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MAS_RUGBY

Inglaterra y Sudáfrica se juegan el título mundial

Los británicos invocan a su 'mesías' Jonny Wilkinson y los africanos a Brian Habana, el 'nieto del viento'

ANTONIO ASTORGA

Sábado, 20 de octubre 2007, 03:03

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Mientras escucha con sus auriculares a Coldplay, el rubio pateador inglés, Lord Jonny Wilkinson, afila su borceguí izquierdo recostado en una esquina del vestuario británico, en Saint Denis. En el surafricano, Percy Montgomey, el rubio pateador surafricano, mesa los cordones de su bota derecha para ensartarlos a su estilo. Izquierda contra derecha. Sir Wilko frente a 'Percival el Galés'. Duelo de pateadores en la cámara de los lores, que esta noche (21 horas) será el estadio de Saint Denis, invadido por 50.000 ingleses. ¿Arderá París? El apolíneo contra el bocazas. El chico del pelo dorado frente a un 'malheur à Hollywood': un tipo duro, un pájaro de mal agüero estilo Hollywood, como se tildaba ayer a 'Percival el Galés'.

A pesar de las once lesiones que ha padecido desde 2003, Jonny nunca perdió su corazón, y ha colocado al XV de la rosa al borde de la mitología: jamás nación alguna ganó dos veces seguidas un Mundial. Inglaterra disputa su tercera final (perdió la de 1991 y ganó la de 2003 ante Australia ambas), y Suráfrica su segunda (ganó la de 1995, en Johannesburgo, ante los All Blacks por 15-12, gracias a un drop de un judío, Joel Stransky, que unió a blancos y negros).

Deporte y guerra

Los ingleses acuden a la guerra como quien practica deporte, y hacen deporte como si se tratara de una guerra, profetizó Evelyn Waugh desde su genialidad satírica, antes de retornar a Brideshead.

Sir Winston Churchill, sin contemplaciones, ofrecía a los ingleses «sangre, sudor y lágrimas». Esta noche, el 'Dios Wilko' les promete la gloria con su pie izquierdo, colocado ayer como un emblema junto a la columna de Nelson en Trafalgar Square, en el centro de Londres.

El Wilkinson de cera -estatua cedida por el Museo de Madame Tussaud- mira a Francia con su característica pose previa al lanzamiento: semigenuflexo, con las manos moldeando una vasija de arcilla roja y con los ojos dirigidos a Saint Denis.

En 1995, en la mañana del día de la final de aquel Mundial, el presidente Nelson Mandela le pidió la camiseta número 6 al capitán 'springbok', Pienaar. Saltó al campo una hora antes del partido y saludó a los jugadores sudafricanos, quienes puestos en fila correspondían, emocionados, a Mandela.

Diez segundos después el público rugió: «¿Nelson, Nelson!». El deporte volvía a unir los corazones de blancos y negros, separados por el miserable «apartheid» que había apartado a Suráfrica del mundo y del rugby. Mandela, a sus 89 años, símbolo de la reconciliación, se volverá a poner hoy la camiseta número 6 de Pienaar en su casa de Johannesburgo.

El otro héroe de los springboks es un jugador negro, el ala Bryan Habana, que ha igualado el récord de ensayos (8) de Lomu en un Mundial, por cuyas venas corre sangre española, y que puede dejar marchita la rosa inglesa con su implacable y letal carrera, tres metros más lenta que la de un guepardo. Otros cinco jugadores negros integran el XV surafricano, en el que blancos y negros cantan unidos el himno 'Nkosi, sikelel' iAfrika'.

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