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'Lampen der Place de la Concorde 3', de Otto Steinert.
Pintar después de Auschwitz e Hiroshima

Pintar después de Auschwitz e Hiroshima

La fundación March revisa el doloroso origen del informalismo europeo en una muestra con casi dos centenares de piezas

Miguel Lorenci

Domingo, 28 de febrero 2016, 08:47

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¿Es posible pintar tras Auschwitz e Hiroshima?. La misma pregunta que Adorno se hizo sobre la poesía asaltó a los creadores europeos, testigos de cómo la barbarie bélica destruía una civilización y millones de vidas a una escala global y desconocida. Igual que las bombas lo arrasaron todo, la forma quedaría dolorosamente abolida en la pintura y en la fotografía. Nacía el informalismo, un movimiento crucial pero casi olvidado de la pintura de la segunda mitad de siglo XX en Europa que ahora revisa la Fundación March en la muestra 'Lo nunca visto'.

'De la pintura informalista al fotolibro de postguerra (1954-1965)' es el subtítulo de la exposición que, sin orden cronológico, reúne más de 160 obras cedidas por un puñado de colecciones privadas, públicas e instituciones entre las que destaca la Fundación Gandur para el Arte de Ginebra. Son de creadores muy diversos que desde el final de la II Guerra Mundial y hasta mediados de los sesenta cuestionan el concepto mismo de forma y no como experimento formal. Encierran su emotiva respuesta plástica a la mayor destrucción conocida por la humanidad, jamás vista hasta entonces, y que choca de pleno con el cubismo y el surrealismo que le precedieron.

«Son imágenes doloridas que nacen cuando el dolor ya no se puede mostrar con imágenes» resume Manuel Fontán, responsable de exposiciones de la Fundación March. «Nunca se vio antes una guerra así y nunca antes se había pintado así» hace notar. Destaca como la muestra «coloca la pintura y fotografía en igualdad de condiciones, algo que tampoco se había abordado antes». Una fotografía que cambia de raíz tras retratar el horror de la apocalíptica destrucción en Dresde, Londres o Berlín, la barbarie genocida del exterminio nazi y el Gulag y las deportaciones en masa.

Fontán es comisario de la muestra junto a Horacio Fernández y la catedrática María Dolores Jiménez-Blanco. «Aquí está la pintura dolorida de quienes pensaban que no se podía pintar igual después de Auschwitz e Hiroshima y que buscaron la expresión de su dolor, no la abstracción» apunta la comisaria. «Es el reflejo de una gran herida de la humanidad. Pintura de historia sin relato y un espejo de su época», resume la catedrática de una muestra «que hace arqueología de una época».

Revolución matérica     

Los informalistas cuestionaron también los materiales convencionales. Sus lienzo se cubren de arena, yeso, resina, cartón y papel, telas, arpilleras o trapos impregnados en pigmentos. No manda el pincel y sí el gesto, la mancha, el pegote y la muy expresiva superposición de elementos «innobles». Nace la pintura matérica en la que destacarán Tàpies o Millares. Creadores españoles que engrandecieron y universalizaron e infomalismo como Saura, Rueda, Canogar o Zóbel, también presentes en la muestra junto a Alechisnky, Karel Appel, Jean Dubuffet, Jean Fautrier, Pierre Soulages o Wols y creadores de la Europa del Este, completos desconocidos para el espectador. «Su denominador común -advierte Fontán- que no siempre reflejan imágenes amables».

Jean Claude Gandur, coleccionista y creador de la fundación Gandur, ha hecho más que nadie por una pintura «olvidada a y acaso maltratada a la que debemos devolver su gloria». «Hoy es más fácil exponer a Jeff Koons que estas pinturas, rechazadas desde que la bienal de Venecia encumbrara a Robert Rauschemberg en 1963 y condenaran al ostracismo a la pintura informalista europea».

Paradigma de las exposiciones de tesis que afronta la fundación March, 'Lo nunca visto' evidencia, según su director Javier Gomá, «como los artistas abolieron la forma después de que la guerra y la barbarie arrasara paisajes, ciudades y millones vidas». Una potencia destructiva inédita que desfiguró y deformó la fisonomía material y espiritual de todas las formas civilizadas, de los seres humanos los monumentos, pasando por ciudades y paisajes.

Parejo en el tiempo al expresionismo norteamericano, el infomalismo europeo no tiene nada que ver con él. «Los norteamericanos no sufrieron esa destrucción en su país en la misma escala que Europa. Artistas como Pollock, De Kooning o Motherwell estaban sumidos en un búsqueda personal» apunta Gandur. El informalismo es, además, «el canto del cisne de París como capital mundial del arte», según Gomá.

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