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El lugar del hallazgo.
Descubren un horno y una tejera del siglo XIX en Cabezón

Descubren un horno y una tejera del siglo XIX en Cabezón

En la explanada junto a la orilla del río Pisuerga

Jota De la Fuente

Jueves, 23 de febrero 2017, 18:12

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De boca en boca, «de lo que mi abuelo decía que vio allí», haciendo caso a la memoria de los mayores de Cabezón de Pisuerga y aplicando la intuición, el conocimiento y la experiencia, los arqueólogos Arturo Balado y Ana Martínez, indicaron al alcalde de Cabezón que «esa mancha color rojizo, de abobe, que clarea en la ladera junto al río Pisuerga, a su paso por el municipio, podría ser el indicio de un viejo horno que serviría para cocer las tejas desde finales del siglo XIX y que funcionó durante muchos años más, hasta bien avanzado el siglo XX, solo en verano», según el testimonio de quienes lo conocieron y de quienes escucharon contarlo a los que vivieron en aquellos años.

Los dos arqueólogos estaban en lo cierto. Cuando se construyó el frontón de Cabezón, hace dos años, en una zona próxima al hallazgo, las máquinas dejaron a la vista una estructura de ladrillo destrozada. El aviso alertó a Balado y Martínez. Todo hacía indicar que podría tratarse de un horno de tejas, pero algo les decía que no debería ser el único, que a medida que se agotaba la explotación del construido, era abandonado y preparado otro más, aprovechando siempre la ladera para ahorrar trabajo, material y ganar en protección y poder calórico.

Preguntaron a los más ancianos. «Algunos recordaban haber jugado en los años 40 en unas ruinas similares a las intuidas. Las excavaciones han dejado al descubierto una estructura cilíndrica de dos pisos. En la inferior, sujeta con cuatro arcos, de los que se conservan tres de ellos, sujetan una parrilla, desde la que se colocaban minuciosamente las tejas para su cocción, capaz de soportar grandes pesos, dejando huecos para que circulara el aire», explican ambos arqueólogos. Entre los arcos se ha localizado la cámara de quemado, en la que se alimentaba con combustible -ramas-, más la calle de embocadura hecha con muros de caliza. Debajo de toda la estructura existe una vía de tiro para que penetrara el aire y se creara una corriente de oxigenación del fuego. La cata tiene una superficie de nueve por cinco metros y una profundidad de algo más de siete metros.

Los trabajos eran estacionales, solamente se cocían tejas en época de verano. En la amplia explanada aledaña se extendían las tejas para culminar el proceso de secado al sol para ganar consistencia. Se preparaban con barro, procedente de la zona donde se celebran en Navidad las representaciones del Belén viviente, y el agua del propio río Pisuerga, con moldes o, probablemente, «empleando la pantorrilla para dar la forma conocida de las tejas», señala Arturo Balado.

Balado y Martínez creen que el horno descubierto data de la última parte del siglo XIX. Arturo Fernández, alcalde de Cabezón, en cuanto conoció la intuición de los arqueólogos, ordenó comenzar la excavación, poniendo a su disposición personal y maquinaria. «Una vez concluyan los trabajos, en pocos días, habrá que ver cómo cubriremos el horno, lo protegeremos y la idea es poder hacerlo visitable y que la gente pueda verlo, porque es una auténtica joya. Es un sitio ideal para ver una actividad que se hacía en Cabezón, un oficio perdido, y que hasta estamos pensando en que se vea reflejado en las representaciones del Belén viviente», explica emocionado Arturo Fernández.

Ya se ha vaciado la cámara de combustión totalmente, se ha logrado encontrar y definir el tiro y falta documentar el descubrimiento. Mientras tanto, los dos arqueólogos trabajan mañana y tarde con rasqueta, pico, pala, pincel, y cubeta para subir con ayuda de la polea el material que trasportan, carretillo en mano, para descubrir minuciosamente los entresijos del horno, ayudados por Carmen, técnico a cargo de dos operarios más y otra persona que ayuda en los trabajos.

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