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Aspecto que presenta ahora la Casa de la Aguada
La segunda vida de la Casa de la Aguada

La segunda vida de la Casa de la Aguada

La rehabilitación del vestigio ferroviario de Puente Colgante da paso a su inminente apertura como negocio de hostelería

J. Sanz

Viernes, 24 de junio 2016, 12:25

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La Casa de la Aguada, uno de los vestigios ferroviarios más singulares y desconocidos de la ciudad, fruto de su abandono durante más de setenta años, acaba de recuperar su esplendor gracias a un proyecto privado de rehabilitación que ha rescatado del olvido este inmueble de mediados del siglo XIX,situado a los pies del Puente Colgante, para reconvertirlo en un negocio de hostelería. Desde allí, por medio de un sistema de bombeo del agua del Pisuerga, del que apenas se conservan el pozo de captación y una rueda dentada, surtió a los trenes de vapor desde su llegada a la capital en 1864 el inmueble fue construido 24 años antes hasta su cierre en 1944.

Nadie volvió a fijarse en este edificio histórico, que fue alquilado como infravivienda durante decenios por Renfe y Adif sus últimos ocupantes desmantelaron y vendieron como chatarra el ingenio hidráulico del siglo XIX, hasta que un grupo de tres emprendedores locales vieron en este maltrecho rinconcito una oportunidad de negocio. Así que sortearon un sinfín de trabas administrativas hasta conseguir su cesión en régimen de alquiler y a principios de año comenzaron los trabajos de rehabilitación de un edificio decimonónico que para entonces estaba prácticamente en ruinas.

«La obra como tal está acabada y el interior prácticamente preparado para abrir, si todo va bien, a comienzos de julio», destaca uno de los impulsores de La Aguada del Puente Colgante, que así se llamará el establecimiento, el arquitecto Javier Sánchez, quien destaca que la rehabilitación «ha sido lo más respetuosa posible con el uso ferroviario del inmueble». La entrada, situada frente al antiguo cuartel de la Guardia Civil, conserva la puerta original de madera de lo poco salvable, además de los muros de piedra, con sus 172 años de historia, y el interior ofrece un «ambiente industrial con madera, acero y piedra acorde con su pasado».

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