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Sargentes de la Lora.
La Lora lo tiene crudo

La Lora lo tiene crudo

El pueblo burgalés llamado a ser el Texas español languidece cuando se cumple medio siglo de su primer pozo de petróleo. En sus mejores días sacaban 8.000 barriles diarios; ahora apenas 200

Antonio Corbillón

Domingo, 8 de junio 2014, 12:16

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Leoncio Ruiz todavía recuerda aquel surtidor negro hacia el cielo y su largo silbido de aviso que inundó el aire de Valdeajos, una pedanía del ayuntamiento de Sargentes de La Lora (Burgos) donde, por primera vez, la península sangró petróleo. Eran poco más de las tres de la tarde y hacía un calor de mil demonios. Tenía 17 años y una juventud por estrenar a la que el oro negro prometía una banda sonora de prosperidad. Curiosamente, fue un descuido al dejar una válvula abierta el que permitió que durante 10 minutos 6.000 litros de negrura tiznarán los campos de cultivo. Hasta el cura de Sargentes, ensotanado a la usanza, se santiguó con el agua bendita del progreso.

El pozo Ayoluengo 1 era sinónimo de futuro. «Íbamos a ser el nuevo Texas. Iban a salir millones de barriles hacia Bilbao. Se iba a construir un oleoducto...». Con el paso de los años, en la zona aprendieron a conjugar el condicional como una forma de promesas siempre aplazadas. Este viernes se cumple medio siglo de aquel sueño mil veces atascado. Ahora Leoncio es el alcalde del pueblo y se conforma con que los actos de celebración de los próximos días «reúnan a tanta gente como la que se juntó cuando salió el petróleo».

Hasta aquel 6 de junio de 1964, el páramo de La Lora, una meseta de clima extremo encima de la propia meseta a algo más de mil metros de altura, solo producía patatas y emigrantes hacia la cercana Vizcaya. Probablemente el propio Leoncio habría sido carne de emigración. Pero se acabó quedando y durante 23 años trabajó en el área de Producción del yacimiento petrolífero. Por eso se sabe los datos técnicos al dedillo. Recuerda los años de bonanza en la década de los setenta cuando la facturación superaba los 5.000 barriles diarios, «con picos incluso de 8.000». También los 52 pozos repartidos por la zona y que dejaban ver en lontananza un paisaje fantasmagórico de caballitos de metal que metían el hocico en la tierra y bombeaban el crudo.

Ahora quedan 12 o 13 perforaciones que apenas extraen 200 barriles diarios. Han sido sustituidos e incluso superados en este desolado escenario de vientos permanentes por los molinos eólicos. A los que también les ha llegado el hachazo del parón de la penúltima apuesta fallida del sector energético español.

Ni un día de gasolina

No parecen muy buenos augurios para las expectativas que han levantado las prospecciones petrolíferas junto a las costas de Fuerteventura y Lanzarote. La misma cantinela. Las mismas esperanzas de acabar con la sequía energética de nuestra economía, que importa el 98,84% del petróleo que consume. De Canarias se espera que aporte algún día el 10% del crudo nacional. Cifras que también se manejaron entre el tándem La Lora-Tarragona, los dos únicos campos petrolíferos españoles. Ambos siguen activos pero, con la producción conjunta anual (algo más de 700.000 barriles), no nos da ni para alimentar un día al parque móvil. De hecho si sumamos todo el maná que ha escupido La Lora en su medio siglo de vida (unos 20 millones de barriles) apenas daría de comer a los motores de toda España un par de semanas. Ahora se envía a plantas de Burgos que pueden separar el arsénico, lo que impide que sea refinado en una petroquímica.

El caso es que aunque no era un petróleo de alta calidad, El Dorado burgalés, con un paisaje no muy diferente al texano, cumplió todos los tópicos. La zona se llenó de vida y hasta el NO-DO franquista envió a uno de sus mejores bardos para inaugurar aquella modernidad. «Una torre metálica de perforación se levanta para dialogar con la vieja torre de la iglesia», se escuchaba en Petróleo a la vista, estrenado en todos los cines. Todavía no eran ni príncipes, pero Juan Carlos y Sofía se acercaron a ver aquello cinco meses después de saltar la noticia. Era un 18 de noviembre de 1964.

La fiebre de las expectativas llenó la planicie con 500 currelas. Había cinco tabernas, varias pensiones y un snack bar llamado El Rey del Petróleo. «Pero bajó la producción de petróleo, los obreros se marcharon, los bares cerraron...», sentencia Leoncio. De 300 vecinos, Sargentes ha caído a menos de 70. Una población que sigue sin mayor interés las negociaciones para que el campo petrolífero que ahora explota la multinacional británica Leni Gas&Oil cambie de manos por séptima vez en su historia. La firma italiana Pansoinco parece a punto de cerrar la compra del 65% de las acciones. Las cifras no pasan de los dos millones de euros.

La fiesta del medio siglo trae al menos la apertura en Sargentes del Museo del Petróleo. Será el primero que se abra en España. «Y el último cartucho que nos gastamos en el Ayuntamiento», sentencia su alcalde, Leoncio Ruiz.

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