Joan Miró hermana sus esculturas en yeso con las copias de arte clásico de la Casa del Sol de Valladolid
Hasta el 15 de marzo de 2020 se puede visitar la exposición, a la que acompañará un programa de talleres, cine, conciertos y visitas guiadas
Estatuas de faunos, centauros, bustos, desnudos y deidades griegas y romanas conviven a unos pocos centímetros de distancia de las figuras surrealistas de Joan Miró (1893-1983), en una Casa del Sol convertida en espacio de cotejo estético a partir de las creaciones en yeso, empleadas como preludio de futuras esculturas forjadas en otros materiales.
Transgresión de formas frente al canon de la perfección y conexión entre milenios siguiendo el hilo del arte son las sensaciones que desprende 'Miró. La musa blanca'. En torno a piezas de la colección de reproducciones clásicas de la Casa del Sol se han dispuesto treinta obras modeladas en escayola por el artista catalán y una en bronce, procedentes de la Sucessió Miró de Palma de Mallorca y la Fundación Mas Miró, en Montroig del Camp (Tarragona). Se trata de escayolas que han permanecido casi invisibles para el público debido al desdén con que tradicionalmente se ha visto este material en el mundo del arte.
Apreciado universalmente por su pintura, no fue hasta su madurez, hacia finales de la II Guerra Mundial, cuando Miró empezó a practicar la escultura, después de una época en la que abandonó el París de la ocupación nazi para retirarse a la masía familiar de Montroig. Fue entonces cuando empezó a considerar la pintura como «un arte en decadencia» y se vuelca en la escultura mostrándose mucho más atrevido que con el pincel, moldeando y trazando incisiones.
Procedentes de su estudio y recopiladas durante veinte años de siete fundiciones de talleres de Francia, Italia y España donde trabajó, las obras de la muestra han sido seleccionadas entre 400 modelos realizados en escayola, «un material precario, de albañilería, y que se suele despreciar pese a su papel esencial, es el paso intermedio y decisivo para la fundición después en bronce; en ese elemento se aprecia la verdad sobre la capacidad de modelar del artista», subrayó en la inauguración María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura, del que forma parte como tercera sede la Casa del Sol.
En la Casa del Sol se exhibe la colección de copias artísticas –que guarda yesos centenarios, reproducciones de alta calidad de obras griegas y romanas– y ahora conviven con las creaciones de Miró, que se atienen a dos modelos. De un lado, las obras moldeadas a partir de objetos encontrados (tomates, almendras, sombreros, botes de pintura...) y de otro, figuras que remiten a la escultura más primitiva, con evocaciones imaginarias y ecos de la época persa. En todas ellas se manifiestan las dos almas de Miró, la que se nutre de los aires de la cosmopolita vanguardia parisina y la más apegada al terruño, al mundo rural de su etapa de retiro en la masía familiar.
Hermanadas las piezas en torno a la modernidad de Miró frente al clasicismo de la antigüedad clásica, en conjunto permiten además profundizar en la paradójica relación entre modelos originales y copias. «A lo largo de la historia muchas esculturas se han hecho famosas gracias a las copias en yeso, un material desdeñado incluso por los artistas, aunque ahora empieza a ser valorado», expuso Bolaños.
El Museo Nacional de Escultura ha editado un catálogo con la colaboración de la bodega Belondrade y la Asociación de Amigos del Museo. Hasta el 15 de marzo de 2020 se puede visitar la exposición, que se complementará con un programa de actividades aún por presentar y que incluirá conferencias, cine, música, talleres y visitas guiadas.