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Cientos de personas en la campa de Villalar de los Comuneros durante el manifiesto que fue leído por Demetrio Madrid. / RAMÓN GÓMEZ
Mucha bandera y mucha pancarta
CASTILLA Y LEÓN

Mucha bandera y mucha pancarta

Hasta 22.000 ciudadanos acudieron a la campa de Villalar de los Comuneros durante una jornada festiva en la que el tiempo permitió disfrutar a mayores y pequeños

NIEVES CABALLERO

Jueves, 24 de abril 2008, 10:44

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Desde luego, si el 21 de abril de 1521 las fuerzas comuneras hubieran contado con tanta leva como había ayer en la campa de Villalar de los Comuneros, es difícil imaginar que aquella batalla se hubiera convertido en una derrota para Padilla, Bravo y Maldonado. Dispuestos estaban los presentes al menos para disfrutar, aunque también para reivindicar. Ni los chaparrones que de vez en cuando refrescaron el ambiente lograron acabar con una jornada festiva, que también sirvió para las reivindicaciones.

Hasta las cinco de la tarde la Guardia Civil había contabilizado 7.500 vehículos particulares y 23 autocares -por cierto, uno de ellos tuvo que ser rescatado por la mañana del barro-, es decir, cerca de 22.000 ciudadanos procedentes de diversos puntos de la comunidad autónoma en la fiesta convocada por la Fundación Villalar en la campa para conmemorar el Día de Castilla y León.

Ofrenda floral

La jornada había comenzado con la inauguración de una exposición histórica en la Casa de Cultura por parte del presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera. Posteriormente, los partidos políticos protagonizaron la ofrenda floral en el monolito con el que se rinde homenaje a los tres hombres, y la mujer de uno de ellos -María de Pacheco, viuda de Padilla-, que quisieron cambiar el curso de la historia, y de alguna forma lo lograron. Hasta el coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, no se quiso perder este acto en memoria de la revuelta comunera. Pero el que más expectación despertó fue Óscar López, el autoproclamado sucesor de Ángel Villalba como secretario regional del PSOE, si es que finalmente es elegidos por los delegados socialistas en el congreso de otoño.

Ajenos a los políticos, los zancudos, saltimbanquis y otros acróbatas amenizaban las calles de un pueblo tomado literalmente por una vez al año.

Protestas

Desde primera hora de la mañana, los pendones, las banderas de Castilla y León y las pañoletas moradas destacaban sobre un mar de gentes con ganas de divertirse. Pero este gran escenario rural también fue aprovechado por diversos colectivos sociales para que el resto no se olvide de sus reivindicaciones. Destacaba la presencia de los efectivos del Grupo de Bomberos de la Diputación Provincial, que desconvocaron la huelga al considerar que los servicios mínimos decretados por la institución dejaban sin atención los parques de Íscar y Tordesillas. «Por responsabilidad», según sus declaraciones, y para que no pudiera repetirse una tragedia como la de Écija. No se puede obviar el cariño que este colectivo despertó entre todos aquellos con cuantos se cruzaban.

«No al cierre de Smurfit». Los 120 trabajadores de la papelera de Arroyo de la Encomienda también utilizaron la campa como altavoz de sus protestas ante la amenaza de cierre. Si hasta ahora, se les ha visto por las calles de la capital y en la localidad próxima a la misma, ayer dejaron el asfalto para trasladar sus comprensibles quejas al mundo rural. Agricultores que se dedican a cultivar lino en Zamora, Izquierda Castellana para reclamar la readmisión de un trabajador de Renault, Scooby para luchar contra la matanza de galgos, Greenpeace para recordar que la naturaleza no es inagotable.

Es cierto, hubo muchas reivindicaciones, pero con un respeto absoluto por aquellos cientos de ciudadanos que habían acudido a la campa con el único objetivo de pasar un día de fiesta. Hasta el punto de que, cuando el primer presidente de la Junta, Demetrio Madrid, se subió al escenario junto a los firmantes del Manifiesto de Villalar 2008 (la generación del Estatuto), prácticamente todos los presentes guardaron silencio.

Para algunos la cita del Día de Villalar es ineludible. Magdalena Morera confiesa que ayer -por el martes- salió de cuentas, sin poder oculta su avanzado estado de gestación. «Para planchar, prefiero venir a Villalar», señala, ante la mirada de su hijo Manuel y su hermana Joana, que «llevamos el botiquín, por si acaso».

Todo cabe en Villalar. Casetas en las que degustar desde los clásicos chorizos y pancetas hasta un perrito caliente o una hamburguesa. Pero los más valientes se atreven con enormes paellas, como el PSOE de Laguna de Duero. Un marroquí vende «¿fombras!, ¿fombras!», el asturiano Kiko Espeleta intenta colocar sus cuernos artesanales, mientras dos veteranos vecinos del pueblo observan a todos los forasteros. «Ya estamos acostumbrados», señalan al ser preguntados. Como para no estarlo. Han pasado 25 años desde la primera cita en la campa.

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