Benjamín Castro, presidente del CSIF Castilla y León, el negociador sosegado
el perfil ·
El representante sindical se define como un hombre familiar, dispuesto a discutir con cualquiera para conseguir lo que su organización necesitalía lorenzo
Domingo, 23 de mayo 2021, 08:12
Los dedos de Benjamín Castro tocan inconscientemente la alianza de casado que luce en su mano derecha cuando habla. Tiene unos dedos grandes que reflejan ... la agitación interior del presidente del CSIF (Central Sindical Independiente y de Funcionarios) de Castilla y León, que mueve su energía a través de los extremos de sus manos mientras habla de las necesidades de los funcionarios en esta crisis sanitaria. Sus hombros, anchos y vigorosos, su forma de colocar el cuerpo y las canas que empiezan a emerger en sus sienes le confieren un aire de presentador de concurso de la tele en 'prime-time'.
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Casado y con dos hijas que absorben su tiempo fuera de los despachos del CSIF, Benjamín Castro llegó al sindicalismo por una ruta llena de curvas y desvíos al final del camino. Hijo de dos docentes, creció en la palentina Aguilar de Campoo entre los caballos que su padre criaba y fue emprendedor antes que funcionario. Junto a su hermano se atrevió a abrir un restaurante, aunque luego la vida le llevaría a sacarse la plaza de funcionario en Guardo, donde ejerció durante años mientras aún vivía en Aguilar de Campoo. Así que su juventud y primera madurez están ligados a la montaña y al pueblo, donde aún conserva a sus amigos de la infancia, inmutables a los cambios de la vida.
La llamada sindical le llegó en enero de 2005, cuando decidió empezar a hacer trabajo sindical con una vocación de servicio. Desde entonces ha sido secretario autonómico de Acción Sindical y, después, durante los últimos 12 años, presidente provincial de Palencia.
De él dicen que tiene carácter conciliador, pero que no tiene miedo al enfrentamiento con la Administración para conseguir lo que considera justo para los funcionarios. Porque llegó a la presidencia del CSIF en un momento complicado, en plena batalla sindical con la Junta de Castilla y León y con la pandemia repercutiendo sobre el sector público. Tal vez por eso invita al ciudadano a no olvidar lo importantes que han sido todos los funcionarios durante la crisis sanitaria que ha vivido el mundo. Desde el médico hasta el administrativo que distribuía las citas. Y aquí se encuentra un elemento vertebrador de su discurso: la necesidad de olvidar el término clase en el sindicato. Quiere que en el CSIF quepan todos los funcionarios, sea cual sea el sueldo que reciben al final de mes.
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Y lo cuenta con palabras lentas, escogiendo los adjetivos para que todo quede claro y nadie pueda equivocarse. Y es que tras sus ojos serenos sabe llevar a su interlocutor a su terreno. Algo fundamental para una persona que tiene que negociar con la Administración las condiciones laborales de los funcionarios.
Y es que la negociación se cuela por todos los rincones de la vida de Benjamín Castro y llega hasta las series que a veces puede ver y que disfruta a trozos, como cascarones de horas desligadas. Porque sus hijas ocupan casi todo su tiempo libre, es habitual ver a toda la familia en el Campo Grande los fines de semana soleados, y la lectura se ha convertido para él en un pequeño lujo que disfruta a última hora de la noche, después de haber terminado de leer los correos electrónicos atrasados.
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Directo y abierto al diálogo, define siempre al funcionariado como una parte esencial de la sociedad, una fracción del mundo sobre el que recae una serie de tópicos que él considera más que injustos. Y por eso trabaja desde su despacho en la Acera Recoletos, para borrar esos estereotipos que hacen que los ojos le quemen cuando habla y que hacen que, por unos segundos, pierda la actitud sosegada que dirige habitualmente su vida.
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