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El Reino de Oku, en San Ambrosio
Arte africano

El Reino de Oku, en San Ambrosio

La colección Jiménez-Arellano crece con una donación desde Camerún

VICTORIA M. NIÑO

Miércoles, 6 de junio 2012, 14:05

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La sala de San Ambrosio del Palacio de Santa Cruz alberga una exposición del Reino de Oku, una cultura que vive en el noroeste de Camerún, con una población de 300.000 personas organizadas en 36 pueblos. Con cuatro siglos de historia, es un grupo feudal, monárquico y organizado en sociedades secretas. Máscaras, fetiches, muebles, vestidos e instrumentos musicales conforman la muestra más amplia de esta tribu africana que ha sido posible gracias a la donación de su rey a Ana Alonso y Alberto Jiménez-Arellano, presidentes de la Fundación que lleva su nombre.

Desde 2004 esta institución mantiene en depósito su colección en dos salas del Palacio de Santa Cruz que serán tres (Rectores, Renacimiento y San Ambrosio). Hasta ahora el MUVA acogía una colección de terracotas desde el siglo V a. C. hasta el siglo XX, «más de 150 piezas que recorren todas las culturas de África», señaló el rector de la Universidad de Valladolid, Marcos Sacristán. Del viaje histórico documentado a través de un material universal y endeble como es el barro cocido, de la recreación arqueológica, a la etnografía sobre una cultura viva. Ramón Sanz, experto en arte africano, destacó la oportunidad única que permite la donación de esta «regalía» a los Jiménez-Arellano. Dos museos alemanes andaban tras ella desde hace tiempo, «pero en África es una cuestión personal, no va por los cauces a los que estamos habituados aquí y eligieron a esta familia», dijo Sanz refiriéndose a los patronos.

El asesor científico explicó los espacios en los que se organiza la sala. Los objetos vinculados a la autoridad del rey, máxima autoridad política, religiosa y judicial del pueblo Oku, ocupan el centro de la estancia. Hay un conjunto de camas rituales, asiento del poder, utilizadas para entronizar a los jefes, talladas con relieves simbólicos que hablan del estatus del jefe. El Pórtico de la Casa de la Guerra está adornado con emblemas del poder: la valentía (pluma roja en el tocado), la nobleza (dos campanas bordadas en las cenefas de la túnica), la misión (máscara del mensajero, la tuba para anunciar a los enemigos). Fetiches y máscaras están muy presentes en los dispensadores de la medicina tribal, los curanderos, recreados en una 'consulta' real. Las máscaras no son exentas sino que la cimera va seguida de túnica que cubre por completo al portador, «se utilizan en ceremonias, hay que imaginarlas danzando». «En otros casos sabemos de una civilización por sus vestigios a partir de los cuales los arqueólogos la reconstruyen. En este caso se trata de un reino que nunca ha sido conquistado y que nos cuenta directamente su historia», dice Sanz.

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