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Mikel Urdangarin en una escena de 'Margolaria', en Londres para encontrarse con su amigo el pintor Alain Urrutia.
Cartelera

Mikel Urdangarin y la soledad del artista

Un documental sigue al cantautor vasco durante dos años por el mundo con el objetivo de reflejar la peculiar vida de los creadores

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Jueves, 21 de marzo 2019

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Mikel Urdangarin vive solo en Vitoria, no tiene pareja ni hijos. Al comienzo de 'Margolaria', le vemos regresando a su piso después de un concierto, con el pitido de la música todavía en sus oídos. Abre la nevera, coge una cerveza y fija la mirada en el vacío. «Cuando cesa la música, el silencio es como un lienzo en blanco», reflexiona el cantautor vasco, protagonista de este sugerente documental.

'Margolaria' (El pintor) trasciende de la peripecia vital y el proceso creativo de Urdangarin. «Si algo tenía claro, era que la película la pudiese disfrutar un mexicano o un neoyorquino», afirma su director, Oier Aranzabal (Zarautz, 1988). «El País Vasco ya estaba ganado, había que mirar para otro lado. No quería hacer el documental de Mikel Urdangarin, un 'biopic'; él es el camino para otro objetivo universal».

Rodada durante dos años y estrenada en el pasado Festival de San Sebastián, 'Margolaria' utiliza como excusa argumental la amistad entre su protagonista y el pintor bilbaíno Alain Urrutia, que le anima a visitarle en Londres para regalarle un cuadro. Urdangarin monta en su furgoneta y embarca en el ferry camino de Inglaterra. Durante el periplo iremos conociendo más de él. Cómo renunció hace veinte años a una plaza de profesor para dedicarse al incierto oficio de artista. La incomprensión de su familia fue la misma que experimentaron los músicos veteranos que le acompañan. Otros, como el violinista georgiano afincado en Vitoria Nika Bitchiashvili, lo tuvieron más complicado: pasó de tocar en una orquesta sinfónica a hacerlo en la calle. Cuando no acompaña a Urdangarin, ameniza funerales a los sones de 'La misión'.

«Mikel es un personaje bastante solitario, y eso lo subrayamos en la película», apunta el director. «Aparece solo todo el tiempo y son las personas las que entran y salen de su vida. La soledad del artista se ve bastante bien reflejada en su día a día». Solo también se muestra a Alain Urrutia en un barrio en construcción en Londres, a punto de marcharse a Berlín a buscarse la vida. Y solo escribe Kirmen Uribe, que en la cocina de su casa en Ondarroa le cuenta a su amigo cómo de niño se ocultaba bajo la mesa para escuchar a su madre y sus tías. Un escritor lo es porque pone la oreja y porque elige lo que tiene que escribir, alecciona. Aprende a desechar y va a lo esencial. Igual que hace Urdangarin mientras da forma en el estudio a los temas de 'Margolaria' o cuando viaja a Okinawa, donde fusiona su música con la de artistas locales.

En blanco y negro

Además de cineasta y periodista, Oier Aranzabal es músico del grupo Lou Topet. Su contacto con figuras como Joserra Senperena, Rafa Rueda y Joseba Irazoki le llevaron a contar «la cara B de la vida del artista». En una exposición en Santander de Urrutia a la que acudió Urdangarin se le encedió la bombilla. Con una amplia trayectoria a sus espaldas y una comunión con su público, el cantautor era el personaje perfecto para el proyecto.

Mikel Urdangarin en Okinawa (Japón), donde ofreció conciertos con artistas locales.
Mikel Urdangarin en Okinawa (Japón), donde ofreció conciertos con artistas locales.

«De tanto grabarle conseguimos desaparecer», se felicita el director, que también entrevistó a los padres del músico, separados desde hace años. La muerte de la madre un mes antes del estreno trastocó todo. «A Mikel se le hizo duro ver la película en San Sebastián, pero creo que está contento. Le estamos muy agradecidos por abrirnos sus puertas, nos ha dejado grabar todo y no nos ha cambiado nada».

Dos discos duros de 10 teras acumulan horas y horas de material, como un viaje a Buenos Aires del que apenas aparecen unos segundos. Hablada en euskera y castellano, 'Margolaria' se ha filmado en blanco y negro, igual que los cuadros de Alain Urrutia. «Es una apuesta por la simplicidad que evita distracciones, favorece a Mikel y a la película», argumenta Oier Aranzabal, satisfecho con que su ópera prima «esté muy cerca de la verdad».

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