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San Mamés maldito
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San Mamés maldito

Mendilibar vuelve a salir derrotado en su otra casa con un Valladolid irreconocible y muy inferior, que pudo salir goleado de no ser por Sergio Asenjo

A. G. ENCINAS

Lunes, 22 de septiembre 2008, 12:29

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Decía Mendilibar que jugar en San Mamés era especial para él porque de una u otra manera siempre ha sido su club. Y siempre lo será, claro. Quizá este año era menos especial que el anterior, que era el primero. Sin embargo, enfrentarse al Athletic va a dejar de ser un momento especial para convertirse en el partido indeseado. Ese tipo de encuentros ásperos, incómodos, de los que sales con las tibias llenas de cardenales y los tobillos magullados y que encima te deja la sensación de que nunca has tenido opciones de ganarlo.

Así fue la temporada pasada en Bilbao, y así volvió a suceder ayer. Contra el Athletic de Caparrós. Con su mismo juego de siempre, aumentado por la presencia de Ion Vélez junto a Fernando Llorente. Sin Yeste, ni otro media punta al uso. Los peores temores de Mendilibar, elevados al cuadrado.

Este Athletic responde a un formato simple pero que concuerda con sus características. Es un equipo físicamente muy potente. Vean si no: Amorebieta-Ocio atrás, y Fernando Llorente-Ion Vélez, delante. San Mamés pone el toque de distinción. El ambiente obliga a su equipo a presionar, a luchar por cada balón y a dar muchos problemas al rival cuando pretende sacar el balón jugado. Una vez recuperado el balón, ni siquiera les hace falta el centro del campo. Si se puede jugar, se juega. Si no, se busca un balón largo hacia Fernando Llorente, impresionante por alto durante todo el partido, o Ion Vélez, y se suman para la segunda jugada los hombres de la media punta, Susaeta y David López.

Mendilibar sabe que ese tipo de juego no le conviene al Real Valladolid. Contra un rival tan directo, pierde la referencia para presionar y se desordena. Más aún cuando la defensa es totalmente nueva, el sistema de juego también respecto al año pasado (4-1-4-1) y arriba juegas con un extremo reconvertido a delantero.

Y es que el técnico blanquivioleta le dio muchas vueltas a la forma de contrarrestar el efectivo juego del Athletic en su casa. No dio con ella. Primero lo intentó con un once inicial que repetía lo de los tres centrocampistas, con Vivar Dorado, Borja y Álvaro Rubio, pero esta vez sin un delantero de referencia al estilo de Goitom. Escudero hizo su función, aunque el equipo no supo en ningún momento cómo encontrarle. Gurpegi y Javi Martínez se bastaron para no dejar jugar al Real Valladolid en el centro del campo.

Sin agresividad

La idea no funcionó porque al Valladolid le faltaron ganas y agresividad para ponerla en práctica. Hay que querer el balón y hay que saber defender a un rival que juega directo. Ni se quiso el balón, ni se defendió. El Athletic fue superior sólo con su presencia física sobre el campo. Fue más fuerte por alto, a ras de suelo, en los córners y en cada acción del encuentro.

Que llegara el gol era solo cuestión de esperar. El del Athletic, por supuesto. Sergio Asenjo era lo único que se interponía. Los rojiblancos se acercaban a balón parado, como en un córner que cabeceó Fernando Llorente fuera. También en disparos desde fuera, como los de David López y Ion Vélez, despejados por Asenjo. Y marcaron en una jugada clásica. Centro desde la izquierda de Balenziaga, el lateral, y cabezazo de Llorente.

Lo que estaba por pasar ya había pasado. Ahora quedaba ver si el Valladolid tenía capacidad de reacción. La respuesta es que no. Y en este caso no por falta de ganas de su técnico. José Luis Mendilibar lo intentó cambiando el sistema y regresando al 4-2-3-1. Después puso en liza a Canobbio y quitó a Nano para jugar con el uruguayo y Vivar como centrocampistas y Álvaro Rubio como central. No hubo forma.

En mitad de tanta prueba, llegó la solución. Pero la del Athletic. Un penalti inexistente de Baraja vino a suplir el error de Rubinos Pérez en otro que sí era y que pasó por alto. Marcó Iraola. Rubinos mandó repetir. Por lo del cargo de conciencia. Y volvió a marcar Iraola. Fin del asunto. Mendilibar volvía a perder en San Mamés. Su campo favorito. A este paso, un estadio que le va a traer sus peores recuerdos.

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