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ARIS GONZÁLEZ
Lunes, 21 de enero 2008, 11:03
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Impregnada por el ambiente de las grandes ocasiones, la selección española afrontaba el choque ante Alemania con el único objetivo de conseguir la victoria, dos puntos que garantizaran el pase a la segunda fase y el 'gol-average' con uno de los grandes favoritos.
Con el equipo enchufado, el arranque fue meteórico. Intercambio de goles y un 3-3 en los primeros cinco minutos que aventuraba escasa intensidad defensiva, aspecto éste que perjudicaba notablemente a los españoles, ya que se enfrentaban, posiblemente, al mejor ataque del mundo. Tres pérdidas consecutivas, solventadas por el acierto en la portería de Hombrados, daban ventaja a los teutones, merced a los canales que encontraban por el centro de la defensa, hasta donde llegaba el central Baur, junto a un inspiradísimo Klimovets.
Dos decisiones arbitrales muy discutidas por el banquillo español, un penalti en contra señalado a Chema, y otro clarísimo no pitado cuando Cansen volteaba a Rocas en el aire, coincidían con una pequeña pájara.
La dinámica cambió en el minuto 13, con la exclusión de Roggish, momento que aprovechó España para ganar una superioridad, algo que se le estaba atragantando en este campeonato. Con una defensa más ajustada y mayor pausa en ataque, la selección de Pastor ofrecía otras sensaciones, mientras iban apareciendo las individualidades dentro del juego colectivo.
Dos acciones consecutivas de Davis ponían a España por delante (12-10) a falta de tres minutos, pero dos pérdidas permitían a Kehrman igualar a 12 antes del pitido final del primer tiempo.
Exhibición
Tras el descanso, España volvió a salir más enchufada, logrando un parcial de 5-1 en los primeros nueve minutos. La conexión entre Entrerríos, que funcionaba a la perfección, y un gran Ortega, que brilla a un nivel superlativo tanto en ataque como en defensa, devolvía el crédito a los de Pastor (17-13, min. 39). Hens, inédito (anotó su único gol en el m. 49) en el lateral izquierdo, y el dueto Glandorf-Zeitz, muy grises en el derecho, congestionaban el juego germano, donde el meta Fritz veía con desesperación cómo su gigantona defensa parecía una pared de naipes. Pero España quería más, y llegó el momento para la exhibición. Con el marcador a favor, y un 5-1 en el que Davis cortocircuitaba la fluidez ofensiva alemana, sumaban goles a cuenta gotas mientras el reloj corría imparable.
Rocas, más apagado en esta segunda mitad, veía en Juanín el finalizador con pegada que siempre le ha caracterizado. Combinaciones entre ambos con el glamour de las estrella colocaban una diferencia de siete goles arriba pasado el ecuador.
Hombrados se sumó al festín (18 paradas con un 45% de acierto), Asier ofrecía sus mejores minutos y la selección seguía sumando individualidades. Fue entonces, en plena apoteosis, cuando se produjo la peor noticia de la tarde. Mariano Ortega se retiraba cojeando ante el reconocido aplauso de una grada entregada.
Desde entonces y hasta el final, España se dedicó a disfrutar, ante la crispación germana, que veía cómo un rival al que daban por muerto acababa de resucitar en su mejor estado.
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