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Bidones con pintadas 'antifracking' a la entrada de una localidad burgalesa.
El norte de Burgos se alza contra el 'fracking'

El norte de Burgos se alza contra el 'fracking'

Ganaderos, tenderos, guías turísticos y hasta políticos están en alerta por el anuncio de sondeos: «Si hay que pararlos a pedradas, lo haremos»

o. igea

Martes, 7 de abril 2015, 11:18

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«Este vino, a hacer pozos... R.I.P.». El mensaje que acompaña a un espantapájaros vestido con un mono de trabajo y una gorra que alguien ha colgado del palo más alto a la entrada de la minúscula localidad de Castrobarto deja bien clara la opinión que los vecinos de Las Merindades burgalesas, a un paso de Vizcaya y Álava, tienen sobre el fracking, la controvertida técnica para buscar gas en el subsuelo que puede comenzar a aplicarse en la zona de forma inminente. El año que viene o el siguiente a más tardar. Fractura hidráulica NO, puede leerse cada dos por tres en balcones, comercios y edificios públicos de Villarcayo, Villasana de Mena, Medina de Pomar y todas las poblaciones que salpican el entorno, por si a alguien le quedaba alguna duda.

El acelerón que la petrolera BNK ha pegado a sus planes de rastreo, que incluyen una docena de perforaciones, ha puesto en pie de guerra al norte de Burgos. Hay quien tiene miedo a lo desconocido «nadie nos explica nada» y quien tiene clarísimo que los efectos medioambientales y sociales del fracking serán «devastadores». Ganaderos, comerciantes, médicos, estudiantes, jubilados, guías turísticos, agentes inmobiliarios, periodistas... y hasta políticos de diferente signo. Todos se oponen. El periódico no encontró a nadie en la comarca que aplauda lo que está a punto de pasar. «Aquí hay mucha gente mayor, vivimos desperdigados y cada uno está a lo suyo, nunca hemos sido muy combativos, pero por primera vez en mucho tiempo nos hemos unido con un objetivo», explican a la puerta de una panadería en Espinosa de los Monteros. «Si hay que parar las máquinas a pedradas, lo haremos».

Burgos ya fue durante el siglo pasado objetivo de los rastreadores de petróleo, que llegaron a detectar en la zona algún yacimiento relevante. Fue, de hecho, la primera provincia del país en la que se buscó el oro negro y ahora, muy a pesar de los vecinos, está a punto de ser pionera nuevamente. La empresa BNK gestiona el permiso para practicar fracking más avanzado del Estado y la sociedad Shale Gas España calcula que bajo Las Merindades puede haber hasta el 20% de todo el gas pizarra que puede existir en la península.

Si los doce pozos planteados confirman las previsiones, los promotores hablan de crear una industria y de una inversión superior a los 100 millones de euros en una zona deprimida y con problemas de despoblación, pero los movimientos ecologistas recuerdan que el subsuelo del entorno es la mayor formación kárstica de Europa. Dicho de otro modo, que es como un «queso de gruyer» en el que se pretende utilizar una técnica de perforación a la que algunos achacan filtraciones contaminantes. Y posible sismicidad. «Demasiado riesgo» para quienes residen a unos pocos kilómetros de la central de Garoña.

«Vivimos del turismo, de la caza, de nuestros productos, del paisaje. ¿Qué pasa si lo destruyen? Sacan gas 20 años y se van, pero nosotros nos quedaremos aquí», argumenta Juan San José, médico residente en la comarca y una de las voces más relevantes del movimiento contra la fractura hidráulica. «Aunque no llegara a pasar nada la sombra del fracking puede acabar con la marca de calidad de las lechugas de Medina o las patatas de Losa, y eso sería el acabose. Heineken ya ha dejado de comprar trigo en zonas donde se perfora con esta técnica», explica.

¿Y si el fracking fuera una oportunidad histórica?

Si lo tuvieran tan claro harían los sondeos en zonas más accesibles. En Burgos capital también hay indicios de yacimientos de gas, pero no, se vienen a Las Merindades.

BNK promete la creación de hasta 150 empleos por pozo, pero ni por esas ceden los vecinos. «La mayoría serán puestos especializados que ocupará gente de fuera. Ya nos ha pasado eso con un supermercado que han abierto hace poco... y nadie habla de los empleos que se pueden perder», añade Lourdes en su taberna de Villarcayo. Al hablar de profesionales en peligro se refiere a Janet Ortiz, que le pide un café desde el otro lado de la barra. Fue la primera ganadera de Las Merindades a la que la fractura hidráulica se le vino encima. BNK lleva dos años intentando comprar «por un precio irrisorio» un tercio del terreno en el que pastan sus animales en Santa Cruz de Andino y la amenaza de expropiación pende sobre ella. «Yo no puedo vender esa parcela, es mi vida y la de mi familia. Perdería las subvenciones... y un negocio en el que me metí con mis padres hace diez años cuando falleció mi hermana. Es su legado y lo quiero mantener», reivindica. «Somos el experimento que está esperando todo el país», lamenta.

Les han abierto la puerta

«Yo no creo que seamos conejillos de indias ni mucho menos», rebate Antonio Sánchez, un jubilado de La Naval de Sestao que cambió el bullicio de la Margen Izquierda por una casona en Salinas de Rosío, un pueblito de mil habitantes a medio camino entre Villarcayo y el Valle de Mena. «Las empresas van a donde se lo ponen fácil y mientras en otros sitios, como Euskadi y Cataluña, se están poniendo trabas aquí les han abierto las puertas de par en par», reprocha. Las licencias para hacer fracking las otorga el Ministerio de Industria si contemplan perforar en diferentes comunidades, o el gobierno regional correspondiente si únicamente se ciñen a un territorio. En Las Merindades coinciden el proyecto Urraca avalado por Madrid (afecta a Burgos y una parte de Álava) y el Sedano que ha autorizado la Junta de Castilla y León.

Las dos administraciones están gobernadas por el PP, igual que el Ayuntamiento de Medina de Pomar. La diferencia es que el alcalde, José Antonio López Marañón, se ha posicionado públicamente contra las tesis de su propio partido y rechaza la fractura hidráulica. «Es el mayor problema al que me he enfrentado en los 30 años que llevo como político», asegura. «Los vecinos te preguntan por la calle y no sabes ni qué decirles porque nadie nos cuenta nada sobre los proyectos. No sé si el fracking será bueno o malo, pero es mejor no hacer nada hasta que estemos seguros», pide.

«Es cierto que el PP podría haber frenado esto. En este asunto tengo mi propia opinión y así lo he expuesto al partido, dejaría de ser alcalde hoy mismo con tal de frenar el fracking», asegura el popular.

Las Merindades son uno de los entornos en los que más vascos han establecido su segunda residencia, y como la preocupación respecto a la fractura hidráulica también es notoria en Euskadi 100.000 personas han promovido una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que propone prohibir el fracking, las inmobiliarias del norte de Burgos temen un desplome de ventas y alquileres ante la «amenaza» de BNK. Un desplome mayor, se entiende, porque la crisis ya ha hecho lo suyo. En la zona pueden verse adosados a medio hacer y bloques de viviendas en los que se venden todos los pisos. «Antes las familias venían aquí los tres meses de verano, ahora quince días y gracias. Y si la zona empieza a llenarse de camiones y supuestos contaminantes, veremos. Yo no me arriesgaría con mis hijos», cnfiesa la responsable de una inmobiliaria.

En su pugna contra las prospecciones y sus supuestos riesgos medioambientales, los habitantes del norte de Burgos también buscan la complicidad de los vascos alertando que «la película les afecta directamente». Uno de los pozos planteados por BNK se ubicará en el entorno del pantano de Ordunte, el que abastece a Bilbao y a buena parte de Bizkaia. «Cualquier error puede contaminar el agua», repiten unos y otros.

El grito contra el fracking en Las Merindades está ya totalmente extendido, pero cuando apenas era un hilillo de voz su primer altavoz fue Radio Valdivieso, una pequeña emisora de la que se encarga Jokin Garmilla. «Hace tres años casi ni sabíamos de qué hablábamos... y ahora mira, ha provocado un cambio social. Las empresas deben saber que si hacen los pozos no cuentan con el apoyo de la gente. Será una imposición».

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