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La fragilidad del ser humano en versión Concha García

La fragilidad del ser humano en versión Concha García

Las cerámicas de la artista se exiben en el Museo Patio Herreriano hasta el 21 de junio

virginia t. fernández

Domingo, 15 de marzo 2015, 09:39

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Concha García (Santander, 1960) sabe «de la conveniencia de la ficción para entender la realidad, necesitamos de la mentira para llegar a comprenderla», reflexionaba ayer la artista en la oscuridad de La piel del mar, la exposición de la sala 8 del Museo Patio Herreriano de Valladolid que puede visitarse hasta el 21 de junio. Lo hacía una vez apagados los focos de la inauguración oficial, en la intimidad de una muestra diseñada expresamente para el Museo, que ya cuenta con una obra suya (Espejo roto), y que reúne una serie de «historias mínimas», relatos que parecen no decir demasiado pero lo cuentan todo. Son «momentos fugaces, instantes apenas compresibles aparecen en nuestros pensamientos mientras el ritmo de las olas va y vuelve, una y otra vez», dice la artista.

Piedra que cae, Armario que se abre y se cierra, Hormigas y vigilante, Inundación, Señora y vitrina, Desprendimientos, Conversación y La casa flotante son los ocho microrrelatos que componen «un gran libro», La piel del mar, cuya cubierta es un audiovisual que reproduce la superficie acuática, el acceso a la posibilidad de zambullirse en uno mismo: «Lo que ocurre debajo es lo que realmente importa», sostiene la creadora, porque «bajo esa piel aparecen relatos, historias de los seres humanos y de la vida cotidiana. Cuando el espectador vea esos microrrelatos, como lector, proyectará sobre ellos nuevas historias».

Concha García asume la influencia de la literatura en su obra; el último proyecto expositivo lo montó en torno a Fausto, de Goethe. También en La piel del mar el elemento narrativo ha sido su principal herramienta. Cada relato se presenta en tres soportes: objetos en miniatura (piezas de mobiliario doméstico conviven con elementos naturales), narraciones audiovisuales a partir de las escenas estáticas y pequeños libros con los relatos impresos. La escultora añade un componente que hila todo el proceso: la piedra. «Incorporo en este proyecto el imaginario de la piedra a través de piezas cerámicas que simulan piedras reales y que contradicen la singularidad del material. La piedra dura y firme, pétrea, se traduce aquí como piedra aparente en su corporeidad pero frágil y quebradiza en su esencia», como el ser humano.

Y qué mejor mentira parar identificar la contradictoria naturaleza humana que la poesía. Un verso de José Ángel Valente explica el significado sustancial del argumento expositivo: «El corazón/ tiene la sequedad de la piedra» (del poema Serán cenizas). Poesía desprenden también los añadidos de cerámica manufacturada que son como «los restos de un naufragio en el fondo del mar», lo que queda de esas historias semiolvidadas por ya vividas.

Quizá el espectador que visite la exposición se vea invadido por la sensación de acumulación de objetos. Tal y como señaló ayer Cristina Fontaneda, directora del Museo, durante la presentación de la muestra, a la que acudió Mercedes Cantalapiedra, concejala de Cultura, en el montaje expositivo se ha buscado reproducir la intimidad propia de aquellos gabinetes de curiosidades renacentistas repletos de artefactos extraños. «La idea de gabinete, de colección de museo arqueológico, está planteada en esta sala», corroboró la santanderina.

La medida de la obra de Concha García es la pequeña escala y el ámbito doméstico por ser «el contexto donde he desarrollado mi trabajo porque me interesa ese lugar donde el individuo configura día a día su vida y sus acontecimientos». Parte de ella misma para alcanzar a los demás: «El mensaje de mi trabajo es abierto. Puedo llegar desde una visión muy personal a una multitud de personas», asegura.

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