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Sung-Hyun Park, una de las tres componentes del equipo coreano, se concentra antes de lanzar su flecha. / AFP
La leyenda continúa
TIRO CON ARCO

La leyenda continúa

En los límites de la perfección, las arqueras coreanas, que copan todas las medallas de la historia olímpica, vuelven a demostrar que son invencibles

JON AGUIRIANO

Lunes, 11 de agosto 2008, 03:02

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Hace cuatro años, en Atenas, las invencibles arqueras coreanas, dueñas de todas las medallas de oro individuales y colectivas de la historia de los Juegos, dejaron entrever, aunque fuera muy brevemente, un punto débil. Por primera vez, demostraron que eran humanas, vulnerables, que incluso ellas tenían un talón de Aquiles. Presionada por su responsabilidad como heroína de su país tras su triunfo en Sydney con apenas 17 años, Mi Ji Jun cometió dos errores inauditos en sus dos últimas flechas (hizo 8 y 7) de la prueba individual y fue eliminada en cuartos por una arquera muy inferior, Shu Chi Yuan, de Taipei. El asombro todavía no se ha desvanecido del viejo estadio de Panathinaikos.

Dos días después, en la final por equipos, estuvo a punto de saltar la que habría sido la sorpresa de mayor calibre de los Juegos de 2004. El episodio merece ser recordado. Las coreanas dominaban la final con su autoridad de costumbre. Al término de la segunda serie de lanzamientos, superaban por 163 a 159 al magnífico equipo chino. El oro parecía cantado. Sin embargo, como le había ocurrido a Mi Ji Jun, otra arquera coreana, Sung Jin Lee comenzó a flaquear. Nerviosa, hizo dos sietes y las chinas se colocaron a un punto cuando sólo faltaba un coreana, Sung Hyun Park, por lanzar.

La campeona olímpica hizo 9 en la primera flecha, pero, también humana, falló en la segunda: 8. En la grada, la hinchada coreana palideció. Se miraban los unos a los otros, incrédulos. Quedaba una última flecha. Corea necesitaba un 9 para empatar y un 10 para ganar. La leyenda de las invencibles estaba en juego.

A Sung Hyun Park, sin embargo, no le tembló el pulso. Su flecha voló setenta metros directa al centro de la diana -¡10!- en una demostración de temple y puntería que debe acompañar en la mitología del arco y las flechas a la temeraria exhibición de Guillermo Tell o a la hazaña de Robin Hood cuando alcanzó la perfección -la flecha dentro de la flecha que ocupa el corazón de la diana- en aquel torneo de arqueros que el malísimo sheriff de Nottingham organizó como celada para detenerle.

El susto de Atenas hizo recapacitar a los responsables del tiro con arco del Centro Nacional de Entrenamiento ubicado en Taeneung, el más moderno y dotado del mundo. Había que tomar medidas. El objetivo era no correr ningún riesgo en los siguientes Juegos, donde las chinas competirían en casa. Para ello, no dudaron en reformar las instalaciones del campo de prácticas con la intención de recrear el escenario que sus arqueras se encontrarían en Pekín. Agregaron tribunas y obligaron a sus chicas a entrenar con una música retumbante. Incluso los entrenadores, en lugar de extenderse en consideraciones técnicas que sus pupilas ya tienen más que superadas, se dedicaban a saltar y gritar en las gradas con el objetivo de distraerlas.

El temor a la lluvia

Ayer se repitió la gran final de Atenas. Corea, que por la mañana hizo toda una declaración de intenciones batiendo el récord del mundo como aperitivo (231 sobre un máximo de 240), contra China, que derrotó a Gran Bretaña en la semifinal. Las condiciones del duelo no pudieron ser más distintas que hace cuatro años. Mientras en Atenas lució un sol mineral, en Pekín descargó ayer por la tarde una tormenta bíblica. No es de extrañar que el comité organizador temiera tanto la lluvia en la ceremonia inaugural y pusiera todos los medios técnicos conocidos para evitarla. Un aguacero como el de ayer lo hubiera arruinado todo. A Hyun-Jung Joo, Sung-Hyun Park y Ok-Hee Yun, sin embargo, la lluvia no pareció afectarles. De hecho, en su semifinal contra Francia llegaron a hacer varios dieces cuando la tormenta comenzaba a arreciar y los truenos retumbaban sobre en el campo de tiro. Seguro que también estaban preparadas.

La organización, pese a todo, decidió retrasar las luchas por el bronce, que acabó cayendo en manos del equipo francés, y también la del oro, donde esta vez faltó la emoción de hace cuatro años. El trío de Corea, que casi con toda seguridad copará el podio en la competición individual, ganó sin despeinarse para delirio de su numerosa y bullanguera hinchada. Aunque el equipo chino, compuesto por Dan Guo, Juan Juan Zhang y Ling Chen, rindió a un nivel excelente (acabó en 215), nunca tuvo opción.

Poco a poco, a medida que discurría la final, con la cadencia inevitable de las leyes de la naturaleza, fueron resignándose ante unas coreanas que parecían divertirse, como si todo fuera coser y cantar. Hablaban entre ellas para animarse, se secaban el carcaj unas a otras, sonreían a su entrenador... Su seguridad era pasmosa. Estas chicas de gorrito blanco tienen toda la pinta de pasarlo mucho peor y tener más competencia en el campeonato de su pueblo.

Nada les importó que corriese algo de aire y que chispeara, ni tampoco que algunos espectadores chinos, incautos ellos, intentaran distraerlas pegando algún grito o haciendo sonar un silbo mientras apuntaban. En 24 lanzamientos sólo se permitieron dos veces salir del círculo amarillo de la diana que marca el 9 y el 10. De modo que, cuando la doble campeona olímpica (ya triple de ayer) Sung Hyun Park encaró su última flecha, esta vez no tuvo ninguna presión. Le bastaba con sumar dos puntos para ganar. Por si acaso, hizo diez. No era cuestión de despedirse con un borrón.

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