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Peter Fonda y Dennis Hopper, el Capitán América y Billy, camino del carnaval de Nueva Orleans.
'Easy Rider', medio siglo en la carretera

'Easy Rider', medio siglo en la carretera

Hace 50 años, Dennis Hopper estrenó una road movie que cambió Hollywood para siempre. Un icono de la contracultura que demostró la existencia de un público juvenil, introdujo el rock en las bandas sonoras y abrió la puerta a una nueva generación de cineastas

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Domingo, 20 de enero 2019

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«¿Sabes? Este solía ser un país fantástico, no sé lo que ocurrió para que se fastidiara». La frase pertenece al personaje de Jack Nicholson en 'Easy Rider', la película que hace 50 años marcó el inicio de una nueva era en Hollywood. Sobre el papel era una modesta road movie de moteros a cargo de dos colgados de Hollywood: Dennis Hopper y Peter Fonda. En la práctica significó la primera vez que un filme mostraba las grandes líneas de la contracultura de los 60: las drogas, la música pop, el pacifismo, la protesta hippy, la crisis del sueño americano. Costó apenas 375.000 dólares y Columbia recaudó 50 millones.

«'Easy Rider' transformó los Estados Unidos en Estados Alterados», alabó el pintor y cineasta Julian Schnabel al entregarle a Hopper el Premio Donostia en 2002. Por primera vez, la América hippy y contestataria se reconocía en una pantalla. El sistema recibía desde dentro una sonora bofetada. 'Easy Rider', subtitulada en España –donde se estrenó seis años más tarde– 'Buscando mi destino', demostró la validez del rock en las bandas sonoras y abrió las puertas de la industria a directores como Scorsese, Coppola y Cimino. Fue la prueba de que existía un amplio público juvenil que deseaba ver expresados sus sentimientos con vehemencia.

El filme (disponible en Netflix) arranca con sus dos antihéroes protagonistas, Billy (Hopper) y el Capitán América (Fonda), pillando cocaína a unos narcos latinos. Suena en los créditos el 'Born to be Wild' de Steppenwolf y este Quijote de aires místicos y su Sancho más terrenal arrancan su travesía por las carreteras americanas a bordo de dos chopper con el dinero escondido en el depósito de gasolina de una de ellas. Su meta es el carnaval de Nueva Orleans, el Mardi Gras.

En el camino recogerán a un hippy que les conducirá una comuna donde se practica el amor libre y a un abogado sureño, más colgado todavía que ellos, al que encuentran en la cárcel. A este último personaje, encarnado por Jack Nicholson, pertenecen las líneas de diálogo más lúcidas. «No os temen a vosotros, temen lo que representáis: libertad», espeta como presagio a sus nuevos amigos en una noche de alcohol y marihuana dialogando sobre los venusinos. Los paletos que miran con odio a estos melenudos hacen adivinar un trágico final.

«Mientras rodábamos la película podíamos sentir que el país entero estaba en llamas: los hippies, los negros, los estudiantes», cuenta Hopper en 'Moteros tranquilos, toros salvajes', el fundamental ensayo de Peter Biskind (Ed. Anagrama). «Yo quise introducir esa sensación en los símbolos de la película, como la gran moto cromada del Capitán América –esa hermosa máquina, cubierta de barras y estrellas y con todo el dinero en el tanque de gasolina es EE UU–, la sensación de que en cualquier momento podíamos volar en pedazos. ¡Bum!».

Jack Nicholson y Peter Fonda hablando sobre los venusinos. Dennis Hopper flipando en el Mardi Gras.
Imagen principal - Jack Nicholson y Peter Fonda hablando sobre los venusinos. Dennis Hopper flipando en el Mardi Gras.
Imagen secundaria 1 - Jack Nicholson y Peter Fonda hablando sobre los venusinos. Dennis Hopper flipando en el Mardi Gras.
Imagen secundaria 2 - Jack Nicholson y Peter Fonda hablando sobre los venusinos. Dennis Hopper flipando en el Mardi Gras.

Nadie daba un dólar por Hopper, un actor especializado en adolescentes revoltosos y violentos desde su aparición en 'Rebelde sin causa' con James Dean. La conmoción que causó su ópera prima le dio carta blanca en Hollywood. Universal le proporcionó medios ilimitados para rodar en Perú 'La última película', donde recrea la atmósfera lisérgica del 'viaje' de ácido en el cementerio de Nueva Orleans de 'EasyRider'. Fue un pretencioso fiasco de grandes proporciones y título casi profético, ya que tardaría diez años en volverse a poner tras una cámara. En 2010, a los 74 años, el cáncer de próstata pudo más que los tres litros de ron y los seis gramos de cocaína que el actor consumía diariamente a principios de los ochenta.

Medio siglo después, el viaje de Billy y el Capitán América sigue manteniendo su poder de fascinación, sobre todo cuando suenan en la banda sonora los Byrds, Jimi Hendrix y Roger McGuinn. Mientras el personaje de Peter Fonda, reservado e intenso, ha envejecido peor, el Billy de Dennis Hopper, siempre hambriento de sexo, drogas y comida, mantiene intacto su componente hedonista y rebelde. Jack Nicholson, que alardea en la vida real de haber fumado hierba a diario durante quince años, derrocha carisma en la piel de un golfo sin remisión, que va de paquete en la moto con un casco dorado de rugby con el mismo señorío que un rey.

'Easy Rider' se estrenó el 14 de julio en el cine Beckman de Nueva York, donde acabaron quitando las puertas de los baños porque la multitud se encerraba a fumar marihuana. Hopper hasta se atribuía el mérito de haber puesto de moda la cocaína en Estados Unidos. Ganó el premio a la mejor ópera prima en el Festival de Cannes y provocó un aluvión de películas contraculturales. Tres semanas después de estrenarse, Charles Manson y sus acólitos asesinaba a Sharon Tate embarazada de ocho meses y a otras cuatro personas más en la mansión de Roman Polanski en Los Ángeles. El sueño hippy llegaba a su fin.

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