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Cerca de 60.000 aficionados holandeses se dan cita en Berna, que tiene 120.000 habitantes, para animar a su selección. / A. TARANTINO-AP
La fiesta se tiñe de naranja
FÚTBOL

La fiesta se tiñe de naranja

La selección holandesa entrenó en Lausana eufórica por el histórico 3-0 a Italia y acompañada por su estruendosa y bullanguera afición

FERNANDO ITURRIBARÍA

Miércoles, 11 de junio 2008, 05:06

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El marcador del estadio olímpico de La Pontaise inmortaliza el resultado de la histórica victoria lograda la víspera por Holanda sobre Italia. En esta soleada mañana la selección 'oranje' salta a su habitual terreno de entrenamiento en Lausana con el feliz recordatorio de su goleada a los campeones del mundo. Un millar de hinchas enfervorizados, una masa abigarrada que tiñe de naranja toda una tribuna, se pone en pie para saludar la gesta de sus nuevos héroes, capaces de romper una eternidad de 30 años sin batir a los 'azzurri': desde el 21 de junio de 1978 en Buenos Aires, en la segunda fase del mundial de Argentina.

Aficionados de todas las edades, muchos de ellos en familia, han acudido a la cita del día después con la primera selección que derrota a los italianos por tres goles de diferencia en los últimos 25 años. El precedente databa del 15 de octubre de 1983 en Nápoles cuando Suecia venció por 0-3 a un equipo que también era campeón del mundo tras haber conquistado el título en España-82.

Los hinchas, en su mayoría residentes en Suiza, casi no pararon de aplaudir durante la hora y media que durará la sesión de recuperación como si los estiramientos, carreritas y pachangas fueran del más alto valor deportivo.

En la fiesta naranja no faltó la versión autóctona de Manolo el del bombo, cuyo mayor mérito fue ensordecer los estridentes megáfonos de feria que perpetraban versiones enlatadas del repertorio coral de la forofada.

Más agradable para los sentidos fue el desfile de la nueva colección de verano de disfraces y sombreros, vertiente del diseño kitsch en la que los holandeses son maestros consumados. Los más animados habían llegado a Lausana directamente desde Berna, donde cerca de 100.000 personas festejaron la victoria hasta las 3 de la madrugada, con puntualidad suiza. Las autoridades locales subrayaron el buen comportamiento general e indicaron que sólo se había practicado una veintena de arrestos de hinchas en estado de embriaguez o de carteristas.

«A pesar de un fuerte consumo de alcohol, únicamente 117 personas fueron atendidas por los servicios sanitarios ya que los aficionados neerlandeses se hicieron cargo de sus camaradas borrachos», observaron. Berna, sede de los tres encuentros del equipo de Van Basten en la primera fase, se ha convertido durante estas semanas en 'Oranje City'. Los días de partido pululan por las calles del centro histórico más de 60.000 seguidores, lo que equivale a la mitad de la población de la capital de la Confederación Helvética. Unos 10.000 visitantes permanecen acampados en el cámping de Flamatt, en los alrededores de la ciudad.

Vestuario unido

El ambientazo de la hinchada está, por una vez, en consonancia con el buen clima que se respira en el vestuario. Todavía resuenan el portazo que pegó Ruud Gullit en el Mundial-94 o la expulsión de Edgar Davids por Guus Hiddink de la concentración en la Eurocopa-96. También es verdad que Van Basten, que ha dejado de hablarse hasta con su padrino Johan Cruyff, se ha enfadado con jugadores de fuerte temperamento como Van Bommel, Makaay o el mentado Davids y que el gruñón Clarence Seedorf se autodesconvocó.

Ruud van Nilstelrooy ha restablecido relaciones estrictamente profesionales porque, como apunta, «no necesito ir a comer o tomar una copa con el míster». En los palcos de La Pontaise los familiares seguían el entrenamiento en buena armonía sin que aparentemente persistan los clanes raciales que a mediados de los años 1990 enfrentaban a los blancos del Ajax, como los hermanos De Bloer y Blind, con oriundos de Surinam como Kluivert, Seedorf y Davids.

A los gritos infantiles de «papá, papá» saludaban desde el césped Van der Sar y Gio mientras que Kuyt y Ooijer tenían permiso para subir a la grada a abrazarse con sus seres queridos. Enfundada en la camiseta con el número '2' de su padre, Demi, una mocosa rubia de naranja hasta las coletas, se fue con el defensa a disfrutar del más apreciado de los fueras de juego.

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