«Ofrecemos servicio para personas con movilidad reducida, pero solo me han llamado tres personas que querían teñirse»

Es el caso de la peluquería que regenta Mirella Sáez. En el vidrio de su escaparate se puede leer el ofrecimiento de servicio a domicilio para personas con movilidad reducida; sin embargo, la realidad de este confinamiento por el coronavirus es otra.

«Ofrecemos servicio para personas con movilidad reducida, pero solo me han llamado tres personas que querían teñirse», cuenta la dueña de 'Ni al pelo'.

La situación de Mirella es complicada. Autónoma y con una empleada en su peluquería se muestra «indignada con el Gobierno» por la situación en la que estos negocios se vieron envueltas al principio del estado de alarma y también porque ha «tenido que pagar autónomos este mes y el sueldo y la Seguridad Social» de la trabajadora a su cargo.

«El presidente primero dijo que podíamos hacer servicios mínimos, pero ¿cómo lo hacemos a un metro de distancia?», pregunta indignada. El siguiente paso fue una rectificación que «no apareció por escrito» y después llegó la situación actual: «Dijeron que podíamos ir a casas a hacer servicios de higiene, nada de cortes o tintes, y solo a las personas más vulnerables».

Por eso su cartel en la peluquería. Por eso sus ganas de ayudar, pero también de poder facturar algo con lo que hacer frente a los pagos fijos. De momento el panorama es desolador. «Me han llamado tres personas, pero las tres personas ha sido para que les tiña el pelo», cuenta Mirella entre la indignación y el estupor, que asegura también que a pesar de necesitar el dinero no ha hecho los servicios. «No me voy a arriesgar a ir a casa de alguien a hacer un tinte y exponerme», asegura.

El servicio a domicilio estaba pensado especialmente para señoras mayores, pero no han llamado. «Para lavarse el pelo esas señoras tienen a alguien siempre, un cuidador o la persona que les hace la asistencia a domicilio y les ducha», explica Mirella.

La peluquera explica además que, aunque tiene varias clientas habituales que podrían acogerse al servicio, «ni siquiera quieren que vayamos a su casa porque tienen miedo de que podamos contagiarlas».

«La idea está ahí, pero no ha funcionado. El cartel seguirá puesto, yo estoy dispuesta a ir, tengo ganas de trabajar, pero de momento no ha funcionado», repite Mirella.

Esta ausencia de trabajo dejará mella en su economía: «Este mes cerrado, y lo que queda, es una ruina para el negocio. Existen préstamos, los préstamos ICO, a los que he tenido que recurrir, pero todavía no me han confirmado si me lo van a conceder. Ahora tenemos que pagar el IVA también, encima las peluquerías pagamos el 21%, por eso nos indignamos más cuando en un principio se nos declaró servicio esencial. No podemos ser esencial si soportamos un IVA del 21% cuando los servicios de primera necesidad soportan un 7%».