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Ignacio Moral, alma máter del proyecto, ante el ábside. / ARGI
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Comer y rezar

El convento de Santa María la Real de Mave ofrece la posibilidad de visitar y comer en sus instalaciones y conocer a las monjas de San Andrés del Arroyo

J. P. A.

Viernes, 11 de septiembre 2009, 03:49

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E l convento de Santa María la Real de Mave se ha ganado en 20 años la credibilidad como alojamiento turístico. En distintas fases ha logrado convertirse en un hotel de referencia en el medio rural debido a la fusión en su decoración del elemento patrimonial y el diseño moderno. Pero al mismo tiempo ha conseguido, con más esfuerzo, definir bien su comanda y su restaurante El Convento mantiene una carta actual, variada, en la que se aprecia un buen planteamiento técnico y un trabajo serio sobre los productos tradicionales.

Desde un rodaballo asado con verdejo hasta una menestra palentina, una mousse de merluza con verduras o una carrillera al Pedro Ximénez con crema de queso del Cerrato. Son sólo algunos ejemplos de una carta donde nunca faltan la sopa castellana, una buena carne de vaca o los guiños a los productos tradicionales palentinos.

Ignacio Moral ha logrado, con muchos años de formación, dirigir su propio equipo de cocina. Su hermana Begoña, al frente de la gestión del hotel, es quien propone un plan de fin de semana que tiene mucho que ver con la primera sorpresa que se lleva el comensal al llegar al convento: la visita a la bella joya románica de Santa María la Real de Mave, pues una buena parte de las instalaciones del hotel, el restaurante y los jardines ocupa los mismos lugares y estancias que aquel monasterio que dependió del prior del convento de San Salvador de Oña, y que la familia de Begoña e Ignacio adquirió para convertir un espacio inutilizado en un referente del turismo de Castilla y León.

Por eso, y teniendo en cuenta que la oferta monacal del norte de Palencia es muy variada, este plan propone a los comensales que, tras la sobremesa, se acerquen al monasterio de San Andrés del Arroyo, a treinta minutos en coche y situado en el corazón de la comarca de la Ojeda. Una buena ocasión para llevarse otra imagen de un monasterio singular, en este caso habitado por una comunidad de monjas cistercienses que custodia otra de las joyas del románico, además de elaborar una buena muestra de dulces artesanales que se pueden adquirir allí mismo.

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