Fundación Vocento. Fermín Bocos fue el segundo participante de la temporada y presentó, interpelado por Carlos Aganzo, su libro 'Cuando viajar era descubrir' (Sotavento). El periodista cántabro ha reunido una treintena de viajes con célebres protagonistas de finales del XIX y comienzos del siglo XX.
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Eran tiempos de grandes gestas, de epopeyas por los medios y la incertidumbre, contrapuestos al turismo actual que, según el propio Bocos, adolece a menudo del narcisismo del selfi, esas fotos que constatan que «yo estuve allí», en las que el importante es el turista no el lugar. «Son estos treinta viajeros que o bien hicieron del viaje su razón de vida o les movió el afán de descubrir», contó el también periodista. Ejemplo del primero Gertrude Bell o Mary Kingsley que se adentraron en el corazón de África. «Mary viajaba en canoa por el río y con su sombrilla logró apartar a una manada de hipopótamos. Se enfrentaban a enfermedades, mosquitos, reptiles. Mary terminó por luchar contra una superstición loca, la que mandaba matar a uno de los gemelos albinos porque era fruto de la coyunda de su madre con el diablo. A día de hoy hay una ong que se dedica a eso», aclaró Bocos.
Para el también viajero periodista el buen viaje comienza cuando decide el lugar a visitar y compra libros relacionados con el sitio. «En el transcurso del viaje hablará con los que se encuentra pero sobre todo escuchará». Hoy lugares como el mausoleo del Taj Majal en Agra o el Louvre en París –antes del robo también– son lugares populosos y ruidosos.
«Hay quien viaja con una misión, el caso de Henry Morton Stanley, John Rowlands, en realidad. Todos ustedes recuerdan aquello de 'doctor Livingstone, supongo'. Pues bien, John era un periodista que estaba en España para contar la caída de Isabel II cuando su editor le llamó a París. Allí le dio 1.000 libras para que fuera a contar lo que ocurría en Egipto y Crimea y después siguiera su instinto para buscar a Livingstone. Y lo encontró», relató el autor de 'Zeus y familia'.
Otra de sus debilidades es Grecia, a la que también llegó Patrick Leigh Fermor, y Ulises, el cicerone por el que llegó a Ítaca, una isla mucho más pequeña que su leyenda. Y siguiendo el rastro griego, Troya y su descubridor, Heinrich Schliemann, un alemán que se hizo rico comerciando entre Amsterdam y San Petersburgo y luego en Estados Unidos.
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A Bocos le fascina la capacidad para aprender idiomas de los viajeros decimonónicos, con Richard Burton a la cabeza (casi 30). Schliemann también fue prolijo y buscó esposa que le recitara de memoria la Iliada y la Odisea. Con Sofía excavó Troya, con ella descubrió en Micenas la máscara de Agamenón.
Fermín Bocos fue tejiendo las historias de los aventureros y encandilando a los asistentes tras las huellas de Darwin, Humbolt, Marco Polo... Sus vidas y los cuentos de viajeros como Gulliver o Simbad están también en el origen de la literatura, del entretener viviendo a través de otros aventuras nunca imaginadas. Por eso el escritor defendió los libros como germen del viaje, como manera de vivir otras vidas y asomarse a otros mundos.
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