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Carta de Felices al P. Severino Machado relatándole la experiencia.
Un ovni en el cielo de Valladolid

Un ovni en el cielo de Valladolid

Apareció en la tarde del 16 de septiembre de 1965 y tras cuatro horas flotando desapareció vertiginosamente; aún se debate su verdadera identidad

Enrique Berzal

Viernes, 25 de septiembre 2015, 21:30

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«Mi querido Padre Machado, por fin, por primera vez en mi vida pude ver un platillo volante. Lo vimos anoche, a las 18:45 de la tarde cuando vino el hermano enfermero a avisarme que un platillo volante estaba sobre el Colegio»

La carta, fechada en Valladolid el 18 de septiembre de 1965, dos días después del increíble suceso, la firmaba el padre Antonio Felices, uno de los hombres más destacados en la investigación de los fenómenos relacionados con la ufología. Lo que ocurrió entonces, hace justamente 50 años, sigue siendo motivo de debate y controversia en numerosos foros dedicados a estos temas.

Lo llevó en portada El Norte de Castilla del día siguiente, 17 de septiembre de 1965, relatando cómo miles de vallisoletanos pudieron contemplar, ni más ni menos que durante más de cuatro horas, la aparición de un objeto luminoso que permanecía fijo en el cielo. Mientras unos se lanzaban a la calle y se subían en terrazas para contemplarlo, a otros no le quedaba la menor duda de que se trataba de «una clara aparición de platillos volantes».

Ocurrió por la tarde, en torno a las cinco y media, y pudo contemplarse en otras localidades de la provincia vallisoletana y en Palencia; hasta que «poco a poco, el objeto misterioso fue reduciendo su tamaño y luminosidad hasta quedar confundido con las primeras estrellas del atardecer», informaba el decano de la prensa, que en seguida comenzó a recibir llamadas de lectores «solicitando informes sobre la posible identificación del aparato».

Ésta, a día de hoy, sigue siendo una incógnita, por lo que el suceso vallisoletano figura en todos los relatos sobre fenómenos Ovni en España. De hecho, son varias las publicaciones que han abundado en los detalles que rodearon la aparición en nuestra ciudad de aquel objeto volante; desde revistas como Semana y Año/Cero hasta monografías y colaboraciones periodísticas de personalidades con tanta proyección mediática en estos temas como Nacho Ares o Iker Jiménez.

Todos coinciden en describir la aparición en el cielo de un artefacto gigantesco, de forma triangular, que también pudo verse en otros rincones de Castilla, y apuntan el dato, no menos relevante, de cómo el conocido aviador civil Heliodoro Carrión, que en esos momentos sobrevolaba Tordesillas con su avioneta, escuchó en su pequeña radio palabras nerviosas procedentes de la base de Villanubla: «Hemos detectado un artefacto brillante y triangular entre las poblaciones de Villanueva de los Infantes y Tudela de Duero».

Carrión tomó nota de los datos, se mantuvo a la altura indicada -22,3 kilómetros- y se dirigió hacia el misterioso objeto volador. Su testimonio, plasmado en el libro Encuentros, de Iker Jiménez, no tiene desperdicio: «Me situé debajo del aparato. Era blanquecino y parecía oscilar lentamente, como un péndulo, girando en ocasiones sobre sí mismo. Posteriormente, observé la presencia de un reactor DC-8, posiblemente de la línea Lisboa-París, que pasaba muy cerca del triángulo. Era increíble (); aquello tenía una envergadura tres veces superior a la de un avión».

Hubo otros testigos de relevancia, como Teófilo Álvarez y Francisco Rodríguez, profesores del Seminario que lo vieron mientras viajaban en motocicleta hacia la Trapa (Dueñas), numerosos vecinos de Tudela de Duero y de Boecillo y, sobre todo, el citado Antonio Felices, padre dominico afincado desde 1959 en el Colegio vallisoletano de Arcas Reales, quien, junto a su compañero Severino Machado, era bien conocido por su afición al tema.

Felices, toda una eminencia internacional en el estudio del fenómeno Ovni, describía de esta manera al P. Machado, en la carta citada, las características del objeto observado: «Pude comprobar que había un platillo volante sobre el Colegio del tamaño de un teléfono de mesa. Era de un color blanco muy brillante. En esto salieron los demás padres y madres y lo vieron muy claro».

Lo primero que hizo fue acudir al laboratorio, en compañía de otro padre joven, para montar un telescopio de cuatro pulgadas: «A las 7.20 habíamos logrado montar el telescopio. Vaya un espectáculo que nos aguardaba. Después de arreglar el telescopio y enfocarlo pudimos ver un enorme aparato, posiblemente como de un kilómetro de largo en forma triangular y con una gran cúpula en el centro de forma alargada. Tenía aletas en las puntas de la base del triángulo y se cimbreaba lentamente. () Era evidente que se trataba de un aparato metálico que estaba a una gran altura sobre el colegio. Es muy posible que estuviera a unos 50 kilómetros de altura».

Felices, que en la carta adjuntaba «un dibujo a vuelapluma» del artefacto, volvería sobre el tema en una entrevista concedida al diario ABC en enero de 1969, y nuevamente en enero de 1999, esta vez en un programa de la televisión local: «Era una cosa realmente enorme. Era del color de los metales, de las armas, y tenía una enorme panza debajo. Estaba oscilando poco a poco, como si estuviera flotando en el aire», recordaba.

Especulaciones

Según lo narrado en la carta dirigida al P. Machado, el objeto se mantuvo flotando en el cielo hasta las ocho y cinco de la tarde, momento en que «empezó a tomar altura y desaparecer completamente de vista». Lo más curioso es que, a decir del dominico, «de vez en cuando salían unos puntitos de luz del aparato que se alejaban en todas las direcciones».

Las especulaciones en torno al suceso no se hicieron esperar. Mientras El Norte de Castilla apuntaba la posibilidad de que se tratase de «un satélite artificial de características no conocidas» o de «un globo sonda de gran tamaño que, de ordinario, van recubiertos de láminas de aluminio», el meteorólogo Vicente Oliver Narbona se decantaba en este mismo periódico por una «nube de madre perla pequeñísima», denominación que hacía referencia «a nubes que aparecen en la capa de ozono y que pueden ser muy raramente observadas en nuestras latitudes»; el brillo metálico de este tipo de nubes obedecería, según Oliver Narbona, al reflejo provocado por la luz solar.

Descartada en diversos foros esta última hipótesis, otros como el blog «Misterios del Aire», administrado por Juan Carlos Victorio, hablan de un globo sonda que fue llevado por el viento desde Francia a Valladolid: en apoyo de esta teoría se apunta el hecho de que pocos días después de lo ocurrido fue encontrado un globo sonda en la comarca almeriense de la Sierra de la Atalaya, con instrucciones en francés, precedido de avistamientos en Sabiñánigo (Huesca), Baza y Elche.

Hipótesis y teorías, de hecho, no faltan: si en enero de 1969 el mismo Antonio Felices reconocía el periódico ABC que en su momento pensaron «en la estación espacial automática que, con el nombre de Protón IV y un peso de treinta toneladas, acaba Rusia de poner en órbita», otras opiniones hablan de un prototipo espacial de Nortrhop que más tarde sería empleado por la NASA. Eso por no hablar de quienes no dudan en sostener, directamente, que se trataba de una nave extraterrestre.

Así hizo en febrero de 1981, en medio de una mesa redonda celebrada en Palencia sobre «Fenmeno OVNI», Mariano Fernández, miembro del Seminario de Astronomía. Testigo también del acontecimiento, aseguró haber visto el objeto volador «en el cielo, fijo sobre el monte», que tres días después volvió sobre la vertical de Villajimena, localidad perteneciente al municipio de Monzón de Campos, y que, según estudios posteriores, no cabía duda: eran dos naves de un kilómetro cuadrado de extensión, situadas a 70 kilómetros de altura y acompañadas de otros objetos pequeños que entraban y salían, que muy bien podrían ser naves auxiliares.

«Dos de estas naves, bolas de fuego, pasaron entre el monte y el río», señalaba Fernández, para quien «la interpretación más lógica de esta aparición es que se trata de habitantes de otras galaxias, que estaban estudiando nuestra Tierra de Campos y Cerrato».

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