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Una de las actuaciones. / ANTONIO TANARRO
El festival salda el fin de semana con inmejorables cifras de asistencia
TITIRIMUNDI

El festival salda el fin de semana con inmejorables cifras de asistencia

Los espectadores copan las calles y plazas, algunas intransitables

ALFONSO ARRIBAS

Lunes, 13 de mayo 2013, 20:55

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Aún tienen que procesar los datos, pero una simple observación del ir y venir de turistas en el interior del Centro de Recepción de Visitantes del Azoguejo bastaba para comprobar la afluencia masiva a la ciudad durante la jornada del domingo, evidencia que por otra parte se hacía patente en calles y plazas que, como el sábado, se volvieron casi intransitables.

Otra certidumbre es la especialización del turismo en estos días, ya que el mostrador de venta de entradas de Titirimundi en el propio Centro tenía más trasiego que el dedicado a dar información monumental. Los programas del Festival eran más demandados que los planos de la ciudad, e incluso el suplemento que El Norte publicó esta semana para anunciar la edición de 2013, presente en las mesas y estanterías de la oficina turística, se colaba en mochilas y bolsillos como guía para recorrer los escenarios del Festival.

Evaristo, un motero burlón que recorre las calles con su carromato mágico a cuestas, ya es uno de los símbolos de este Festival. Por sus altavoces, entre otras cosas, se anuncia la exposición ubicada en La Alhóndiga, mientras un guardia urbano con maneras y vestimentas antiguas regula el tránsito del vehículo y, de paso, entretiene y divierte a los observadores.

El de Txo Teatre es un pasacalles singular que se ha ganado al público con simpatía e ironía. Posan para los fotógrafos, acompasan sus movimientos y sorprenden por la inverosímil movilidad del cachivache remolcado por la moto, de donde surgen nuevos personajes e historias. Es una representación sin horario estable, de las que hay que jugar a encontrarse. Cuando las sesiones matutinas habían echado el telón, ya cerca de las tres de la tarde, ellos seguían entreteniendo al respetable en Fernández Ladreda.

Llamativa, aunque ya conocida, fue la aportación de Sogolón (Mali), la única compañía africana presente este año en el programa. Protagonistas de una pieza emitida en un informativo nacional para dar cuenta del Festival, sus marionetas son vehículos para fabular sobre los ancestros y relatar historias pegadas a aquella tierra. Un mosaico de exotismo, colorido, entrega y magia que podrá verse de nuevo hoy y el miércoles en el entorno de la Plaza Mayor segoviana.

Una delicia es el espectáculo Teatro de todas partes que Horacio Peralta, argentino residente en París, regala en el patio del Palacio de Quintanar. La compañía se llama Bululú y es marca de esencias, de pequeños formatos y representaciones repletas de experiencia, de gran manejo de los títeres, de ternura y profesionalidad. Bastan apenas 25 minutos para perfilar un desfile de personajes entrañables, creados desde el corazón, que encandilan a todas las edades, esa etiqueta que muchos se arrogan pero que no siempre es cierta. Sencillo, que no simple, el número del escultor que con El lago de los cisnes de fondo modela su propio reflejo. Estupendo el momento en que El Idiota adquiere conciencia de su naturaleza, no de bobo sino de títere. Y estupenda la historia de amor entre dos criaturas indeterminadas que se cortejan a ritmo de Elton John. «Un día me fui de Argentina con unos cuantos títeres en la maleta», explica Peralta, y con ese puñado de marionetas recorre el mundo desde entonces.

De los espectáculos de calle merece la pena destacar el Titiricircus de Tanxarina, que repetirá el miércoles en la plaza de la Trinidad. Una compañía gallega veterana que sabe hacer teatro desde la estupenda base actoral de sus integrantes y utilizando títeres expresivos y cómplices.

Este circo desplegado en el Festival es en realidad el recuerdo de lo que fue, un gran espectáculo en el que una gran cobra india intimidaba al espectador y el hombre más fuerte de la península lucía palmito y presumía de flexibilidad. Montaje entretenido, bien conducido y con un punto de añoranza que se ve con agrado.

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