El 22 de junio, primer día tras el estado de alarma primigenio, el de la paralización absoluta del país ante un virus desconocido, se confirmaron ... 16 positivos por covid-19 en Castilla y León. Habían fallecido cuatro personas en residencias de mayores el fin de semana previo a ese lunes de liberación del estado de ánimo. Fallecieron dos más en los centros sanitarios. Las plantas de los hospitales contabilizaban 75 ingresados y las unidades de críticos, 20.
Publicidad
Hoy, en el día de la segunda liberación del hartazgo pandémico, cuando los jueces tratan de ordenar el galimatías y aplacar de paso el paroxismo político, en Castilla y León aún se cuida en torno a 130 personas en unidades de críticos, más de 280 pacientes están ingresados por covid en planta y durante esta semana -hasta el viernes- se han comunicado 14 fallecimientos.
Y hay vacunas, que es la buena noticia. Y debate sobre si se deben liberar las patentes. Porque si el virus se propaga, muta. Y lo hace en cualquier lugar, como puede certificar dolorosamente la India, y puede volver a expandirse de nuevo con vaya usted a saber qué variante y con qué riesgos. En dos meses, en el país asiático han pasado de 15.400 casos diarios a 371.000. De 112 fallecidos cada 24 horas a 3.318. Ahora no solo necesitan vacunas, también oxígeno y respiradores. Vuelta a empezar.
Vacunar era la salida. Se sabía cuando acabó el primer estado de alarma y se sabe ahora, cuando se remata el segundo sin que se sepa qué va a ocurrir con la segunda dosis de AstraZeneca, una de las disponibles, porque se han encontrado efectos secundarios «muy raros». Lo cierto es que a menos población vulnerable expuesta, menos graves son las consecuencias de la pandemia, sobre todo para el sistema sanitario, como se ha visto en la cuarta ola. Dejar suelto al virus, sin embargo, encierra el peligro de que se propague más que nunca. 3,5 millones de españoles han padecido covid-19. Seis millones de personas han recibido ya la pauta completa de vacunación. En Castilla y León, 413.000. Pero el Sars-Cov-2 aún tiene muchas vías por las que dispersar su potencial infeccioso.
Publicidad
Hace un mundo desde que acabó el primer estado de alarma, aquel que duró 99 días y que incluyó una reclusión nunca vista. Es un mundo que no se mide solo en tiempo, en esos 322 días que han transcurrido entre el fin de un estado de alarma y el fin del siguiente, con una exigua y traicionera pausa veraniega en la que por primera vez se proclamó la victoria sobre el virus. Entre el 22 de junio y el 25 de octubre de 2020, España disfrutó de 125 días sin tener que volver a casa pronto ni frenar en la frontera de la comunidad autónoma. Este mundo de distancia entre dos finales se mide también en olas pandémicas. Tres olas, tres, han arrasado el ánimo, la vida y la economía en este segundo periodo de alarma. Y se cuantifica, con la frialdad de quitarles el rostro y los apellidos a los números, en los 5.513 muertos que se han contabilizado en Castilla y León en estas 28 semanas de libertades recortadas y mascarilla perenne. Y también, ahora que sabemos detectar y contar los positivos en covid-19, podemos afirmar con menos margen de error estadístico que 147.265 ciudadanos de la comunidad han pasado el trago de la enfermedad en este periodo. Una media de 751 casos detectados cada día a pesar de las restricciones, del toque de queda, que llegó a rebajar la libertad de movimientos a límites por debajo de la legalidad vigente. A pesar de una Navidad atípica aunque demasiado relajada, una Semana Santa desaparecida, un quinto centenario de Villalar en familia y muchos sacrificios.
El mundo que separa el final de junio y los albores de mayo incluye, también, el despertar de una esperanza: las vacunas. AstraZeneca, Janssen, Pfizer, Moderna. Y las que vendrán. La Unión Europea tiene contratos con dos sueros en fase de desarrollo, Curevac (Alemania) y Sanofi-GSK (alianza de dos compañías multinacionales). Cuando estén disponibles, estos contratos permitirán que Europa adquiera 525 millones de dosis (300 y 225, respectivamente) y podrá optar a otros 180 millones de dosis adicionales de Curevac en un segundo momento. Al mismo tiempo, la Agencia Europea del Medicamento supervisa los efectos de las vacunas de Novavax (Estados Unidos), Vero Cell (China) y Sputnik V (Rusia). La Organización Mundial de la Salud ya ha aprobado el uso del fármaco chino.
Publicidad
Cataclismos políticos
En política, la distancia entre ambos finales de los estados de alarma se mide en cataclismos. El primero sacudió Cataluña y dejó al Gobierno sin el ministro de Sanidad que se topó con la pandemia, que regresó a casa para convertirse en un ganador sin cetro de mando. Antes de irse vaticinó que el 70% de la población española estaría vacunada antes del verano. Era diciembre, no se había puesto ni una inyección aún y el escepticismo -y las mofas de los adversarios- fue generalizado. Ahora, cada día se bate la plusmarca de vacunaciones, que en Castilla y León alcanzó el jueves las 40.729 inyecciones en una sola jornada. 573.000 en España.
El segundo cataclismo político provocó una moción de censura en Castilla y León, la primera en cuarenta años, como efecto dominó de una moción en Murcia. No cambió el Gobierno, pero sí la composición de unas Cortes de Castilla y León que ya vivían en equilibrio ajustadísimo. Y eso, en lo relativo a la pandemia, significa que se va a investigar lo que ocurrió en las residencias de mayores en la primera ola, algo a lo que se habían negado PP y Cs anteriormente. Pero es que además el sismo murciano se llevó por delante al PSOE en Madrid, a Pablo Iglesias del Ejecutivo y de la política y a Ciudadanos de la realidad política del país, erigido ya en partido candidato a la absorción. Y los efectos del «libertad, con IDA libertad», que han entonado desde el PP madrileño y han apoyado los electores, solo han empezado.
Publicidad
No ha sido fácil transitar por estas 28 semanas de estado de alarma que concluyen con dudas sobre qué hacer ahora, qué se puede y no se puede limitar. Con una judicialización de la pandemia que los propios jueces han criticado por los múltiples interrogantes que provoca en cuanto a plazos, recursos...
El Boletín Oficial de Castilla y León ha incorporado en 39 ocasiones durante estas 28 semanas órdenes, modificaciones, líneas de ayudas y anexos con medidas relativas a la pandemia. Un vaivén constante que ha adaptado los criterios a seguir en función de la evolución de la pandemia, especialmente en lo relativo a la situación en los hospitales. Así, Castilla y León decidió en la tercera ola que utilizaría la incidencia acumulada a 7 días para responder con mayor celeridad a los cambios. Ahora, en una cuarta ola más suavizada gracias a la influencia de la vacunación en los grupos de edad más vulnerables, se ha escogido la incidencia a 14 días para decretar el cierre del interior de los establecimientos hosteleros. Por el camino han quedado libres de sospecha, aunque no de la reducción de aforos y otras medidas preventivas, los gimnasios, después de que se demostraran el poco riesgo existente en estos espacios y los beneficios del ejercicio físico a la hora de afrontar la covid. Y los colegios, que retornaron a la actividad con mucha ventana abierta. Sobre todo cuando aprendimos que el virus no se transmitía solo por gotículas, sino también por aerosoles, y que para evitar el contagio hay que ventilar, medir el CO2 en los espacios cerrados y hacer todo lo que se pueda al aire libre.
Publicidad
Las órdenes y contraórdenes, que ya de por sí pueden inducir a confusión, se han agravado con la incapacidad de las autonomías y del Gobierno central de uniformar su discurso y sus actuaciones. Castilla y León trató de acercar posturas con Castilla La Mancha y Madrid, pero Isabel Díaz Ayuso mostró desde el primer momento que iría por libre, en una línea divergente respecto a lo que proponía Castilla y León. Hasta tal punto que el Ejecutivo de Fernández Mañueco e Igea decretó un toque de queda a las 20 horas que nadie más, en todo el país, osó copiar, pese a que otras comunidades lo pedían. Les había salido bien la primera vez, cuando establecieron, el 24 de octubre, el toque de queda a las 22 horas sin el amparo del estado de alarma, que el Gobierno decretó el día 25, lo que permitió recomponer la orden del Bocyl, quitar una y poner otra, y disimular el chanchullo normativo, luego anulado por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León. Esta vez no hubo cobertura gubernamental y los ciudadanos de Castilla y León pasaron un mes, del 16 de enero al 16 de febrero, recogiéndose a las ocho de la tarde sin tener por qué, legalmente hablando.
Hoy, tras 28 semanas, vuelve ese aroma a vieja normalidad, aunque con toques de mascarilla y calendario vacunal y retrogusto de UCI aún ocupada. Para recordar que ya hubo un final de estado de alarma. Y que aquel, entonces, también pintaba bien.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión