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II Encuentro de Bolillos y Vainicas en la Plaza Mayor.

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II Encuentro de Bolillos y Vainicas en la Plaza Mayor. HENAR SASTRE

Cientos de encajeras comparten en la Plaza Mayor su afición por los hilos

Se ha celebrado el II Encuentro de Bolillos y Vainicas con motivo de las fiestas patronales de San Pedro Regalado

LAURA ASEGURADO

Valladolid

Sábado, 12 de mayo 2018, 20:03

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Mantiene en forma las articulaciones, despierta la imaginación, preserva activa la mente y, sobre todo, relaja. Con más ventajas que una aspirina, los bolillos han tomado esta mañana la Plaza Mayor de Valladolid, y por su aspecto, nadie diría que esta manualidad puede quedar en el olvido.

Hasta el II Encuentro de bolillos y vainicas -celebrado con motivo de las fiestas patronales de San Pedro Regalado- han llegado cerca de 600 encajeras de todas partes. En total 44 asociaciones procedentes de Valladolid, Palencia, Salamanca, Burgos, Zamora, Segovia e incluso Cantabria y Bilbao para compartir su afición por los hilos.

Son sobre todo mujeres las que mantienen la tradición de los bolillos en España, aunque ahora también se están sumando algunos hombres. Jesús era uno de los que se encontraba esta mañana en la Plaza Mayor, junto a su mujer, a la que culpa, en cierta parte, de su «enganche» a esta aficción.

«Mi mujer es la profesora de las bolilleras de Tudela de Duero, pero nosotros vivimos en la Cistérniga. Entonces, como tenía que llevarla todos los días a clase, en vez de hacer tiempo en los bares hasta que saliera, me uní a ellas, lo probé y... aquí estoy, tres años después», cuenta.

Los bolillos no entienden de sexo, pero tampoco de edad. A poco para terminar su marca páginas, Irene, de 6 años, saca las agujas y los hilos del cajón siempre que tiene oportunidad. «No se le da mal», cuenta su madre. Y en parte, según dice Irene, es porque tiene a la mejor maestra: su abuela. Orgullosa, Irene enseña la diadema de color lila y sus pulseras a juego que le ha hecho su abuela con mucho cariño. Una encajera que lejos de los tópicos abánicos y mandiles, le gusta innovar. «Ha hecho todas las cortinas de mi casa», señala su nieta.

«Es un vicio»

Y si en algo coinciden todos es en lo adictivo que es esta afición. «Es un vicio. Una vez que empiezas no lo puedes dejar. Madrugas, transnochas... y si un día no lo haces, el cuerpo te lo pide». Así lo sienten Laura –de la Asociación La Acacia, en La Rondilla– e Isabel –de Nuestra Señora del Rosario, en La Rubia–. Cada bolillera tiene sus trucos y sus manías, y la de Isabel es meter la tijera: «Deshacer me mata, yo en seguida cojo y corto». Y eso que aquí, las prisas no valen de nada.

Laura cuenta que ha tardado un año entero en terminar un chal de 80x80 «madrugando todos los días para hacerlo». O Cecilia, la antigua profesora de la Asociación de Tudela de Duero, quien está en proceso de hacerle un chaleco a su sobrina. «La he dicho que para cuando se jubile espero haberlo terminado», cuenta. Su sobrina tiene ahora 35 años. Echen cuentas.

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