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David Navarro, Ángel, Jesús y Jesús Granero llegan a Tordesillas desde Reus, Castellón y Madrid.
Entre la pasión y el orgullo motero

Entre la pasión y el orgullo motero

Los asistentes alaban las instalaciones de la concentración invernal de motos de Tordesillas

M. MUÑOZ

Sábado, 16 de enero 2016, 18:07

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Proceden de lugares diferentes, con culturas muy dispares, a veces encontradas, pero hay algo que les une, su pasión por las motos. Cuando cruzan por la entrada de Motauros, los problemas del día a día se dejan a un lado, es momento para disfrutar con los amigos, con las familias, con los compañeros de los clubs y, como no, también es momento para conocer a gente nueva y a sus motos. Aquí da igual el motor, el tamaño, la marca, todas son aceptadas aunque nunca está de más lucir motos tan originales como la de Ramón Martín, de Laguna de Duero, reciclada y en la que nada es lo que aparece. Ramón cuenta que es un incondicional de las concentraciones moteras.

Acompañado siempre por su hija Berta, de 12 años, Ramón muestra orgulloso a Tormenta Pecera, una moto en la que el tubo de escape es un clarinete, el asiento del acompañante una silla de mimbre y en la que se han empleado materiales únicos en el mundo como una cantimplora metalizada de su amigo Gorgius, que bien podía haber salido del atrezzo de una película de la II Guerra Mundial. Su otra joya es una Guzzi Hispania, con la que competirá este año en la novena edición del Bike Show que se celebra hoy, y a la que llama Berta Molotov. Ilusionados padre e hija, los dos cuentan que desde hace seis años vienen juntos a Motauros, pero también han acudido a Pingüinos o a Guardo. Otro de los incondicionales es Francisco, de León, del Club Tucanes. A Francisco le cuesta aparcar la moto a su llegada de Motauros, no es para menos, pesa 400 kilos. Con una equipación al detalle, su moto, una Honda Goldwing 2007, es muy cómoda para viajar en desplazamientos largos. «Con ella he viajado a Escocia, Francia», recuerda.

Muchos llegan a Motauros con la casa a cuestas, con caravanas, furgonetas y otros, como el Abuelo veloz como le gustan que le llamen, se monta la casa en su tienda de campaña, con cama, edredón y orinal incluido. Llegan equipados para afrontar las gélidas noches, de hecho son conscientes de que van a sufrir temperaturas bajo cero. A muchos se les veía ayer cargando con troncos enormes, otros se quejaban del consumo de la leña sin conciencia. Pero existe un aspecto en el que coinciden bastante, en que las instalaciones son mejores que la de otras concentraciones moteras de invierno, sobre todo, destacan, la carpa principal, la de los conciertos.

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