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La huella de Ricardo Bofill en Valladolid: del auditorio Miguel Delibes al plan imposible para soterrar
El arquitecto visitó en varias ocasiones la ciudad para presentar los proyectos en los que estaba trabajando
Ricardo Bofill, fallecido este 14 de enero en su Barcelona natal, ha dejado su huella arquitectónica en Valladolid. Suyo es el diseño del centro cultural ... Miguel Delibes, inaugurado en el año 2007.
Bofill (ganó el concurso de ideas en 2001) siempre celebró que este edificio «joya» fuera «multifuncional y polivalente». «Me gusta la idea de mezclar alumnos, músicos, profesores, gente de la calle, que esto sea un centro en el que se unen las funciones. Es un sitio de estar, ir, comer, pasear, aprender, tocar, hacer 'performances'», decía entonces, sin saber que el futuro le deparaba otro uso:vacunódromo frente a la covid.
El arquitecto catalán defendió la ausencia de foso en el auditorio, algo muy criticado durante la concepción del edificio: «Nosotros les dijimos que no podía ser. La idea de la polifuncionalidad se probó en los años sesenta y ha fallado por todas partes. No se puede escuchar ópera, música sinfónica o de cámara igual de bien en la misma sala. La ópera requiere de unas cajas hacia arriba, abajo y laterales, no solamente el foso. Son ideas de los años sesenta que se han caído porque lo que se quiere ahora son salas más especializadas para escuchar muy bien la música. Si no, la gente prefiere quedarse en su casa con un disco. La idea del foso no se consideró, sí la de congresos. Se corría el riesgo de que no se oyese bien nada y para eso no trabajamos. Por muy ciudad pequeña que se considere desde otros lados, Valladolid tiene que tratarse como si fuera París, Londres o cualquier lugar», aseguró.
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El arquitecto regresó el 14 de noviembre de 2007 cuando, en presencia del rey Juan Carlos y la reina Doña Sofía se produjo la inauguración oficial del edificio. Los reyes ocuparon las butacas 1 y 2 de la fila 20 para escuchar el poema sinfónico 'Mi patria', del compositor checo Bedrich Smetana. «Tiene una acústida estupenda», dijeron después.
Al año siguiente de su inauguración, en 2008, un barómetro de El Norte de Castilla desvelaba que uno de cada cuatro vallisoletanos ya había asistido a algún tipo de acto, concierto o evento en el audiotorio. Si se preguntara hoy, ese porcentaje llegaría a cotas estratosféricas, pues se ha convertido en punto obligado para la inmensa mayoría de vacunados.
Bofill se convirtió en un asiduo de Valladolid en aquellos inicios del siglo XXI, no solo por su participación en el centro cultural Miguel Delibes, sino porque su estudio ganó (en 2003 y con León de la Riva como alcalde) el concurso de ideas –se embolsó 70.000 euros por su trabajo– que fijaría las claves de un Valladolid con el tren soterrado. El proyecto se llamaba 'Urbanidades' y preveía siete torres en la zona de la estación (una de ellas de 30 plantas y 92 metros de altura para hotel de lujo) y una gran plaza (siete veces mayor que la Plaza Mayor). «Queremos hacer de esta zona el nuevo centro», dijo. Maquetas y más maquetas para un plan que luego desarrollaría (apegado al PGOU) Richard Rogers y que, claro, nunca se llevó a cabo.
Su idea era cambiar el 'sky-line' de la ciudad castellana con esas siete torres. Verticales. Decía que las torres inclinabas no era buena idea. «Cuando no se sabe muy bien qué hacer con las torres se tiende a inclinarlas. Pero no es una idea original. La gente puede tener la sensación de que llega a Madrid, más que a Valladolid», declaró después de visitar, en noviembre de 2003, los talleres de Renfe junto al alcalde, Javier León de la Riva. El arquitecto catalán pasó aquí dos días, visitando la ciudad. «La torre es una creación europea que sale de los campanarios. Nosotros proponemos edificios altos y esbeltos, elegantes», puntualizó en defensa de su proyecto al que califica sin rubores de «excepcionalmente bueno». Torres residenciales porque «a la gente le gusta vivir en plantas bajas o bien, en pisos altos», afirmó tras su recorrido por el interior de las dos naves a las que los técnicos municipales pretendía, así lo contaba el períodico de la época, absolver de la piqueta para que, junto a la futura plaza, se conviertan en pistas cubiertas de tenis y de baloncesto.
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