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Alonso de Santos, don dos actores que representaron 'La llegada de los bárbaros', ayer en Urueña. Fran Jiménez
Alonso de Santos: «Estoy cambiando mi teatro, todo lo anterior no me interesa»

Alonso de Santos: «Estoy cambiando mi teatro, todo lo anterior no me interesa»

El dramaturgo puso ayer fin al curso en el que expertos han indagado en su obra con una reflexión sobre el afán creativo

jesús bombín

Sábado, 19 de julio 2014, 10:27

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Tiempo de balances, de puertas que se cierran y otras que se abren, de reflexiones que valoran éxitos y fracasos en su justa perspectiva, echando la vista atrás al tiempo que se trazan nuevos planes. La clausura del curso por el que durante una semana han desfilado por Urueña una veintena de expertos en la obra de José Luis Alonso de Santos (Valladolid, 1942), concluyó ayer impregnada del poso personal del prolífico dramaturgo.

En la última jornada le embargaba una mezcla «caótica» de sensaciones bullendo. «En estos días decía han pasado por mi cabeza situaciones, personajes, obras..., como una escalera en la que cada escalón es coherente con el anterior, en fin, etapas de una misma vida en las que se aprecia una cierta coherencia en mi obra, la complejidad del lenguaje cómo evoluciona, mi situación personal... es un álbum familiar y de mi vida, porque tienes dos familias, la de carne y hueso y la de mis 50 obras escritas».

Confesó que ha tenido toda su vida la sensación de «ser un jardinero del espíritu», explicó. «Pues igual que los jardineros cultivan jardines yo he cultivado los míos para la gente, para comunicarnos, disfrutar y a la vez reflexionar sobre el misterio de la vida».

La obra del artista, vista desde el periodismo

  • Cuando una obra artística trasciende el escenario en el que se muestra, se establece un diálogo con el público que entraña efectos y consecuencias que marcan su éxito. El curso celebrado en el Centro e-LEA de Urueña dedicó ayer una mesa redonda a analizar la recepción de la obra de Alonso de Santos en la que participaron Liz Perales, periodista y editora; Juan Ignacio García Garzón, crítico teatral de ABC, y Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla, moderados por Joaquín Esteban Ortega.

  • En esta visión de su obra a través de los medios de comunicación, Carlos Aganzo, dividió en tres las etapas del teatro de Alonso de Santos, la primera de ellas en los estertores del franquismo, con un teatro más político, popular y luchador contra la censura, que, en su opinión, tuvo más trascendencia de la que se le otorga. «Es una época en la que no se le dio la importancia que a Raimon y a los cantautores en las universidades, no tuvo la repercusión que realmente mereció como valor transformador».

  • En una segunda etapa, citó obras como Bajarse al moro o La estanquera de Vallecas, espejo de lo que entonces sucedía en España y que a la vez servían para que «nos reconocieran desde fuera del país». En la tercera etapa, a partir del 2000, dijo, «Alonso de Santos se ha convertido en un maestro, un clásico que sigue conectando con los jóvenes en un momento de mayor reflexión que coincide con un tiempo de pérdida de identidad e incertidumbre; su teatro siempre ha estado cerca de los tiempos que hemos vivido».

  • Para Liz Perales, periodista y editora, Alonso de Santos es un autor de éxito, «que es mucho decir en el mundo del teatro, pues en contra de lo que muchos piensan, los periodistas no hablamos en nombre del público, que es muy heterogéneo. Pocos autores como él han conseguido que sus obras se conozcan y trasciendan más allá de una minoría». A su parecer, uno de los campos en los que ha marcado diferencias con otros dramaturgos es su relación con el destinatario de sus obras. «Siempre ha tenido el propósito de buscar al espectador y gustarle cuando otros colegas veían una herejía en atender a los intereses del público».

  • Juan Ignacio García Garzón, crítico teatral de ABC, hizo un repaso por las entrevistas que a lo largo de su carrera ha hecho al autor vallisoletano, de quien destacó que ha sabido mantener «las constantes que definen su afán creativo con elementos como cultura, vida, tradición, convicciones y obsesiones; ha sabido acercarse a la Historia con mayúsculas con historias con minúsculas, y eso no está al alcance de todos».

A lo largo de una semana ha escuchado de boca de los estudiosos de su obra elogios sobre su capacidad creativa, sus personajes o sus mensajes, pero ayer dio un manotazo a tanto halago flotando en el ambiente: «Cuando explicáis mi obra me animáis a no volver a escribir así nunca más. No me interesa la evolución del lenguaje, ni la estructura, busco la inocencia porque estoy harto de lo que he hecho». En el discurso de clausura habló de «la desnudez de la llanura», un concepto con otros matices del afán «de acercarse a la montaña que es el misterio del ser humano» que le ha guiado durante muchos años. «Estoy cambiando mi teatro porque todo lo anterior no me interesa», reveló el dramaturgo, ahora en búsqueda de «la desnudez de la llanura sin códigos, y para eso tengo que volver a la inocencia, no me gusta la palabra deconstrucción porque es muy pedante ¿Y si mis obras son de aconstrucción? Pido ayuda para volver al yo desnudo, no al yo vacío, porque la llanura está trabajada».

No faltó un repaso a las anécdotas de quien ha tocado todos los palos de reúne la profesión «actor, escritor, director, docente, conductor de furgoneta,...» en un recorrido, rememoró, en el que ha vivido el teatro en aldeas, iglesias, cárceles, colegios y teatros nacionales, conociendo el sabor de los aplausos, de los pitidos o el silencio de la indiferencia. «Lo normal en el teatro es el desastre; he tenido obras que no ha ido a ver ni mi familia, otras que he llenado hasta la bandera y algunas en las que me han insultado. Lo peor que puede pasar es que salga mal ¿Y qué?», relató quien tiene el convencimiento de que retroalimentarse es el origen de la fortuna de los artistas, pero también de su desgracia. «No quiero retroalimentarme de mis obras, conduce a la destrucción, por eso estoy buscando un nuevo estilo».

Su intención no es hacer teatro de vanguardia, «sino que descubra el absurdo de vivir, la tragedia de la vida», explicó recordando que ha hecho muchas obras en su vida con cero euros. Habló también del teatro anónimo que ha hecho y sigue llevando a barrios y cárceles. «Me conoce la gente por el 10% de lo que he hecho», apuntó, convencido de que cada ser humano «tiene un encargo en la vida».

Si en la inauguración del curso contó cómo crea cifrando mensajes y metiéndolos en una botella que lanza al mar para que otros los descifren, ayer añadía un elemento temporal a la reflexión. «La escritura de una obra es el grito, el latido, y tiempo después alguien descifra tus mensajes en otra ciudad, en otro tiempo, en otra cultura. Cuando ahora vemos Hamlet no es el que escribió Shakespeare, es el que podemos ver hoy».

Quince años de teatro independiente en sus inicios le han forjado una relación con la lectura en clave de disidencia con el autor, aspecto que ayer volvió a reivindicar ante quien se acerque a sus obras. «Yo también soy disidente de Lope, de Shakespeare, leer es ser disidente, participar de la cultura no es ser obediente, los seres obedientes son alumnos de los colegios que se examinan; cuando eres mayor no eres un seguidor, yo no soy seguidor de nada, soy un disidente de todo, entonces me gusta que los demás lo sean conmigo»

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