Elvira Mínguez, en una escena de ‘Pudor’, de 2007. / EL NORTE
Elvira Mínguez. Actriz

«Me gusta el cine por encima de todo, me parece mágico, soy carne de rodaje»

Sin tiempo de digerir el éxito de ‘El tiempo entre costuras’ se embarca en el rodaje de otra serie, ‘Robada’, mientras espera que el cine la llame

JAVIER AGUIAR

Lunes, 27 de enero 2014, 10:45

Su rostro llegó al gran público hace ahora veinte años, recubierto de la dureza fría de una terrorista de ETA que además sufría un ataque de celos. Después adquirió muchos registros diferentes en las casi dos decenas de películas que firmó con algunos de los directores españoles de más prestigio y también con alguno de un poco más lejos (Pasos de baile, de John Malkovich). Ahora, esta actriz vallisoletana que renegó del teatro se refugia de la crisis en la televisión donde, en espera de mejores tiempos, no la va nada mal.

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Ya está inmersa en el rodaje de Robada, para Antena 3, ¿cómo es la serie?

Llevamos poco tiempo rodando y el mío es un personaje fijo pero tampoco es de los que está de continuo.

Es la historia de una chica que descubre que es robada. La adoptaron, no la dijeron nada, ella empieza a investigar un poco y se da cuenta de la verdad. A partir de ahí empieza a buscar más. La trama va desde 1974, en que ella nace y la roban, hasta 2013. Los capítulos van saltando por las diferentes épocas. Al final acaba construyendo una venganza de todas las personas que la hicieron daño. Salvando evidentemente todas las distancias, tiene como referencia a El Conde de Montecristo.

Eres la madre superiora del convento, ¿cómo es tu personaje?

Mi primera pregunta fue ¿estamos haciendo la Valbuena o no? (en referencia a sor María, la monja imputada en el robo de bebés). En principio ella es la que se encarga de asistir a los partos junto con el ginecólogo, de tratar con las madres, con las madres adoptivas y demás. Para mí uno de los hándicaps más importantes con este personaje es que todo el mundo conoce la historia de la Valbuena y todo el mundo pensamos de corazón, o por lo menos yo lo pienso, que era un bicho de tres pares de narices. Entonces queremos partir de ahí pero vamos a darle una vuelta de tuerca

¿Le ha quedado muy malvada?

Es la directora del convento pero básicamente es, y esto es la premisa de la que partimos, una mujer que piensa que está haciendo el bien. Lo que a mí me parece mucho más atractivo a la hora de encarar el personaje, aunque también es terrorífico que alguien pueda llegar a cometer unos actos terribles pensando que lo hace en aras del bien.

Terrorífico pero verosímil...

Absolutamente. Me parece que detrás de una sonrisa llena de bondad se puede esconder la personalidad más abyecta. He tirado por ahí y es una de mis propuestas porque esa es una de mis peores pesadillas, que me produce mucha desconfianza. Esas personas que se erigen en defensoras del bien, que por eso justifican todo lo que hacen y reducen a todos los demás a un atajo de idiotas que tenemos que aceptar su verdad como buena.

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¿Cómo ha vivido el gran éxito de El tiempo entre costuras? ¿Lo esperaba?

Sí y no. Evidentemente partimos de una novela y la novela es un éxito de ventas y la historia está hecha. Eso ya de entrada la hace diferente a la mayor parte de las series que se están haciendo sobre la marcha, que no tienen una historia terminada. Para mí es uno de los ingredientes para que la cosa salga bien, porque a nivel de interpretación ya sabes el material que manejas desde el principio. Además Boomerang se había encargado de contratar un equipo técnico magnífico, el cásting era excelente a ver, muy malos teníamos que ser para que fastidiáramos todo eso.

Es un concepto distinto de serie...

Efectivamente. No se hablaba de capítulos sino de episodios. El concepto de la serie era hacer doce películas pequeñas. Claro, todo esto ya le estaba dando un empaque y una envoltura muy diferente, muy cuidada. Cuando vi el primer capítulo me quedé totalmente sorprendida de hasta donde había llegado el resultado. En ese momento Adriana (Ugarte) estaba sentada a mi lado y comentamos, «esto es un éxito». Que se hayan ido sumando tantos espectadores a mí sí me ha sorprendido. El que el boca a boca haya funcionado de esa manera ha sido increíble.

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¿Cómo lo ha vivido?

Pues con mucha satisfacción de estar ahí. A posteriori, cuando he visto el trabajo de una forma mas reposada, pues la verdad es que estoy muy contenta con el trabajo que hicimos. En mi caso había cosas que eran complicadas técnicamente, la apuesta que yo hice junto con los directores tampoco era sencilla. El hecho de que haya sido aceptada y que la gente, de repente, eso es lo que tiene la tele que llega a muchísimas más personas, se me acerquen y me digan, «oye me he sentido reconocida totalmente con el trato a la hija»... Pues eso siempre, indudablemente, te llena de satisfacción. Estoy muy contenta, una sensación como un borracherón maravilloso y ahora un poco de resaca.

Han subido de calidad las series de televisión?

Sí, pero no es algo nuevo. Cuando se habla de una producción cara es relativo. Tampoco ha sido de esto que dices un gran despliegue de medios. Hemos hecho encaje de bolillos, de verdad, todos, no solo a nivel de producción. Esto quiere decir que hemos trabajado como si fuera cine en tiempos de tele, en este tinglado el dinero es tiempo, los recursos son tiempo básicamente. Hemos estado por momentos muy agobiados. A mí me parece que esto enriquece todavía muchísimo más el resultado y que demuestra que se puede hacer.

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Ahora todos los productores apretarán más las tuercas.

Claro, es una moneda de doble cara, ahora van a ver que se puede hacer con esta cantidad de dinero con un resultado tan espléndido, ¡coño!, nos van a reducir todavía más los sueldos. Estamos un poco acojonados, diciendo ¡jo!, a ver ahora que me va a pasar... Pero bueno, para mí hay cosas importantes con estas series que ojalá seamos capaces de reflexionar y continuar con ello. Una, que podemos hacer cosas esplendidas sin necesidad de compararnos con nadie de fuera, y luego que por fín para mí es la forma de aunar cine y tele, que a mí eso me parece muy importante.

¿La profesión sigue considerando la televisión un género menor?

Hasta hace poco parecía como que siempre la televisión tenía que aprender del cine y me parece que esto también ha demostrado que el cine puede aprender mucho de la televisión, y que con lo mejor de cada casa, lo mejor de la televisión y lo mejor del cine, se pueden hacer productos espléndidos.

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Además no está el patio como para ponerse exquisitos...

Con la situación que estamos viviendo y siendo realistas, no podemos pensar que vamos a volver a los tiempos en los que en este país se hacían 200 películas al año. Pero sí podemos creer, pensando en el futuro y puesto que la televisión es la salida que encontramos ahora de crear cosas, que la televisión es una manera de contar cosas, un vehículo para contar donde se puede trabajar exactamente igual que en el cine.

¿En la profesión ya no se considera como un género inferior?

No sabría generalizar, pero a mí me parece se ha quedado obsoleto eso de que la televisión es el hermano menor.

Pero el cine es el cine...

A mí me gusta el cine por encima de todo, la manera de hacer cine, el cambalache de empezar con la última secuencia y volver a la primera. Soy carne de rodaje, disfruto estando horas allí viendo trabajar a todos los equipos y me sigue pareciendo absolutamente mágico el momento en el que dan motor y acción y todo ese engranaje se pone en funcionamiento, y me parece milagroso que ciento y pico personas, en un instante, se ponen a lo suyo para hacerlo posible.

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Pero hace mucho que no hace una película...

Es que cine no hay y hay una familia, hay que comer, hay que pagar facturas y de donde están llegando los proyectos es de la televisión, y te ves obligada a hacer televisión. Pero una vez dicho esto hay que insistir en que se puede hacer tele como si fuera cine, ni mejor ni peor, con una calidad exactamente igual. Espero que los compañeros hagan esa misma reflexión, que a mí me ha permitido entender otras posturas, y que nos enfrentemos a cada proyecto en que nos metemos en televisión como si fuera una película más.

¿Qué es lo que puede aprender el cine, a ajustar presupuestos?

Sí, en eso y en tdos los sentidos, es una cuestión de clarificar objetivos, de tener mucho más en cuenta al espectador, entender qué es lo que pide ver, a qué demanda esta respondiendo, no sé...

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¿Y del teatro qué fue? ¿Se olvidó?

No, no me olvidé, fue absolutamente decidido. Lo último que hice fue una obra en Madrid y decidí que no me gustaba, honestamente, y ya está, nada más, y de momento sigo con la misma idea. El teatro me sigue gustando verlo y leerlo, pero no me gusta hacerlo, no lo disfruto y es una profesión que hay que disfrutarla. Bueno como todas, ¿no?

Valores paradójicos

Usted es una actriz, joven pero últimamente le dan papeles casi de anciana.

Pues sí, es una de mis grandes batallas, no solamente en cuestión de trabajo. A mi me resulta paradójico. Vivimos en una sociedad que va envejeciendo a pasos agigantados, pero sin embargo se sigue manteniendo la juventud como uno de los principales valores. Parece que todo lo que se hace va dirigido al público joven, y como tal los personajes responden a eso también. Un personaje que tenga 30 años lo hace una chica de 20; el de 40 lo hace una de 30... y el de 60 lo hace una de 48, como yo.

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¿A qué cree que responde?

Responde a una cuestión social en mi opinión absolutamente equivocada. Llega un momento en el que los personajes de a partir de 35-40 años y hasta los 60 son solamente personajes funcionales. Como que esta franja horaria no interesa lo que nos ocurra como seres humanos. Y en el caso de las mujeres, en una sociedad que continúa siendo tremendamente machista, lo que les ocurra a la mujeres no interesa nada. Esta cosa tan horrenda que se dice de ya no estás en el mercado, y te conviertes en una especie de mueble. Me paso todo el puñetero día reivindicando esto.

¿Está haciendo daño a la profesión? Hay muchos actores jóvenes salidos de la televisión que copan el trabajo y se lo cierran a otros con más experiencia.

Absolutamente, pero principalmente porque no se escriben esos papeles. Los protagonistas son siempre jóvenes. Yo me dedico a esto pero básicamente soy espectadora y a mi me da mucha rabia, jolín, encontrar muy poca oferta para mi edad, en la que me hablen de temas que me interesen. Hay mucho más público mayor de edad y, sin embargo, las historias no se construyen para ellos. No confían en ellas porque creen que no van a funcionar.

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El caso es que lleva un tiempo alejada del cine.

Sí, es verdad que últimamente no ha llegado ningún proyecto de cine, lo que está llegando es de televisión y eso, para hacer abuelas. En El tiempo entre costuras era madre, pero en Hermanos, que se estrenará pronto, supongo, porque lleva un año y pico hecha, soy abuela.

-Usted que ha sido una actriz comprometida ¿cómo ve la situación que vive el país ahora mismo?

Creo que como todos, bastante espeluznada y bastante indignada, con muchísima sensación de impotencia, con rabia, sin entender muy bien y, desde luego, muy decepcionada. Creo que no solo es una cuestión ideológica, también hay una cuestión de altas finanzas y ahí no sé muy bien hacia dónde nos están llevando. Muchas veces tengo esa sensación de que no se puede hacer nada, nada más que agarrar los machos, apretar el cinto, los dientes y esperar a ver qué nos depara el fututo. A mí esa sensación, por una cuestión de carácter, me lleva los demonios.

¿Qué espera de nuestros gobernantes?

A ver si se dignan a darnos una explicación de verdad, a hacernos ver que somos un pueblo maduro que ha pasado muchas cosas, que también somos un pueblo culto y que nos dejen de tratar como si fuéramos auténticos idiotas y, sobre todo, como si fuéramos niños. Que de una vez por todas esta actitud paternalista, terrorífica, que están teniendo la dejen en paz ya. Y que se sienten delante de nosotros, como hacen en otros países, y nos expliquen la situación de verdad y empecemos a tener de verdad voz y voto en nuestro propio futuro.

¿Qué debe cambiar?

Yo tuve la ocasión de interpretar a Clara Campoamor y de meterme mucho en ese personaje, y me siento un poco decepcionada con la atadura de manos que supone la Constitución, que teóricamente nos ampara a todos, pero que no podemos mover. Creo que tiene que cambiar porque sino no tenemos armas, no estamos amparados con nada y eso me parece terrible.

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¿Cree que estamos volviendo a los tiempos de Campoamor?

No solo como mujeres sino en cuestión de bienestar social a mi me perece que lo hemos perdido absolutamente todo. Creo que hacia fuera somos un ejemplo patético. Para mi una de las cosas maravillosas que tenia la Campoamor es que por encima de política era una humanista. Y ahora todo eso no está por ningún lado, no lo ves por ningún lado en la clase política. Creo que no debemos perder de ninguna forma en este momento la perspectiva del humanismo y, sin embargo, no hay ningún tipo de pudor a la hora de ejercer todo lo contrario.

¿Y en lo que respecta a la política cultural de este gobierno?

¿Qué política cultural? (risas). Bueno, algo hacen, destruir, destruir todo. Yo nunca he entendido cómo hay determinados temas, como son cultura, educación, que es lo mismo, y sanidad, que dependen de un signo político. Me parece que son tres pilares que deberían estar exentos absolutamente de cualquier vaivén político. Respecto a la cultura, en resumidas cuentas parece que piensan que, cuanto más idiotas mejor, más fácil nos podrán manipular.

Le van a acusar de ser tópica.

Pero es totalmente cierto. Lo que hacen va en contra de la evolución lógica del ser humano. Hay cosas que ha dicho nuestro querido ministro de Educación que me parecen auténticas aberraciones, que van hacia la destrucción de los sueños, cuando los sueños es lo que nos permite evolucionar, imaginar cosas nuevas, nuevos mundos. Ir en contra de eso es ir en contra del propio ser humano. Es una de las mayores barbaridades que se pueden cometer. Y desde luego van por ahí. La única manera de poder salir de una crisis es educando y, sin embargo, se está yendo por el camino contrario, se están poniendo cada vez más zancadillas y trabas no solo en la educación pública sino a todo lo que suponga cualquier tipo de educación y cultura. Me parece terrible.

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