Valladolid, ciudad de teatro

El teatro no morirá nunca. Es una frase muy repetida entre las gentes de la farándula en estos tiempos de crisis en los que las artes escénicas atraviesan una situación especialmente delicada con la disminución de espectadores a causa de la recesión general, el progresivo descenso, cuando no desaparición, de muchas subvenciones y ciertas medidas políticas especialmente destructivas, como ha sido la subida del IVA cultural al 21%, que ahora se plantea derogar después de haber causado un enorme daño al sector sin llegar a servir al fin para el que se adoptó, aumentar la recaudación.

Pero ante este panorama aparentemente desolador hay un nombre que empieza a tener un brillo propio, a destacar por la cantidad de iniciativas que se ponen en pie y se mantienen o las que evolucionan y se trasforman para sobrevivir. Ese nombre es Valladolid, una ciudad que se quiere erigir, si no merece ya tal calificativo, en capital del teatro, un arte por el que siempre ha sentido una especial predilección, una cercanía, pero por el que ahora apuesta de forma singular.

A la indudable calidad de la oferta del Teatro Calderón, que este año cumple 150 años de su inauguración y 15 de su reapertura tras una costosa rehabilitación, y del Zorrilla, que lleva un lustro a pleno rendimiento desde que fuera reinaugurado también después de una ardua obra de mejora, se han sumado el Teatro Carrión, una de las salas históricas, que fue recuperada para la causa el año pasado gracias a la iniciativa privada y que se está abriendo un hueco en este complejo mundo. Solo entre el Calderón y el Zorrilla consiguieron llevar a casi 150.000 personas a ver una obra de teatro el año pasado.

El Laboratorio de las Artes (LAVA) suma una propuesta diferente y alternativa al panorama de la escena y la programación esporádica del Cervantes no termina de completar el panorama porque, además, otros foros también se suben eventualmente al carro de las artes escénicas, como el Centro Cultural Miguel Delibes o el auditorio de la Feria de Muestras, de manera que el abanico de opciones entre las que el público vallisoletano puede elegir es, seguramente, la mayor de España para una ciudad de sus características.

Pero es que a esa oferta hay que añadir algunos certámenes que también se encuentran, en sus respectivos géneros, entre los más prestigiosos del país. El Festival de Teatro de Calle (TAC), que este año alcanzará en el mes de mayo su decimoquinta edición, llena durante cinco días las calles de Valladolid de actores, titiriteros, payasos y faranduleros que indefectiblemente contagian un ambiente festivo y cultural. Su director, Javier Martínez, estimó que la pasada edición contó con un número de espectadores cercano a los 200.000. Para el alcalde de Valladolid es «el festival de teatro de calle más importante de España y dicen algunos que de Europa después del de Avignon».

En la provincia, el Festival de Teatro Clásico de Olmedo es una de las paradas obligadas del circuito nacional de certámenes de verano, al que suelen llegar cada año las mejores producciones de ese género, y en Urones de Castroponce, un pueblecito con 116 vecinos censados, todos los veranos desde hace 17 años se produce el milagro del Festival de Teatro Alternativo (FETAL), una cita inaudita y sorprendente que anima la desolada vida cultural de la Tierra de Campos. Y hablando de la provincia, a menos de 10 kilómetros de Valladolid capital, en Laguna de Duero tiene sus puertas abiertas la Casa de las Artes, un centro cultural que mantiene todo el año una intensa actividad entre la que cabe destacar una programación de teatro y artes escénicas de un alto nivel.

«Valladolid ha sido siempre proclive al teatro y ha sido ciudad piloto para probar el éxito de las obras. Cuando triunfaban aquí lo hacían en otras plazas, y eso es porque hay un público entendido y los críticos también son de prestigio». Lo afirma Enrique Cornejo, gerente del Zorrilla y un hombre que lleva el teatro en el ADN. «Cuando yo tenía doce años añade mi padre me llevaba a ver teatro al Lope de Vega, al Calderón, al Zorrilla, al Pradera... y todos eran privados, y había obras de calidad. Ahora hemos revitalizado totalmente el teatro vallisoletano porque han abierto nuevas salas, se han recuperado otras y hay una oferta de gran calidad», confirma Cornejo.

Pero además de salas, Valladolid cuenta con material humano de primera. Cuna de actores desde la antigua Escuela Provincial de Teatro, de la que salieron intérpretes que triunfan dentro y fuera de España, como Roberto Enríquez, Jorge Calvo, Ana Otero, Elvira Mínguez o Fernando Cayo, por citar solo algunos y sin olvidar a los añorados Fernando Urdiales o Ricardo Vicente. Dos auténticas damas del teatro, Concha Velasco y Lola Herrera, abrieron los ojos en esta ciudad, por la que ambas acaban de pasar triunfando en los escenarios que idealizaban de niñas. Aquí se han gestado proyectos teatrales de envergadura que han cuajado en compañías de prestigio, como Corsario, Rayuela o Azar, que cuentan por decenios sus años de éxito y que tratan de superar las adversas circunstancias con propuestas imaginativas, apretando el acelerador de la creatividad y abriendo nuevas vías por las que viajar hasta el final del túnel. El cabaret o el musical son géneros con los que se intenta, y se consigue, atraer al público a las salas. La unión esporádica o el intercambio entre compañías para afrontar algunos proyectos también está siendo una fórmula válida para afrontar determinados proyectos sin engordar la partida destinada a personal.

Para Fernando Herrero, crítico de teatro de El Norte que dirigió aquella legendaria escuela fruto de un consorcio entre el Ayuntamiento y la Diputación, en Valladolid se encuentran las compañías más destacadas de la comunidad «con grupos muy interesantes y muy buenos actores, que alcanzan un nivel semejante al nacional». «Valladolid ha apostado muy fuerte por el teatro continúa hay muchas salas, nuevas y recuperadas, hay fines de semana que pueden verse cuatro o cinco espectáculos y eso no pasa en muchas ciudades». Para el crítico, que echa de menos una mayor iniciativa institucional, a pesar de la dureza con la que la recesión ha golpeado al sector, «el panorama no es malo, hay posibilidades, porque la crisis, desde luego, no es de la gente», añade.

También lucha por salir adelante, superando grandes inconvenientes, la Escuela de Arte Dramático de Castilla y León (ESADCyL), heredera de la anterior y fábrica inagotable de actores que no se arredran ante la dificultad de abrirse camino en un mundo que acumula circunstancias desfavorables.

Un ejemplo de ello son los miembros del colectivo Teatrobrik, un grupo de actores, muchos de ellos egresados de la ESADCyL, que han creado su propia propuesta y hasta su propio espacio escénico, en el café Beluga, para poder canalizar sus inquietudes artísticas, su gran capacidad creativa y sus ansias por expresar sus ideas y planteamientos. El suyo es un teatro alternativo y minoritario pero no por ello menos válido e interesante que cualquier otro.

Algo parecido sucede con los grupos aficionados, que en Valladolid tienen una gran tradición y una actividad imparable. 13 de junio, por ejemplo, lleva 40 años produciendo obras y no le van mucho a la zaga Arcón de Olid o Tiramisú. Una decena de grupos mantenían una programación estable cerca de 40 funciones al año en la sala Borja hasta su cierre el año pasado y ahora buscan en los centros cívicos o incluso en el Teatro Zorrilla un escenario donde poder representar sus obras. El cierre de la sala Borja y el abandono del Teatro Lope de Vega, amenazado por la ruina, quizá sean dos de las peores noticias para la farándula pucelana.

La Universidad de Valladolid también tiene su grupo, Gente del Teatro y, en la provincia, la Red Provincial confía en llegar este año a 23 pueblos y alcanzar las 200 representaciones. En la última Muestra de Teatro Provincial participaron 33 grupos. Esta semana se entregaron los diplomas de la Muestra de Teatro Vecinal 2013, en la que participaron 52 grupos aficionados que lograro reunir a 11.200 espectadores, según los datos del Ayuntamiento

Para el alcalde, Javier León de la Riva, «es un hecho histórico conocido que en Valladolid se le ha dado siempre mucha importancia al teatro y su tremenda vinculación. No en vano, El Tenorio es una obra universal que escribió un vallisoletano y se estrenó aquí. Yo, desde pequeño, oía en mi casa cómo las compañías nacionales, antes de estrenar en Madrid o de hacer gira por España, venían a Valladolid, estrenaban en el Calderón y, si aquello funcionaba, seguían para delante, y si no, se iban para casa». El regidor destaca el apoyo municipal a todas las expresiones de las artes escénicas, «desde el primer nivel al de aficionados, pasando por el más innovador, el infantil, y sin olvidar el teatro de calle» y asegura que en las promociones turísticas de la ciudad «siempre incluimos nuestras programaciones teatrales».

«Hablar de Valladolid y de teatro es algo consustancial», recordaba el presidente de la Diputación, Jesús Julio Carnero, en la inauguración en el Zorrilla de la exposición sobre los 50 años de dedicación al teatro del dramaturgo José Luis Alonso de Santos. Carnero enumeraba todos esos datos que hacen de Valladolid una ciudad de teatro y añadía: «Siendo todo eso lo que de alguna manera pone en valor lo que es Valladolid en esa consustancia con el teatro, si hay alguien que hace amalgama de todo eso y lo une es Alonso de Santos, que ha sido actor, autor, gestor, productor, director, profesor y una de las figuras más señeras del teatro en las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI». El presidente citaba al autor allí presente para recordar que ambos se encontraban en «ese jardín del espíritu que es cualquier teatro».