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Los arcos del antiguo puente de San Benito, situado bajo la sala de exposiciones. J. R.

Un paseo ¿turístico? por las entrañas de las bóvedas del Esgueva

El Ayuntamiento aborda el proyecto de apertura al público del tramo soterrado en el siglo XIX entre el Val y Poniente

J. Sanz

Valladolid

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Jueves, 25 de enero 2018

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«Recuperar las bóvedas del Esgueva y hacerlas visitables convertiría este episodio casi olvidado de la historia de la ciudad en un recurso turístico de primer orden», coinciden en señalar Luis Ángel Largo, presidente de Los Amigos del Pisuerga, y el arqueólogo Jesús Misiego, de la empresa especializada Strato. Y en ello están las concejalías de Urbanismo y Medio Ambiente, aunque sus titulares reconocen que se trata de un «proyecto de gran envergadura, que viene de atrás y que estamos considerando para que pueda materializarse a medio y largo plazo». Pero la primera piedra ya está colocada después de que el miércoles fuera inspeccionado el candidato a acoger esta singular visita turística, como es el tramo del antiguo ramal norte del río que discurre soterrado entre la plaza del Val y la desembocadura en el Pisuerga, al borde mismo de la Rosaleda.

El informe que emitan los técnicos municipales de Aquavall –la empresa municipal del agua– y los especialistas de los Bomberos y del Grupo de Subsuelo de la Policía Nacional, cuyos efectivos realizaron la visita al histórico pasadizo, será tenido en cuenta para valorar el coste de un proyecto que surgió de las obras de remodelación del Mercado del Val, cuando se descubrió una parte de este pasaje construido entre los años 1848 y 1854.

Lodo y aguas fecales

Los operarios de este equipo multidisciplinar accedieron a las bóvedas por una alcantarilla situada al borde del monasterio de San Benito, junto a la actual sala de exposiciones, una ampliación del edificio que se asienta precisamente sobre los arcos de piedra del antiguo puente de San Benito, que permitía salvar el cauce del ramal norte del Esgueva antes de que se decidiera soterrarlo definitivamente entre los siglos XVIIIy XIX, cuando se construyeron las bóvedas que se conservan,y ganar así para la urbe los terrenos que hoy ocupan la plaza de Poniente o los jardines de La Rosaleda. Los pasadizos fueron utilizados en los años posteriores, hasta bien entrado el siglo XX, como cloacas.

Bomberos, policías y técnicos de Aquavall se preparan para acceder a las bóvedas por una alcantarilla junto a San Benito.
Bomberos, policías y técnicos de Aquavall se preparan para acceder a las bóvedas por una alcantarilla junto a San Benito. R. Jiménez

El tramo seleccionado, que «ahora mismo sería imposible de visitar en sus condiciones actuales», con puntos anegados de lodo y aguas fecales que superan el medio metro de profundidad, parte de las viviendas situadas al fondo de la plaza del Val, bordea el mercado –durante las obras se respetó su trazado–, continúa por San Benito, Poniente y La Rosaleda para desembocar bajo estos últimos jardines después de recorrer un último tramo de unos veinte metros, ya de hormigón construido en el siglo XX, que desemboca en el Pisuerga.

«Es una iniciativa interesante, pero costosa, que estamos estudiando», aclara la edil María Sánchez

«Son unos 400 metros lineales, de los que serían visitables 250 o 300, en los que destacan sus muros de piedra cubiertos por bóvedas de ladrillo, que conforman pasillos de dos metros de ancho por cuatro de alto, y especialmente una gran sala bajo los arcos de piedra del antiguo puente de San Benito», resumieron los especialistas del Cuerpo de Bomberos y del Grupo de Subsuelo antes de incidir en que «ahora mismo puede visitarse este tramo con equipos especiales, incluidos los de respiración y medidores, ya que el suelo está muy sucio y en algunos puntos se acumulan gases tóxicos».

El proyecto de recuperación de este espacio aboga por abrir una única entrada a las bóvedas en el lateral del Mercado del Val, por la peatonalizada calle Sandoval, para permitir las visitas turísticas en el tramo histórico entre la plaza del Val y Poniente. Pero para ello, de entrada, habría que «retirar toneladas de lodo, abrir canales de ventilación, habilitar una tarima sobre el lodazal de tierra del lecho fluvial y controlar los posibles vertidos de aguas fecales procedentes, al parecer, de algunos edificios del entorno de la plaza de Poniente».

Máxima protección

Un proyecto, en definitiva, muy costoso, pero «interesante», según reconoce la concejala de Medio Ambiente, María Sánchez, que este viernes examinará junto a su homólogo de Urbanismo, Manuel Saravia, un primer informe sobre las posibilidades reales de llevar a buen puerto esta iniciativa que surgió, en parte, a petición de Patrimonio después de descubrirse el primer tramo bajo el Mercado del Val.

El ramal norte del Esgueva cuenta con una longitud total de cuatro kilómetros, desde su nacimiento en el Prado de la Magdalena, junto al cauce actual del río, «aunque está cortado o sepultado en muchos puntos fruto de las sucesivas construcciones posteriores al siglo XIX», aclara el arqueólogo Jesús Misiego, quien reitera que el único candidato a ser visitable de este ramal «se encuentra entre el Val y Poniente». En cuanto al sur, que discurre por Miguel Íscar y Santiago, «también cuenta con posibilidades», sobre todo bajo esta última calle, «aunque allí se producen más problemas de malos olores».

El futuro Plan General de Ordenación Urbano (PGOU), aún pendiente de su aprobación definitiva, elevará al máximo la protección de los vestigios de sendos ramales soterrados del Esgueva con el fin de protegerlos, al menos, de cara al futuro a la espera de que cristalice definitivamente el proyecto de hacer visitable este tramo de la historia.

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