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Sobre estas líneas, el militar, con uniforme de cadete, en sus años en la Academia de Infantería de Toledo. En la página 7, aparece con uniforme de campaña, en una fotografía posiblemente tomada en 1908. / FOTOS CEDIDAS POR CRISTINA GUERRA MARTÍNEZ
SEGOVIA

Pepito Ochoa en el recuerdo

En San Millán hay una calle dedicada al teniente Ochoa, militar de Infantería que murió en la campaña de Melilla de 1909. Su trágico destino causó honda impresión en la sociedad segoviana, muy conmovida ante la movilización masiva de tropas. Cien años después, el nombre de la calle perpetúa la memoria del bravo muchacho y rescata un episodio de nuestra historia, la cuestión de Marruecos, que acabaría marcando el futuro del país.

CARLOS ÁLVARO

Domingo, 8 de noviembre 2009, 02:12

En los cafés se ventilaba lo de África con la misma intensidad y pasión que en los barrancos del Rif, pero con menos riesgos, claro. Los tertulianos del Casino de la Unión, de La Suiza o de la redacción del 'Diario de Avisos' intercambiaban impresiones ante las noticias de Melilla, que llegaban con cuentagotas y censuradas. Fueron un verano y un otoño convulsos, plagados de relatos sobre encarnizados combates y de interminables partes de muertos y heridos que los papeles se encargaban de transmitir cuando podían. Fueron un verano y un otoño, aquellos de 1909, que la memoria colectiva española no debe olvidar.

Todo comenzó el 9 de julio. Aquel día se supo que un grupo de moros había asesinado en Melilla a unos obreros españoles del ferrocarril minero. La situación no era nueva, porque la inseguridad en la zona aumentaba por momentos y se sucedían las agresiones y los insultos. Ante los crímenes, el Gobierno, presidido entonces por Antonio Maura, autorizó al general Marina, comandante general de aquella plaza desde 1905, emprender acciones ofensivas que aplacaran la revuelta en las inmediaciones de la ciudad y restablecieran el orden. Pero Marina pidió más hombres y el Ejecutivo emprendió una movilización masiva con el objetivo de reforzar la guarnición melillense. Incluso se llamó a filas a los últimos licenciados -los reservistas- por tener todavía reciente el adiestramiento militar. Esto causó un formidable quebranto en la sociedad del momento.

En Segovia, lo de Melilla se siguió con tensión y sumo interés. De hecho, los periódicos dedicaron grandes espacios a relatar el conflicto. Pero el escalofrío llegó el día 26 de julio, cuando los dos diarios existentes dieron la noticia de la muerte del teniente segoviano José Ochoa y Pérez a consecuencia de las heridas sufridas en el combate del 23 de julio. «¡Pepito Ochoa!», clamaba el 'Diario de Avisos'. Y es que el fallecimiento del militar conmocionó a una ciudadanía ávida de información, pero también a todo el gremio periodístico, pues Pepito Ochoa, que sólo tenía 23 años cuando perdió la vida, era hijo del inolvidable Antonio Ochoa y Álvarez, capitán de Infantería y fundador del semanario 'El Adelantado', publicación que se editó en Segovia entre 1880 y 1901. El trágico final del joven envuelve con un halo romántico una historia que no debiera perderse en las brumas de la memoria porque forma parte del pasado de la ciudad y toca de lleno un pasaje demasiado sensible y doloroso de la historia de España.

José María de Ochoa y Pérez, nacido en Segovia el 26 de enero de 1886, quiso seguir los pasos de su padre e ingresó en la Academia de Infantería de Toledo el 30 de agosto de 1905. Allí cursó sus estudios militares hasta julio de 1908, en que fue promovido al empleo de segundo teniente de Infantería y destinado al Batallón de Cazadores de Alfonso XII número 15, con sede en Vic (Barcelona). En Cataluña permaneció casi un año, hasta que fue movilizado para la campaña de Melilla.

El joven oficial segoviano partió con su batallón del puerto de Barcelona, el 17 de julio de 1909. Lo hizo a bordo del buque San Francisco, que desembarcó en Melilla dos días después, cuando la situación ya era muy crítica. La compañía tomó posiciones en las inmediaciones del fuerte de Cabrerizas Bajas, donde estuvo durante los días 20, 21 y 22 de julio. En la tarde del 22, el teniente marchó al Hipódromo para formar parte de la columna que, a las órdenes del coronel Álvarez Cabrera, llegó al barranco de Sidi Musa unas horas después, ya de madrugada. El parte de lo ocurrido posteriormente lo detalla la 'Hoja de Servicios' de Ochoa, guardada en el Archivo General Militar de Segovia: «A las cuatro y media de la mañana llegó a Sidi Musa, donde se detuvo la columna a descansar; hecho esto y cuando se daban las órdenes para emprender la marcha, el enemigo rompió un furioso fuego de fusilería á muy poca distancia del campamento; en la natural confusión y ante el tan violento como inesperado ataque, este oficial [Ochoa] consiguió rehacer su sección conteniendo con su nutrido fuego al enemigo que ocupaba las alturas inmediatas y coadyuvando a la defensa de las fuerzas de una batería de montaña, hasta caer herido gravemente y ser transportado al Hospital Militar de Melilla».

Las heridas eran de tal magnitud que el muchacho aguantó sólo unas horas. En el mismo hospital falleció el 24 de julio de 1909. Sus restos mortales recibieron sepultura en el panteón de las víctimas de la campaña de Melilla de 1893, en el cementerio de la Purísima Concepción de esa ciudad. Escasas jornadas después, el 11 de agosto, una Real Orden le concedió el empleo de primer teniente con antigüedad de 23 de julio y «por el mérito contraído en dicho día en el combate de Sidi Musa».

Militar y poeta

En su necrológica del 26 de julio, el 'Diario de Avisos' señala que el teniente era «popular y estimadísimo» entre la población segoviana y subraya la «bondad» de su carácter, su «caballeroso trato» y las «recomendables condiciones de ilustración y cultura, de que había dado pruebas en algunas producciones poéticas de reconocido mérito».

El periódico ahonda en la mala suerte de lo ocurrido y desvela que Pepe Ochoa se encontraba disfrutando de una licencia de dos meses cuando tuvo noticias del destino de su batallón y se apresuró a incorporarse espontáneamente: «En el [combate] del 23 formaba batallón con la columna del coronel Álvarez Cabrera, y en la empeñada y heroica lucha que sostuvo contra enormes y aguerridas fuerzas moras en el barranco de Alfer, fué tan gravemente herido, que falleció al día siguiente, en el hospital de Melilla. ¡Pobre Pepe Ochoa! Bien joven hizo la ofrenda de su vida en holocausto de la Patria», relata el diario.

Verdaderamente, pese a su juventud, Ochoa era un militar culto. Su padre, buen escritor, había sabido dar un carácter literario y erudito al semanario que fundó, y su tío, Rafael Ochoa, fallecido en 1901, también destacó como poeta. El 3 de agosto de 1909, unos días después de la muerte del oficial de Infantería en Melilla, 'El Adelantado de Segovia' publicó un soneto que él mismo había escrito unos días antes de recibir en Toledo el Real Despacho de manos del rey Alfonso XIII el 14 de julio de 1908. Los versos son premonitorios y anticipan su suerte:

«En el reducto la bandera ondea / la noche envuelta en sombras adelanta, / y una plegaria al cielo se levanta / en la vecina torre de la aldea. / El campamento que la brisa orea / un himno mudo de misterios canta, / y el pecho del soldado se agiganta / á los nobles impulsos de una idea. / Se oye gigante voz de fe sincera, / con que el cañón despide en la trinchera / un sol poniente que la bruma empaña. / ¡Espectáculo hermoso! ¡Quién pudiera / coronar el final de su carrera / muriendo honrado por salvar á España».

La Semana Trágica

La de Ochoa fue una de las muchas bajas que el Ejército español sumó aquel año en el Rif. La situación se complicó en los días posteriores. El 27 de julio tuvo lugar el fatídico episodio del barranco del Lobo, donde tres batallones españoles sufrieron la emboscada de los rifeños y perdieron miles de hombres. La gravedad de la situación y la oposición frontal a la intervención que mostraron los partidos políticos y los sindicatos anarquistas y de izquierda derivaron en la llamada Semana Trágica de Barcelona, el movimiento insurreccional que estalló al conocerse en la ciudad catalana lo sucedido en el barranco del Lobo. Surgida como una protesta contra el enfrentamiento bélico, la sublevación se transformó en un motín popular y en una huelga revolucionaria de primer orden en la que predominaron la violencia contra la iglesia y el antimilitarismo. El conflicto terminó con una fuerte represión y el fusilamiento, el día 13 de octubre, del anarquista Ferrer Guardia, considerado instigador de la insurrección. Esto desencadenó a su vez una fuerte oposición fuera y dentro del país que acabaría con el gobierno conservador de Maura, porque el rey, temeroso de que al final todo se volviera contra la Corona, decidió entregar el poder a los liberales.

El conflicto se prolongó hasta el mes de diciembre. Hasta 40.000 hombres llegaron a juntar las tropas españolas en una campaña que había que ganar sí o sí, sobre todo porque era preciso resarcirse de las heridas de Cuba y Filipinas. En septiembre, los soldados españoles consiguieron coronar el monte Gurugú y llegar hasta el barranco del Lobo. Allí estaban todavía los cuerpos de los soldados caídos en el combate del 27 de julio. Las hostilidades finalizaron a mediados de diciembre, momento en que la zona se dio por pacificada. La guerra fue considerada victoriosa y el resultado satisfizo al rey, pero los muertos y los heridos fueron muy numerosos, y el enfrentamiento ocasionó una fractura en la sociedad que iba a permanecer abierta durante casi todo el siglo XX.

El Ayuntamiento de Segovia, dolido por la muerte del teniente Ochoa, decidió posteriormente dedicarle una calle del barrio de San Millán, la hasta entonces denominada de Caballares, situada entre la calle del Carmen y el Paseo Nuevo, es decir, donde la familia Ochoa tenía la tejera. Sus hermanas Rafaela, Adela y Cristina, y sus cuñados, los militares Fabriciano Haro y Germán Menacho, ambos profesores de la Academia de Artillería, lo recordaron mientras vivieron. Cien años después de aquellos acontecimientos, la denominación de la calle salva la memoria del querido José Ochoa, 'Pepito' Ochoa.

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