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VIDA Y OCIO

La familia de un hombre que lleva 15 años en coma pide que se le deje morir

Está ingresado en una residencia especializada en Francia y todos, menos su padre, quieren retirarle la alimentación

LORENA SEBASTIÁN

Martes, 17 de febrero 2009, 01:21

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Ahora está «atrofiado y deformado», pero hace 15 años era un joven con un futuro prometedor. Toda su familia, menos su padre, está de acuerdo en dejar de suministrar a Alan Pérez alimento para que muera y descanse en paz, aunque una llama de esperanza aún llena el corazón del hombre que le dio la vida.

La familia del joven ha reaccionado tras el 'caso Eluana' y ha querido sacar su caso a la luz pública. «Alan no vive. Eso no es vida». Así resume su hermana Edith el calvario que sufre el joven que perdió la juventud en el Paseo de la Petxina de Valencia hace ya 15 años. Un golpe en la cabeza y una parada cardiorrespiratoria le condenaron al más profundo de los silencios, a la inmovilidad, a la no consciencia.

Alan Pérez y sus tres hermanos son hijos de un matrimonio de españoles que emigraron a Francia, ella andaluza y él valenciano. Dos de los hijos, Alan y la que ahora habla públicamente desde el pueblo valenciano de Tavernes Blanques, volvieron entre 1988 y 1989 a Valencia, donde el joven halló la tragedia en marzo de 1994. Entonces tenía 26 años. Primero estuvo en el hospital La Fe, luego le trasladaron a Portaceli y, al año, sus padres optaron por llevarlo a una residencia especializada en la ciudad francesa de Montereau, a 70 kilómetros de París, para tenerlo cerca y poder visitarlo cada día.

Ningún día se pone el sol sin que acudan a la residencia a verle y celebran con él sus cumpleaños, imaginando una sonrisa y esperanzados en que algo le haga reaccionar. Sin embargo, nada sucede. El pasado sábado Alan hizo 41 años, pero ya nada queda de su juventud robada ni de su plenitud como adulto, puesto que su cuerpo está débil y postrado en una cama.

Al principio todos tenían la esperanza de que abriera los ojos, de que todo volviera a la normalidad, pero con el paso del tiempo esa esperanza murió marchita. Tan sólo un año después del accidente surgió el pensamiento de que hubiera sido mejor que Alan hubiera muerto en el choque. Su padre, sin embargo, jamás quiso renunciar a la esperanza, porque «no quiere admitir la realidad», dice la hija.

Sin embargo, su hermana Edith lo tiene claro. Tacha de «hipócritas» a los obispos, ya que recuerda que hasta el papa Juan Pablo II rechazó que se le prolongara la vida de forma artificial.

Invita a todos los que rechazan la idea de dejar de alimentar a su hermano a que lo visiten, que vean el estado deplorable que presenta. «Ya no puede abrir las manos, está atrofiado, deformado», asegura.

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