Comunión de palabras y de música
Antonio Colinas y Germán Díaz entrelazan poemas y melodías en el recital celebrado en el Aula de Cultura en el Teatro Zorrilla
Victoria M. Niño
Viernes, 22 de mayo 2015, 12:30
Unieron el Mediterráneo y el Cantábrico, el tiempo romano y el medieval, los cielos azules y las nubes escrutadas por científicos del alma. El poeta Antonio Colinas y el músico Germán Díaz alternaron sus artes para acabar fundiéndolas sobre el escenario del TeatroZorrilla, en una nueva sesión del Aula de Cultura de El Norte de Castilla.
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El escritor leonés está de aniversario, se cumplen 40 años de la publicación de Sepulcro de Tarquinia, el libro que determinaría vida y obra posterior, medio centenar de amigos lo han celebrado con poemas en el libro Bajo las raíces. Ayer Colinas lo compartió con el público vallisoletano, agradeciendo su presencia y el homenaje que le rendía el último número del suplemento La Sombra del Ciprés. Para quien considera que hay que «airear la poesía, decirla en voz alta» fue ocasión de repaso y anticipo, antología y estreno. Por su parte, Germán vino con su zanfona y, como un mago, lució en su mesa auxiliar las hojas perforadas de su caja de música y una armónica con manivela.
Colinas comenzó un recitar litúrgico de las «palabras que nos salvan» acompañado por la música de Díaz, para después alternarse. La zanfona, bordón continuo desde el medievo, lo fue durante un poema para luego mostrar la categoría melódica y solista que alcanza en la manos de este vallisoletano que vive en Galicia. El poeta de La Bañeza recordó sus raíces con los poemas Las plegarías del que regresa y Los últimos veranos para viajar en el tiempo a sus años italianos.
Ecos armenios
Piedra, mujer, chopo, son vocablos que se repiten en su poesía, pero entonces Boticelli o Casanova daban pie a poemas narrativos, casi novelescos. Imaginó un final placentero como bibliotecario en Bohemia para quien arruinó tantos matrimonios y termina por confesar que «sueño con los serrallos azules de Estambul». Y allí llevó Germán al respetable, con su tañer laborioso sobre teclas que hacen sonar la música y su mecanismo. ADíaz le chifla la música mecánica y la mecánica de la música. Colinas volvió a Tarquinia antes de acercase a Teresa de Ávila, a quien ha dedicado unos poemas recientemente por el V centenario de su nacimiento recogidos en Nieve en claro cristal.
De la mística a la realidad de telediarios y periódicos, Colinas escribió La madre de todas las fosas pensando en la emigración clandestina en la frontera de México y EE UU, pero tristemente es extrapolable a muchos sitios del mundo. «En el poema expongo mi tesis, que no es otra que para que el ser humano sea equilibrado debe estar cerca de sus raíces y que lo que hay que hacer es llevar la ayuda y el bienestar a sus lugares». Germán hizo sonar una música de ecos armenios y sacó de su mesa mágica otro instrumento, una armónica con manivela, como buen especialista en encontrar la polifonía de la sencillez.
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