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La zona de Covaresa en los años 90.
Covaresa, el paraíso de la clase media vallisoletana

Covaresa, el paraíso de la clase media vallisoletana

En julio de 1979 se presentaba el nuevo barrio de la ciudad, que albergaría a 50.000 personas con todo tipo de prestaciones y al margen de la especulación

Enrique Berzal

Domingo, 13 de diciembre 2015, 09:21

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«Somos 50 o 60 empresas del sector de construcción de tipo medio y pequeño que en el 75 decidimos unirnos ante la especulación del suelo». Era la carta de presentación del grupo Constructores Vallisoletanos Reunidos, S.A., más conocido como Covaresa, que aquel 12 de julio de 1979 hacía público su famoso Plan Parcial. Godofredo Garabito Gregorio, presidente del Consejo de Administración, avanzaba en la Sala Borja los principales fines de la sociedad, creada formalmente el 10 de marzo de 1976: «En estas 50 empresas están trabajando más de 3.000 hombres que queremos mantener. Otro objetivo es una vez creado el suelo urbano de forma barata hacer viviendas dignas a las que tenga acceso la clase media en condiciones óptimas».

La conquista burguesa del sur de Valladolid era ya un hecho. Y es que, a diferencia de lo que ocurría en décadas anteriores, a esas alturas la zona ya no era una completa desconocida. La fiebre constructora iniciada en la década de los 60 y las consecuencias de la crisis económica de aquellos años habían impulsado este proceso, sobre todo porque las perspectivas que entonces deparaba la ciudad para las pequeñas y medianas empresas del ramo eran bastante exiguas: los barrios obreros estaban ya colmatados, el centro ofrecía escasas posibilidades y la mayor parte de las operaciones se centraban en Parquesol y en el polígono de Villa del Prado. El sur era, por tanto, la esperanza más segura.

Entre los principales promotores de Covaresa figuraban Francisco Capellán, el recientemente fallecido Godofredo Garabito y, sobre todo, Pedro García del Pozo, que llegaría a presidirla. Fueron ellos quienes impulsaron el plan parcial que terminaría por denominarse con el nombre de la empresa promotora, nacida en marzo de 1976 a través de la unión de «las empresas constructoras y promotoras que componían la Cooperativa Industrial de la Construcción de Valladolid CICOVA-» con objeto de adquirir solares a precios razonables, informaba El Norte de Castilla.

«Era común preocupación ver que la escasez de solares producía especulación con fuerte repercusión en el coste de la vivienda, con incidencia cada vez más acusada, pues al tener que adquirir nuevos solares para continuar edificando, sus precios eran notablemente superiores a lo recuperado por este concepto al vender las edificaciones anteriores», señalaban los fundadores. Es más, el jurista de la sociedad, señor Vega, insistía en que Covaresa «no es una pura sociedad de índole económica, sino una sociedad para lograr fines tanto del público como de los propios socios: buscar suelo construible».

Su objetivo principal consistía, por tanto, en «urbanizar con el fin expreso de disponer de suelo urbano para transformado en viviendas, ordenadas de tal modo que formen ciudad con alto standing en cuanto a dotaciones de todo tipo, y plenamente integrada, de modo que tengan cabida las distintas clases sociales, prestándose especial atención a las viviendas de protección oficial».

Presentado en público el 12 de julio de 1979, el Plan Parcial de Covaresa había comenzado a redactarse dos años antes y su aprobación definitiva no tendría lugar hasta julio de 1986. «Es un Plan Parcial que comienza en la carretera de Rueda, kilómetro 2,8, y que cuenta con todas sus exigencias: zonas verdes, zonas educativas, zonas peatonales, etc. Es un proyecto un tanto ambicioso, ya que pretendemos crear una ciudad cerca de otra ciudad», señalaba Godofredo Garabito.

En efecto, el grupo promotor planteaba crear una ciudad residencial en 204 hectáreas de terrenos, adquiridos a propietarios como las Hermanas Carmelitas de la Caridad, Jesús del Río, Leandro Palacios, María Lourdes Rovira o las hermanas Pintó. Su objetivo inicial era construir 12.444 viviendas para una población que, se estimaba, rozaría los 50.000 habitantes, «con una densidad en viviendas de 61 por hectárea y densidad de población de 233 habitantes por hectárea. En total están previstos 14 centros educacionales; zonas verdes equivalentes a que la ciudad actual contase con 22 parques como el Campo Grande; zonas deportivas con tres pistas de atletismo completas, una piscina olímpica, un campo de fútbol reglamentario, canchas de baloncesto, tenis, frontones en distintas zonas; tres centros sanitarios con capacidad para 387 camas; residencias de ancianos y especial, administración pública, equipamiento comercial, etc.».

La realidad, empero, se encargó de desmentir tamañas expectativas: el alejamiento de la zona respecto del centro urbano y la escasez de comunicaciones provocaron la falta de respuesta inicial de la demanda, renuente también al comprobar que la oferta de viviendas apenas aportaba mayores ventajas que las disponibles en otros sectores urbanos.

Como ha escrito el profesor José Luis García Cuesta, hubo que reducir sustancialmente dicho planteamiento y pasar de las 12.444 viviendas previstas a 2.899; igualmente, los 50.000 habitantes proyectados quedarían reducidos a poco más de 10.000. El resultado edificios de tres alturas y viviendas unifamiliares con buena parte del suelo para dotaciones y espacios libres de uso público- se caracterizó por la elevada calidad de las viviendas el tamaño medio superaba los 100 metros cuadrados-, un precio igualmente elevado e importantes ventajas derivadas de la menor densidad tanto de edificaciones como residencial.

Todo ello se tradujo en un notable incremento de la calidad de vida de la población residente, al poder contar con mayor número y tamaño de espacios verdes, viviendas con más soleamiento y sin problemas de aparcamiento, y viales que soportan sin dificultad el tráfico rodado. Como contrapartida, en un primer momento hubo que hacer frente a una clara carencia de dotaciones suficientes para las necesidades de la población, sin olvidar la distancia que separa a Covaresa de otras áreas de la ciudad.

Por otro lado, la sociedad promotora también dio solución a una necesidad inmobiliaria más que urgente en ese momento: la cesión al Ayuntamiento de Valladolid del suelo y los edificios del Colegio de la Asunción para ubicar la sede y los servicios centrales de la Junta de Castilla y León. El Consistorio no tardaría en compensar generosamente dicho gesto.

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