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Juan Barjola muestra sus influencias picassianas en sus ‘Tauromaquias’.
Desde Sorolla a Miró

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El Colegio Lourdes reúne obras de 17 grandes creadores en ‘Del realismo a la abstracción’

MARÍA AURORA VILORIA

Jueves, 20 de noviembre 2014, 14:00

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Miró, Saura, Sorolla, Barjola, Gordillo, Arroyo o Granell son algunos de los 17 creadores representados en Del realismo a la abstracción, la exposición que el Colegio Lourdes organiza cada año para acercar el arte a la comunidad educativa y a toda la ciudad. Su comisario, el profesor Miguel Ángel García, ha seleccionado 27 cuadros, algunos de gran formato, entre los que hay desde retratos a bodegones y de figuras a paisajes que han roto con el clasicismo para que los alumnos descubran las distintas formas de expresión.

El pintor Díaz-Castilla, que el pasado año colgó su obra en el colegio, presenta el catálogo de la exposición, que hace la número 27 de las organizadas por el centro. Parte de una hermosa tarde por los campos de Castilla para mostrar las distintas maneras de contar lo contemplado y transmitir las emociones experimentadas. «La realidad necesita de la abstracción y esta de la realidad», afirma. «Son dos partes esenciales que se complementan, Ambas nos llevan por diversos caminos y nos hacen vivir aspirando a percibir lo esencial de las cosas. Con la abstracción suprimimos aquello que no es esencial. Elevamos a categoría aquello que vive en lo profundo. Expresamos nuestro mundo interior con ritmos de luz y color».

El catálogo incluye, junto a las imágenes de las obras, la biografía de los artistas. Lo abre Joaquín Sorolla, representado por el Retrato de Eugenio Montero Ríos, un óleo sobre lienzo de 1898. Contrasta con el collage sobre papel de Joan Miró de 1970, una singular aproximación al viaje y a la correspondencia. De Antonio Saura hay dos cuadros, Dama, técnica mixta de pequeño formato, y Autorretrato, óleo sobre lienzo de 1957, cuya oscuridad ilumina el color de las frutas y verduras que vuelan en los bodegones de Cristóbal Toral. El Proyecto para una silla eléctrica y Norrara, madera y pigmentos de 1966 y 1971, acercan el expresionismo de Lucio Muñoz.

Eduardo Arroyo homenajea a Picasso en 1999 con un retrato de ceras sobre papel que dialoga con el óleo de Caperucita Escarlata, asediada por los lobos. Juan Barjola muestra la influencia del genio malagueño en La niña de la coleta, de 1995, y sobre todo, en dos singulares tauromaquias. Sicubo, 1983, arrastra al espectador a un universo de violentas alteraciones biológicas en el que Luis Gordillo combina lo abstracto con lo figurativo. Contrasta con el color de las Dos figuras surrealistas, 1946, de Eugenio Granell, y con el personaje de En el tren, 1980, una técnica mixta sobre cartón de la serie Viajes del Equipo Crónica.

Con Paisaje de Soria, un óleo sobre tablex de 1980, Joaquín Vaquero Palacios ofrece una nueva visión de las tierras, jalonadas por manchas verdes en movimiento. Álvaro Delgado utiliza la misma técnica y soporte para uno de los retratos de sus marginados personajes, esta vez un mendigo, y un gallo que destaca en un fondo de rojos. Al igual que Agustín Úbeda, quien arrastra al espectador al universo onírico de La poupeé des champs, mientras que eligió el lienzo para Ciudad, dulce amazona.

Del pintor barcelonés residente en Valladolid Augusto Ferrer Dalmau la exposición acoge El salto de Farnesio, 2009, una de sus realistas pinturas sobre soldados y batallas históricas y actuales que contrasta con el lirismo simbólico de Perdiz, gorrión o rosal del abulense Florencio Galindo. Carlos León muestra con el juego cromático de las manchas un Jardín áspero, y Metamorfosis, de 1976, y Bodegón tropical, de 1999, recuerdan al chileno Jorge Vidal, que desde mediados de los 60 tuvo una gran influencia en los artistas vallisoletanos.

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