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Exterior de la antigua casa de labranza del Empecinado.
Ruina y vandalismo en la casa de labor del Empecinado

Ruina y vandalismo en la casa de labor del Empecinado

La vivienda que el guerrillero adquirió en Castrillo de Duero, que hasta hace poco albergó un restaurante, sucumbe al abandono y al saqueo

enrique berzal

Domingo, 23 de agosto 2015, 13:29

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Imagínense por un momento que los guionistas de la serie El ministerio del tiempo hubiesen incluido en su primer capítulo, nada más finalizar la escena en la que un agreste guerrillero se apresura a apoyar a Alonso Entrerríos en su afrenta con dos soldados franceses, este breve comentario: «A propósito, Empecinado, has de saber que tu Casa de Campo, la que está situada en el camino de Aranda de Duero a Peñafiel y a la que tanto te gusta acudir para cuidar de tus vides y charlar con los amigos, será pasto de la desidia y el abandono allá por 2015».

Ciertamente, el comentario no iría a ninguna parte y lo único que conseguiría es desconcertar al espectador, pero lo cierto es que obedece a la más triste realidad: aquella casa de labranza a la que Juan Martín Díez dedicó tantos desvelos y en cuyo seno se solventaron episodios decisivos de la vida del guerrillero es hoy pasto de la ruina y de la rapiña de los vándalos, que incluso han arrancado las verjas de las ventanas. Situada en el término municipal de Castrillo de Duero, patria natal del famoso guerrillero, el cierre definitivo del complejo hotelero y de restauración que en 2007 había establecido el empresario ribereño Julio Lázaro ha supuesto también su ruina. Hoy en día, el vasto inmueble que hasta los años 70 del pasado siglo albergó a tantas generaciones de descendientes del Empecinado es propiedad de una entidad bancaria, está totalmente tapiado y vegeta abandonado junto a la carretera que conduce a Peñafiel.

«Desde que se cerró el negocio de hostelería, hace tres o cuatro años, la casa está totalmente abandonada, se han llevado hasta las verjas de las ventanas», se lamenta Ignacio Moratinos, presidente del Círculo Cultural El Empecinado y uno de los descendientes del guerrillero; «en la casa nacieron mi abuela y todos sus hermanos, y la habitaron hasta después de la Guerra Civil, que es cuando se fueron a Castrillo de Duero», señala Moratinos, quien reivindica la recuperación de la histórica vivienda para convertirla en punto de referencia de una ruta turística del Empecinado.

«La casa fue derruida después del apresamiento del Empecinado en Olmos de Peñafiel, en 1823», explica Moratinos; «años después, Federico Martín Sabater, descendiente de Juan Martín, la rehabilitó y colocó la pequeña lápida con el nombre de El Empecinado que aún se puede ver. Los descendientes de Felipe Martín mantuvieron la casa hasta la década de los 70; entonces la vendieron y se convirtió en Mesón El Empecinado. La Diputación Provincial perdió la oportunidad y no quiso adquirirla. Hubiese sido la ocasión de convertirla en el punto estratégico de la ruta de Juan Martín», recalca Moratinos, para quien la situación actual constituye una nueva oportunidad en este sentido: «Desde el Círculo Cultural El Empecinado consideramos necesario que la Junta de Castilla y León y la Diputación Provincial hagan algo al respecto, que trasladen al inmueble el Centro de Interpretación de Castrillo de Duero y que desde el mismo parta la ruta del Empecinado, cuyo atractivo turístico es evidente».

Lo cierto es que la casa en cuestión atesora una densa y no siempre conocida historia, trascendental en muchas ocasiones para conocer la trayectoria de quien fuera uno de los guerrilleros más destacados de la Guerra de la Independencia.

Conocida más bien como la Casa de Campo del Salto del Caballo, nombre éste que designa el lugar emblemático donde El Empecinado y su hermano Manuel iniciaron su actividad guerrillera en abril de 1808, se convirtió en su única morada una vez finalizada la guerra contra las tropas francesas, en 1814.

Conspirador

En ella, además de cuidar las cepas (informes de 1828 señalan que el Empecinado era propietario de 150 fanegas de tierras de labrantío y 37.400 cepas) y elaborar un vino que testigos de la época calificaban de «excelente», organizaba partidas con sus amigos y cacerías de galgos en el páramo de Corcos, al tiempo que conspiraba contra el gobierno absolutista de Fernando VII.

Esto último, en efecto, ocupó buena parte de su tiempo. Hombre de inquebrantable credo liberal e identificado con los ideales de libertad que en 1812 alumbraron la Constitución de Cádiz, sus méritos en la lucha contra los franceses no fueron óbice para que Fernando VII lo colocara en el punto de mira de la represión absolutista que él mismo alentó.

Citas para conspirar

De ahí que continuamente recibiera en su hogar a emisarios que le proponían participar en la revolución constitucional: con esta finalidad le visitaron confidentes de Porlier, de Larreátegui y Vicente Richard, conspiradores frustrados en 1816, y también el mismo coronel valenciano Joaquín Vidal, que permaneció en su casa ocho días antes de partir hacia su ciudad natal con objeto de iniciar su famosa sublevación. Era agosto de 1818 cuando el conspirador valenciano proponía al Empecinado liderar el pronunciamiento en Castilla después de que él, confiado, triunfase en la capital valenciana. El vallisoletano se mostró conforme y, según Aviraneta, regaló a Vidal un magnífico caballo llamado Lucero con el que emprender el viaje de regreso, si bien le aconsejó aguardar un tiempo antes de pasar a la acción.

El plan es conocido, lo mismo que su trágico final: Vidal y los suyos tenían pensado aprovechar la última función teatral del año, a la que acudía el general Elío, para lanzarse a por él y, al grito de «¡Libertad y Constitución!», detenerle y proclamar a Carlos IV como rey constitucional. Sin embargo, la repentina muerte de Isabel de Braganza provocó la suspensión de la función: mientras los conspiradores volvían a reunirse para reconducir el golpe, un delator los traicionó. La noche del 2 de enero de 1819, el general Elío detenía a Vidal y a otros 17: el cabecilla no tardó en ser ejecutado. El trágico resultado de la intentona desmoralizó un tanto al Empecinado, quien, temiendo que alguien lo relacionase con el fusilado, permaneció un tiempo escondido en los pinares de Segovia antes de regresar a su casa de campo.

Una pausa no muy prolongada: al año siguiente, también desde la Casa del Salto del Caballo, el Empecinado y su lugarteniente Eugenio de Aviraneta recabaron apoyos para llevar a buen puerto el pronunciamiento liberal que en 1820 terminaría, aunque por breve tiempo, con el gobierno absolutista de Fernando VII. Sin embargo, cuando tres años más tarde el monarca, con la ayuda de los Cien mil hijos de San Luis, acabe por la fuerza con el gobierno liberal, el Empecinado ya no podrá regresar a la que era su morada habitual: una cruel persecución iniciada en Olmos de Peñafiel, donde fue apresado en noviembre de 1823, culminará con su muerte en la horca de Roa de Duero el 19 de agosto de 1825.

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