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Su fotómetro, cubierto de nieve en la Antártida a als 24 horas de instalarlo. Imagen del GOA
La pica de la UVA en la Antártida

La pica de la UVA en la Antártida

El Grupo de Óptica Atmosférica instala un fotómetro solar y lunar en el Polo Sur, que proporcionará datos sobre aerosoles para estudiar su incidencia en el cambio climático

Victoria M. Niño

Valladolid

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Martes, 6 de febrero 2018, 15:54

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El turismo espacial ha proyectado el espejismo de un planeta Tierra de fácil acceso y recorrido. Sin embargo, llegar a sitios como la Antártida sigue siendo difícil. De allí acaban de volver dos investigadores de la Universidad de Valladolid que han puesto la primera pica de esta institución en una base permanente para recoger datos durante todo el año de la luz solar y la lunar. Carlos Toledano y Ramiro González son la punta de lanza del Grupo de Óptica Atmosférica (GOA), que estudia los aerosoles, las partículas líquidas y sólidas en suspensión y su incidencia en el cambio climático. Dicho grupo tiene ya presencia en los dos polos.

Ángel M. de Frutos dirige el GOA en el que trabajan 16 personas, tres de ellas en Tenerife. Desde hace casi tres décadas escrutan las citadas partículas que por su variedad, por su tamaño y por su diferente origen son más complejas, más refractarias a cualquier sistematización. Frente a la omnipresente amenaza del dióxido de carbono que mina el aire que respiramos, hay toda una serie de nubes caprichosas formadas, por ejemplo, por los sulfuros de los volcanes, los restos de la combustión de energías fósiles o los silicios que mueven los vientos saharianos. El interés de las medidas de la luz y la presencia de los aerosoles tiene tres objetivos principales, como explica De Frutos: «El primer es el de la salud, que nosotros no tocamos. El segundo tiene que ver con los satélites: desde las medidas en tierra se validan los sensores portados en satélites o aviones. Y un tercero, relacionado con el cambio climático».

El Polar Moon

El GOA comenzó midiendo la luz solar desde el suelo y posteriormente amplió su equipo con personal relacionado con el espacio como Abel Calle, que estuvo involucrado en el proyecto del primer satélite español de observación de la Tierra, Deimos I, dirigido por el astronauta Pedro Duque. La función de aquel satélite era enviar información sobre masas vegetales con el fin de mejorar el control de incendios y controlar la contaminación.

La observación de la luz solar desde un satélite registra su paso dos veces por la atmósfera ya que llega a la tierra y es reflejada, el desajuste entre ambas deriva de la presencia de aerosoles. «Ese es el origen histórico de Aeronet: tener una red planetaria y suficientemente tupida para referenciar las medidas hechas desde los satélites», explica De Frutos. Su existencia es posible gracias a las estaciones de la NASA y la ESA.

Y la razón de que el GOA haya recibido la financiación más cuantiosa del Ministerio para un grupo científico de la UVA del último año se concentra en su proyecto Polar Moon. Por primera vez han instalada en la Antártida un fotómetro de nueva generación solar-lunar y una cámara todo cielo.

Ese fotómetro mide la luz tanto del sol como de la luna, siempre que las nubes no impidan su recepción. «Con esta nueva instrumentación se pretende mejorar las observaciones de aerosoles atmosféricos en zonas polares sin que existan huecos en las series temporales causadas por la noche polar», explica Abel Calle.

Para que eso se haga durante todo el año, es necesario tener una base permanente. Las extremas condiciones del lugar y la gran inversión que exige hacen muy difícil disponer de ella. La base española solo funciona en verano, a bordo del buque de investigaciónHespérides.

De Valladolid a Aeronet

Así que el GOAse asoció con un equipo argentino que ha permitido la intendencia para esta primera visita de los dos científicos, Ramiro González y Carlos Toledano, y que dará continuidad al proyecto. «En esta expedición, además de colocar los instrumentos, hay una parte de formación a los socios argentinos. Serán ellos los que revisen periódicamente que la instrumentación funciona correctamente y, en caso contrario, subsanar las deficiencias. Es un sistema mecánico que no necesita mucho mantenimiento pero debe ser revisado cada cuatro días porque puede verse alterado por las condiciones meteorológicas, o a veces, en su movimiento, se enrolla su cable». Toda esa información recogida por los aparatos vallisoletanos es remitida a la UVA y se comparte a través de la NASA con toda la comunidad científica.

«Hay una red de instrumentos estandarizados en todo el mundo agrupados en la Aerosol Robotic Network (Aeronet)». Otra de las atribuciones del GOA es ser uno de los tres referentes para calibrar los instrumentos, junto con Lille y el Goddard Space Flight Center.

Hace dos meses que también les ha surgido otra colaboración con el Ejército en la Antártida. «Se han llevado un instrumento automático y autónomo del GOA: un radiómetro. Funcionará si no le falta la electricidad y veremos aquí sus datos si no fallan las conexiones. El ejército tiene la misión de conseguir que la base Gabriel de Castilla, en la isla Decepción, se mantenga ‘viva’ durante la larga invernada sin dotación de personal», aclara el profesor De Frutos.

Y el lego pregunta al científico si la sabiduría que se extrae de tanta medición llegará a tiempo para frenar la catástrofe climatológica. «No somos climatólogos pero creo que podemos decir que la Tierra está cerca de un punto de no retorno. En esos escenarios irreversibles, sí podemos hacer una pronóstico en función de la evolución aunque el clima no es lineal. Por ejemplo, el hielo ártico flota sobre el agua, refleja la luz del sol. Si se va fundiendo, esa luz sobre la oscuridad del agua en vez de reflejarse es absorbida, alimentando así el calentamiento. Otro ejemplo, el permafrost siberiano es una masa helada sobre la tundra. Si se va perdiendo, emergerá una gran bolsa de metano que hay debajo. Si el gas sale a la atmósfera, dará igual lo que hagamos los humanos con los coches, será más letal el gas. Sobre el punto de no retorno no hay un acuerdo general, lo que sí hay son modelos para no llegar a él», dice Ángel de Frutos, quien se confiesa optimista.

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