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El declive del Parque de las Norias

El declive del Parque de las Norias

La falta de proyectos, el aislamiento y el vandalismo sumen en el abandono el entorno de la azucarera Santa Victoria

j. sanz

Lunes, 20 de febrero 2017, 21:13

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Corría el año 2007 y el entonces alcalde, Francisco Javier León de la Riva, inauguraba a bombo y platillo un parque de dimensiones colosales, que fue levantado a golpe de millones nueve, en concreto en torno a los ladrillos catalogados de la antigua azucarera Santa Victoria. Nada menos que diez mil vallisoletanos asistieron al concierto de Los Lunnis celebrado aquel 31 de marzo, día de los fastos, bajo sus muros decimonónicos rodeados de 4,3 hectáreas de jardines, lagos y pasarelas de madera en lo que el propio equipo de Gobierno definió como el Central Park del sur de la ciudad.

La idea entonces era utilizar los edificios de este piconcito, encajonado literalmente entre el paseo del Arco de Ladrillo y la tapia de la vía férrea, para un sinfín de usos. El cuerpo central, con sus ocho mil metros cuadrados, acogería un complejo de oficinas con un jardín botánico al estilo, y es literal, del «de la estación madrileña de Atocha»; los dos chalés de la entrada albergarían un centro de día para mayores y una guardería con ludoteca, y el ala oeste de la azucarera se destinaría a medio centenar de viviendas tuteladas. Casi nada. Eran, desde luego, otros tiempos. Y entonces llegó la crisis.

En uso entre 1899 y 1997

A día de hoy, diez años después de su inauguración, el parque de Las Norias languidece a pasos agigantados sin que nadie se aventure a poner una fecha para dar un uso al monstruo catalogado de ladrillo que durante casi cien años funcionó como azucarera (1899-1997) hasta su cierre definitivo en 2002. Solo uno de los chalés de la entrada está en uso, como sede la Fundación Jorge Guillén; al igual que los antiguos depósitos de la parte posterior, que acogen un complejo deportivo con pistas de pádel y un rocódromo. El resto presenta un más que evidente estado de deterioro fruto de un decenio de abandono municipal acelerado por el vandalismo.

Por no funcionar no funciona ni la única fuente del parque, cuyo grifo formó parte del botín de las cuadrillas de ladrones de chatarra que hace ocho años, sí, ocho, desvalijaron el cableado de las farolas. Las pintadas, por lo demás, decoran cada rincón de la antigua azucarera, cuyas tripas muestran su cada vez más preocupante estado de conservación a través de los jirones del trampantojo decorativo que hace diez años cubría sus peligrosas entrañas, visitables, por cierto, a través de los butrones abiertos cada dos por tres a golpe de mazazos en sus muros.

Abierto de par en par

El cuerpo central de la antigua azucarera, de hecho, estuvo abierto de par en par hasta el pasado lunes, cuando los operarios municipales repusieron la cadena y el candado que impiden ahora el acceso a través de una portezuela metálica de la parte posterior, que fue reventada semanas antes. Y no es una visita muy aconsejable, por cierto, la del interior de la estructura de hierro y ladrillo de este vestigio industrial del siglo XIX. La ausencia de tejas en la cubierta y las continuas caídas de cascotes, además de los agujeros en el firme de la planta superior o la alfombra de excrementos de las palomas en la inferior, aconsejan no pasear por un inmueble, también por dentro, lleno de grafitis.

Tampoco es que sean muchos los candidatos a entrar a la azucarera, más allá de oportunistas ladrones de chatarra o grafiteros, en un parque diseñado en su día para «poder pisar la hierba», pero en el que cuesta cruzarse con alguien en sus jardines. Y ello debido al aislamiento con el que nació el propio parque, oculto entre naves industriales, parcelas vacías las de la colindante Ciudad de la Comunicación, la antigua estación de La Esperanza y la tapia de la vía que da al barrio de La Farola. El tradicional paso a nivel del camino de La Esperanza, que permitía llegar a pie al parque de Las Norias, se cerró en diciembre de aquel 2007 con motivo de la llegada del Ave y sobre el lecho ferroviario se montó una aparatosa pasarela peatonal que obliga a recorrer trescientos metros a través de su laberíntico trazado de seis tramos por cada lado para llegar.

De manera que el parque de Las Norias, el flamante Central Park vallisoletano, languidece diez años después de su apertura fruto del aislamiento, la llegada de la crisis y el vandalismo, unido a la falta de proyectos viables para dar un uso a la azucarera los actuales partidos del equipo de Gobierno (PSOEy Valladolid Toma la Palabra) barajaron en su día la apertura de un contenedor cultural.

La situación actual, con el Ayuntamiento sumido en pleno proceso para sustituir el ansiado soterramiento de las vías por un proyecto alternativo, apuntan a que la azucarera Santa Victoria tendrá que esperar para encontrar un uso que rescate este patrimonio municipal, y el parque de Las Norias, del olvido.

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