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¿Es bueno premiar las buenas notas?

¿Es bueno premiar las buenas notas?

Se trata de un tema controvertido que divide tanto a los padres como a la comunidad educativa

mirari artime

Miércoles, 21 de octubre 2020, 08:07

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Muchos prometen a sus hijos fabulosos premios como un instrumento de motivación para hacerles estudiar. La propuesta surge de la mejor voluntad. Pero los detractores de este 'método', entre los que se incluyen numerosos psicólogos y pedagogos, consideran que es una estrategia peligrosa que, además, no siempre viene acompañado de los mejores resultados o, al menos, de los esperados.

Los que están en contra argumentan que a ninguna persona le gusta fracasar, como a ningún estudiante le agrada suspender. Por eso consideran que si tenemos en cuenta que la satisfacción por el éxito es una reacción natural en las personas, el sistema de premios no resulta necesario. Incluso puede resultar contraproducente y el chaval puede llegar a apelar al chantaje y pedir siempre alguna recompensa a cambio como un requisito imprescindible para sacar buenas notas.

Los defensores del 'no premio' creen que el trabajo del estudiante son sus estudios y el de los padres apoyarles y ayudarles en su formación por lo que el dar cosas a cambio de su esfuerzo está de más. Aprender forma parte de sus responsabilidades. Hay que enseñarles que los más beneficiados por sus notas son ellos mismos. «Los hijos tienen dignidad y quieren que se les respete, por eso prefieren el reconocimiento diario a su trabajo y esfuerzo que un premio material», aseguran quienes abogan por no premiar. Además, destacan que en muchas ocasiones, a pesar del esfuerzo, no siempre se triunfa. Por ese motivo, si no hemos hecho promesas materiales por el resultado, todo es más fácil.

Asimismo cuando, a pesar de la recompensa prometida, nuestro hijo no saca buenas notas, la sensación de fracaso aumenta porque no ha conseguido la meta ni siquiera con los estímulos anunciados. Desde esa perspectiva, cuanto más grande es el premio, mayor es el malestar interior que provoca el fracaso y más disminuye la autoestima. 

Otra cosa diferente es que toda la familia se alegre de los éxitos de uno de sus miembros, lo alaben y lo festejen. Llegan las notas, son buenas, nos ponemos contentos, felicitamos al estudiante y se celebra de la manera que más nos guste: yendo todos a cenar, viendo alguna peli, acudiendo a algún espectáculo e incluso regalando (¿por qué no?) aquello que tanta ilusión le hacía.

En resumen, los que se oponen a premiar las notas defienden que lo importante es elogiar el esfuerzo, aunque el resultado no haya sido el esperado. Consideran que vivimos en una sociedad marcada por una lógica mercantilista, basada en el intercambio que se ha trasladado a la educación de nuestros hijos, donde cambiamos conductas por bienes. Y no se trata de eso.

En el lado contrario de la balanza se sitúan lo que argumentan que los premios en sí no son algo malo, sino que son una herramienta educativa fundamental para potenciar las conductas positivas de los niños. El problema surge cuando lo usamos de manera inadecuada o indiscriminada, aseguran, ya que así les mostramos que las cosas se hacen siempre para obtener algún tipo de ganancia a cambio. Por eso apuestan por usos más restringidos que no condicionen la relación. Las recompensas, aseguran, tienen que usarse para reforzar conductas en el menor; para que coma de manera adecuada, cuando se porte bien en el médico o dentista. De esa manera, él se sentirá motivado para volver a repetirla.

¿Cómo acertar? Como casi siempre, quedándonos en un término medio: el premio no es siempre negativo. Pero debe ser usado como medio para lograr una conducta positiva que ayude al menor a desenvolverse en su entorno. Siempre será preferible ensalzar, alabar, aplaudir y festejar las buenas notas, pero nunca comprarlas. En lo que todos los pedagogos coinciden es que no hay que olvidar jamás reconocer sus méritos y habilidades además de ayudarles a aceptar las limitaciones que pueden llegar a tener, como todo el mundo.

Sugerencias para el 'buen uso' del premio

1. Los expertos recomiendan no dar dulces ni golosinas, ya que afectan negativamente en los hábitos alimenticios. Es mejor usar calcomanías, estrellitas, caras felices, láminas o algún pequeño juguete. Otra muy buena herramienta puede ser alguna propuesta novedosa que le atraiga el menor.

2. Debe darse una vez que el chaval ya ha realizado la conducta esperada. No debe ofrecerse como soborno

3. Usarlo dentro de un sistema de calendario, donde el cumplimiento de la conducta lleva a ganar una estrellita diaria, lo que reiterado en el tiempo, se traducirá en una recompensa mayor.

4. No improvisar, sino tener previamente definido qué conductas se reforzarán y con qué tipo de premios. 

5. Que no se convierta en un mecanismo para salir del paso, es decir, dárselo para tranquilizar o callar al niño en un momento complicado. Aunque se trata de una buena y tentadora alternativa, será útil un rato pero con consecuencias negativas a medio y largo plazo.

6. El adulto debe ser quien decide y administra los premios. Ningún objeto puede superar el valor del tiempo compartido, sobre todo con papá y mamá que, hoy por hoy, es casi un bien de lujo.

7. Hay que evitar realizar promesas por las notas; intentar comprar el aprobado con un regalo material no es educativo.

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