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El turismo que conducía el herido volcó sobre el lado del copiloto en la ladera del Pisuerga. / J. S.
«Todavía me queda leche por repartir»
VALLADOLID

«Todavía me queda leche por repartir»

Un conductor ebrio salva la vida al quedar su coche enganchado a un árbol en una ladera sobre el Pisuerga

J. SANZ

Sábado, 4 de julio 2009, 20:22

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«Un milagro». Testigos, bomberos, policías y sanitarios coincidieron ayer por la tarde en calificar la suerte que tuvo un conductor ebrio después de precipitarse con su turismo por una ladera con un desnivel de más de diez metros sobre el cauce del Pisuerga justo detrás de la residencia de ancianos El Encinar del Rey, en la urbanización Santa Ana. Un oportuno árbol hizo de tope y evitó que el vehículo y su único ocupante se precipitarán en caída libre al agua.

El siniestro ocurrió a las 19.50 horas y, en un primer momento, las primeras personas que vieron caer el coche ladera abajo advirtieron al 112 de que había llegado al agua con un hombre dentro. Eso obligó a movilizar a un helicóptero y a un equipo de rescate acuático del Cuerpo de Bomberos. Los primeros efectivos de la Policía Municipal que llegaron al lugar de los hechos comprobaron que un árbol había evitado la tragedia.

Cuadruplicó la tasa legal

Una vez desactivada la alarma aún había que rescatar al conductor después de que su monovolumen, un Citroën Xsara Picasso, acabará semivolcado sobre el lado del copiloto a medio camino entre lo alto de la ladera y el río. Los Bomberos emplearon casi una hora en llegar hasta el herido, primero, para subirlo en camilla hasta la ambulancia que le evacuó al Clínico y en retirar el coche, justo después, para que una grúa lo trasladara al depósito municipal del Camino Viejo de Simancas, situados a escasos 500 metros de allí.

El conductor estaba relativamente bien y, un tanto desorientado, sólo acertaba a decir: «Todavía me queda leche por repartir». Las cajas que llevaba en el vehículo daban fe de su trabajo. Pero este es sólo el final de una rocambolesca historia sobre un accidente aderezado con gotas de alcohol. Tantas como que el repartidor, una vez atendido, cuadruplicó con creces la tasa legal de alcoholemia al superar un nivel de un gramo por litro de aire espirado -el límite es 0,25-.

Una señal derribada

Así que apenas pudo explicar que se le había pasado por la cabeza para acceder por un camino de la calle de las Olimpiadas, detrás de la residencia, continuar él sólo por la explanada y proseguir campo a través con un coche que, además, llevaba una rueda reventada, justo por el borde de la ribera del río.

La excursión acabó mal y el coche acabó cayendo por el terraplén. Su camino hasta llegar a este punto es una incógnita si bien su deambular por las calles de la capital no pasó desapercibida para otros conductores. No en vano, el conductor circulaba por el Camino Viejo de Simancas y, al girar a la derecha para coger la calle Barcelona -la de El Encinar del Rey-, se subió por la acera y tumbó una señal del paso de peatones. Los primeros testigos ya alertaron entonces de lo ocurrido a la Sala del 092.

Con razón la víctima, J. P. A. H., de 33 años, reconocía sin parar que había «vuelto a nacer». Y tanto.

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