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Jesús Urrea, ante un retrato de Carlos III, antes de la conferencia en la sede de la Purísima.
«Carlos III utilizó la arquitectura para transmitir una idea novedosa de la monarquía»

«Carlos III utilizó la arquitectura para transmitir una idea novedosa de la monarquía»

Jesús Urrea desgranó ayer en la Purísima la formación e ideas del monarca en un ciclo que recuerda el tercer centenario de su nacimiento

JESÚS URREA

Martes, 24 de enero 2017, 17:20

La Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción es una de las instituciones más veteranas de Valladolid, constituida en 1779 gracias a la iniciativa de un grupo de aficionados a las matemáticas y a la enseñanza del dibujo para promover actividades «en bien de la cultura». Fue admitida por Carlos III (1716-1788) bajo su protección en 1783 y esta semana celebra un ciclo de conferencias con el que la institución rinde homenaje a su mentor, un mes después de concluir el año del tercer centenario de su nacimiento.

Jesús Urrea, presidente de la Academia, impartió ayer la primera de las charlas, en la que glosó diversos aspectos relacionados con la vida y la obra de un monarca «muy querido por su pueblo, aunque bajo su gobierno se produjeron episodios polémicos como la expulsión de los jesuitas o el motín de Esquilache», adujo el historiador.

La formación artística de don Carlos de Borbón es el título de la conferencia que ofreció en la sede de la Academia de Bellas Artes, en la Casa de Cervantes, un enunciado que le llevó a desgranar los logros de su reinado, primero en los territorios de Nápoles y Sicilia, y después en España. Recordó Jesús Urrea cómo el hijo de Felipe V salió de Sevilla acompañado por su madre, Isabel de Farnesio, de camino a Nápoles, «en un viaje en el que pasando por Francia se interesó por las fortificaciones, la naturaleza y el paisaje; así, al llegar a Italia empieza a tomar contacto con los que van a ser sus primeros estados antes de ser rey; una vez coronado aplicaría lo aprendido en esos viajes, esforzándose en tener una capital a imagen y semejanza de un nuevo reino como el de las Dos Sicilias, con la arquitectura como principal instrumento para transmitir una idea poderosa, novedosa y reformadora de la monarquía napolitana, para lo que se rodeó de una corte de artistas, pintores, miniaturistas y decoradores que trabajaban a su servicio».

En su alocución aludió también a cómo el interés del monarca por la caza le llevó a crear una serie de sitios reales en los alrededores de Nápoles, como los Palacios de Capo Di Monte y de Portici así como construcciones monumentales que han llevado a definirle como «un rey absolutista pero también benéfico gracias a la creación de hospicios y fábricas como la de Tapices de Nápoles, la de Porcelana de Capo Di Monte, la imprenta Real o la Fábrica de Armas, una serie de instituciones que convirtieron la capital en uno de los centros culturales más importantes de Europa».

Carlos III fue, al decir del historiador de la Universidad de Valladolid, «un rey curioso, que potenció los descubrimientos arqueológicos a él se debe la exploración de los yacimientos de Pompeya y Herculano, que ocupó la corona de España desde 1759 hasta su fallecimiento en 1788». Recordó que a nuestro país intentó trasladar su experiencia napolitana con más medios y ambición, porque contaba con los recursos procedentes de las Indias. «Las construcciones militares y civiles que se llevan a cabo en Madrid y en América se deben a él o se completan bajo su mandato, al igual que la reorganización del Ejército. El nuevo estado que había soñado Felipe V lo desarrolla, amplía y magnifica Carlos III y para plasmar su afán reformador en España se supo rodear de sabios, lo que indica que no era un tonto».

Entre esos consejeros citó a Bernardo Tanucci, jurista al que puso al frente de la cartera de Justicia en un principio y después situó en Asuntos Exteriores, Esquilache como ministro de Hacienda, Floridablanca o Antonio Ponz, que escribió Viaje de España con el deseo ilustrado de ser útil y contribuir a la reforma. Todos ellos personajes que encarnan «perfectamente» el cambio que entonces se buscaba de romper con el mundo del barroco, «ya gastado y superado por la aceptación de nuevos cánones y formas de vida, reflejo de una mentalidad que comparten el monarca eilustrados como Jovellanos».

En ese afán reformador del rey lo vincula Urrea con la influencia de «una formación de calidad, era curioso y preocupado por lo que le rodeaba y no solo dedicado a la caza, como se ha querido hacer ver; tenía su criterio y lo aplicaba». Concluyó el presidente de la Purísima su disertación conceptuando el reinado de Carlos III como «uno de los más apasionantes de la historia de España, de primera magnitud». ¿Hasta dónde impregnó al país de su afán reformador? El historiador sostiene que ese impulso lo frenó la revolución francesa y lo acabó de truncar Fernando VII. «Faltó la continuidad del heredero, pues Carlos IV no tenía el fuste político de su padre».

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