Belén Sanz: «Hacer un buen vino me genera ilusión para lograr uno mejor»
Belén Sanz Enóloga de Dehesa de los Canónigos ·
Cuando cumple 20 años como enóloga de Dehesa de los Canónigos, considera que «un gran vino es aquel que te hace pasar un buen momento»He aquí un fenómeno de la naturaleza, porque combina a la perfección los cinco sentidos, a los que añade en su justa medida el sexto, ... el sentido común, y del acoplamiento, armazón y mezcla de los seis ha conseguido uno de los vinos referencia de la Ribera del Duero, Dehesa de los Canónigos. Cumple 20 años como enóloga y no siente que tenga barreras; todo lo contrario: sus mejores metas, demuestra, están por llegar.
–¿Es usted una mujer en un mundo de hombres, la excepción que confirma la regla?
–Empecé siendo una mujer en un mundo de hombres, pero la verdad es que me sentí arropada, me ofrecieron cariño, me quisieron enseñar... Es verdad que cuando empecé conocía a Yolanda (enóloga de Valduero) y poco más, pero no he sentido esa dureza o esa dificultad de tener que demostrar ante los hombres que valía. Al revés, me sentí arropada, con ganas de aprender de quien me quería enseñar..., privilegiada y mimada.
–¿Por qué eligió la enología?
–Todo empieza cuando era pequeña...
–¿¡Tan pronto!?
–Sí, por que quería pisar las uvas. Veía en la bodega a mi padre cuando elaboraba vino para consumir con los amigos o en casa, de una manera muy tradicional. Recuerdo que yo tenía inquietud por poder pisar las uvas ¡y no me dejaban!
–Era pequeña, no parece labor para una niña.
–Recibía la típica respuesta de 'Venga niña, vete a jugar y no estorbes'. Ante esa situación, me acuerdo de que, con rabia, pensaba: 'Voy a ser enóloga para pisar la uva'. Pero eso se quedó ahí, en el olvido. Fue una sensación que tuve en ese momento y luego...
–...Al crecer, todo cambia. Pero no fue su caso, ¿no?
–Unido todo aquello a la vivencia que tenía en la Dehesa, en el viñedo, cuando era pequeña y jugaba con mis hermanos; nos llevaba mi madre allí. Unido todo eso a la inquietud y la emoción y el esfuerzo que ponía mi padre con ese viñedo, con esa uva. Y cuando mi padre decidió empezar con la bodega, todo eso junto se despertó en mí. Me di cuenta, fui consciente, de que esa rabia que tuve de pequeña se convirtió en ilusión, en ánimo, en confianza.
–La Dehesa de los Canónigos ejerció de imán, entonces, en esa vocación.
–¡Total, total! La Dehesa es el pie fundamental del inicio.
–¿El conocimiento, el saber, conduce a elaborar buen vino?
–Es importante, pero no solo el conocimiento. La ilusión es lo que creo que te hace trabajar en lo que te gusta. La ilusión de tener un vino que les guste a todos y no ser solo tu satisfacción, sino la de los demás... Pero para conseguir eso también tienes que tener conocimiento, es evidente.
–¿Qué es un buen vino?
–Aquel que al que lo consume le hace sentir una ilusión, unas ganas de seguir bebiéndolo, le transmite muchas cosas positivas y, sobre todo, le gusta. Que guste y lo disfrutes. Ese es un gran vino: aquel que te hace pensar en qué te da más allá, aquel que te hace pasar un buen momento, aquel que te hace olvidar situaciones desagradables de la vida para disfrutar de un momento de satisfacción. Ese es un gran vino.
–¿A usted le gusta su vino?
–¡Me encanta! Y lo tengo que mejorar.
–Pero tras veinte años, recién cumplidos, como enóloga es de suponer que estará en la senda de haber conseguido un gran vino, ¿no?
–Nunca debes estar conforme con lo que has conseguido. Lo que has logrado, siendo bueno, te tiene que dar ánimo para conseguir algo mejor. No puedes quedarte ahí. La ilusión de haber logrado algo bueno durante veinte años y algo que es reconocido te tiene que dar fuerza para seguir adelante, seguir luchando y hacerlo mejor. Pero nunca cambiando Dehesa. Eso es lo que jamás querré hacer. Estoy contenta con lo que he hecho, sobre todo porque he conseguido mantener Dehesa de los Canónigos al nivel que lo cogí, que con nuestro vino, tanto mi hermano Iván como yo, consiguiéramos que llegara a más gente y estar ahí. Y para estar ahí después de 20 años tienes que mejorarlo y eso es lo que he conseguido a los veinte años ¡y quiero conseguir el doble con 20 más!
–¿El vino necesita menos literatura y más acción? Hay etiquetas que con lo que ponen más que animar, espantan.
–Cada vez se pone menos literatura porque se ha logrado, aunque falta por profundizar más en ello, que se introduzca la cultura del vino en el consumidor de una forma más inquietante. La tendencia yo creo que ahora es más a entender el vino de forma personal. Algo tiene que ayudar para encaminarte, pero cuanto más literatura de otra persona haya en el vino te quita personalidad para poder valorarlo por ti mismo. Cada consumidor tiene que descubrir lo que el vino le dice. Puedes tener una pequeña ayuda, pero tienes que provocar que se esfuercen en crear una idea del vino que cada uno está bebiendo. Además, creo que pasó esa moda de hablar de cosas rarísimas sobre los vinos. Como parecía que por utilizar un vocabulario más complicado eras más importante, lo que se estaba haciendo era complicar el mundo del vino. Y es más sencillo que todo eso. Creo que hay que simplificar las cosas en cuanto a literatura y que cada uno busque hasta dónde se quiere introducir. Tenemos que darle más importancia al vino y a la persona: que cada uno se compenetre con el vino por sus propios medios y el entendimiento.
–¿Es la manera de llegar a los jóvenes? Tanto oír lo de polifenoles, taninos...
–(Ríe) Se les asusta... Creo que dando sencillez a las cosas, dentro de la complejidad que tiene el mundo del vino, atraeremos a aquella persona que se atreva a opinar, a meterse en este campo, que es complicado, pero no por dificultad, sino por la cantidad de cosas que envuelven el mundo del vino. Si al joven en lugar de ponerle trabas o muros, que puedan hacer que se sienta incluso un poco avergonzado por no llegar o creer no llegar a una cosa, lo ponemos de una forma fácil... El vino es conocerlo, beberlo, disfrutarlo, saber si te gusta o no, es una forma de atraer. Pero también creo que un impedimento está en que se ha perdido un poco el compartir una copa de vino en casa, o ver una reunión en la que en el centro de la mesa hay una copa de vino. Vivimos mucho más rápido, las comidas en familia o entre amigos son las menos... Se ha perdido un poco eso. Un vino hay que beberlo acompañado, hay que darle su tiempo, no lo puedes beber tampoco muy deprisa. Entonces, el joven va mucho más rápido. El propio mundo de hoy en día hace que el joven vaya más rápido y no se para a darle un poquito de tiempo a un vino que lo necesita.
–Y la internetización de la vida, es decir, que lo tengamos todo a golpe de clic y que los jóvenes sean los que más avanzados van en eso, ¿corre en contra?
–¡Juega a favor! Porque el joven en Internet está en un ámbito que domina y lo domina mucho más de lo que lo hacemos los adultos. Entonces, que una persona encuentre en un medio en el que se siente cómodo, familiarizado, cosas sobre el vino le da un poco de seguridad. Puede, sin tener que exponer su falta de conocimiento ante mucha gente, informarse de algo de manera natural, fácil. Sí creo que eso puede ser algo a favor de los jóvenes. Pero si se utilizan bien los medios, claro.
–¿Sufre cuando ve a los jóvenes mezclar el vino con Coca-cola, fantas y bebidas así?
–Hace unos años pudiera ser que me diera rabia, pero ahora viendo que tenemos que tender a facilitar las cosas... Hombre, no es lo ideal, pero tampoco lo veo como un pecado, un 'hala, qué horror'. El joven tiene que habituarse con sus propios medios y si una manera de empezar es con Coca-cola... No es la más adecuada, pero puede ser un granito de arena para crear inquietud.
«Vivimos mucho más rápido, las comidas en familia o entre amigos son las menos. Se ha perdido eso y un vino hay que beberlo acompañado»
–Admitirá que algunos precios de vinos ahuyentan no solo a los jóvenes sino también a los adultos.
–El precio del vino lo pone no solo la calidad. Lo ponen muchas cosas. Hay vinos de muchos precios, pero hay vinos que valen lo que cuestan. Y luego muchas veces la exclusividad también pone un precio. El propio consumidor es el que también llega a elevar los precios por el ansia de conseguir un producto. Hay de todo. Pero el vino bueno nunca es caro.
–Históricamente, desde tiempo inmemorial, la vid se ha cultivado con sol y agua. ¿Por qué ahora tanta insistencia en el I+D+i, en la tecnología...?
–El progreso en el mundo de la viticultura ha estado siempre muy presente. La revolución actual es conocer la uva, pararnos a pensar.Hemos vuelto a esos comienzos con el adelanto que nos ha ofrecido la vida para seguir aprendiendo. Hemos ido como muy rápido, queríamos mucha tecnología, lo cual está muy bien, pero ahora nos hemos parado y hemos dicho: 'Vale, eso está, ya lo tenemos; volvamos a la tierra, a conocer el terreno, la uva, las viñas, a entenderlas'. Pero todo eso tiene que ir unido también, y nos lo facilita, este progreso que hemos tenido desde hace muchos años. Lo que nuestros antepasados aprendieron con su trabajo y su ilusión no puede quedarse en el olvido: tenemos que asimilarlo e intentar seguir ese ejemplo hacia adelante.
–Hablando de progreso, es imposible no referirse a la autovía del Duero y a la polémica de su trazado por la Ribera...
–Es que ahí tenemos el corazón partido: no podemos poner trabas al progreso, y entonces la autovía es un bien necesario para muchos. Por otra parte, el corazón está también en que toda esa tecnología puede afectar negativamente a la tranquilidad que nos da la vida del campo, a la tranquilidad que tienen las viñas también de no haber tanto coche y contaminación... No podría inclinarme por ninguna de las dos. Creo que todo tiene algo positivo y, como todo en la vida, algo negativo.
–¿Qué futuro augura a la Ribera del Duero?
–Si mantenemos la unidad que hasta ahora en su mayoría se consigue, le auguro seguir creciendo, seguir expandiendo su nombre por los cinco continentes.
–Se pasa la vida mirando al cielo: que si llueve en exceso, que si no llueve, que si hiela... ¿Cómo va a a atraerse a los jóvenes hacia un mundo en el que se vive cada minuto de cada día con la incertidumbre que impone el clima?
–Cuando empecé hace 20 años sufrí durante no más de cinco minutos un pedrisco impresionante. Un pedrisco que por donde pasó, arrasó. Cuando estás empezando y te sucede eso, se te cae el mundo. Pero eso te hace más fuerte, te hace decir que no hay marcha atrás. El joven tiene capacidad para recuperarse y echarse para adelante. Si lo consigue, esa satisfacción es más agradable y reconocida con el esfuerzo.La vida nos pone obstáculos, el cielo está ahí, no lo podemos controlar, pero sí podemos aprender a dirigir el viñedo para que supere las inclemencias.
–Con la competencia que hay en el mundo del vino, ¿queda hueco para el compañerismo entre los bodegueros?
–Lo que vivo es que hay compañerismo y amistad de verdad. Creo que la competencia mala no es la adecuada porque si nosotros elaboramos buen vino, si lo elabora otro, beneficia a todo el sector. Si nos ayudamos, subiremos nuestra zona y la cultura del vino hacia arriba. Se puede tener amistad en el sector y eso beneficia a todos.
–Si digo Luis Sanz Busto y María Luz Cid, ¿qué responde?
–¡Mis padres!... Son los que han hecho posible que la Dehesa siga hoy en día como está. La ilusión de los dos... El esfuerzo y el ímpetu de mi padre y la inquietud por mejorar la Dehesa, engrandecerla. Mi madre nos ha enseñado y nos ha transmitido sencillez. Cariño por la Dehesa, por supuesto: mi madre es la persona que más adora y defiende la Dehesa y nos ha transmitido el querer continuar con este proyecto.
–¿Si digo Antonio Sanz y Mariano García?
–¡Mis maestros! Personas que admiro y respeto. Y agradezco su apoyo durante estos 20 años.
–De la Dehesa, ¿a dónde aspira usted a llegar? ¿O ya tiene su cielo en la tierra con la Dehesa de los Canónigos?
–No, no, no. Siempre tenemos que seguir. Aspiramos a transmitir Dehesa de los Canónigos mucho más lejos de lo que ya lo estamos ahora. Con la incorporación de mi hermano Iván, Dehesa de los Canónigos salió de España, ¡y queremos llegar mucho más lejos!Tenemos que hacer que Dehesa de los Canónigos se nombre con cariño y satisfacción y hemos de seguir trabajando en la calidad de los vinos. No queremos que Dehesa esté de moda, sino que Dehesa no pase desapercibida, que Dehesa siga estando en boca de las personas a las que les gusta el mundo del vino.
–¿De mayor, ¿qué quiere ser?
–¡Enóloga!
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