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El acusado, West Spruill, se presentó con el mono roto ante el tribunal y rehusó la asistencia de su abogado (a su izquierda). «Quiero representarme a mí mismo», dijo.
Las pruebas apuntan a que el acusado seguía a Ana Charle y planeó su muerte

Las pruebas apuntan a que el acusado seguía a Ana Charle y planeó su muerte

El sospechoso llevaba anotada la matrícula del coche de la víctima y los agentes creen que compró la pistola para acabar con su vida

J. Sanz

Viernes, 1 de mayo 2015, 20:08

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El sospechoso de acabar con la vida de la psicóloga vallisoletana Ana Isabel Charle en Nueva York, West Spruill, pudo planear durante días el crimen e, incluso, compró la pistola con la que descerrajó tres disparos a bocajarro a la víctima para llevarlo a cabo. Las pruebas, al menos, apuntan en este sentido y por eso el tribunal que investiga los hechos imputa ahora al acusado un delito de homicidio en primer grado (con premeditación), además de ordenar que permanezca en los calabozos sin derecho a fianza.

El fiscal desveló ante el tribunal que el sospechoso, un exconvicto que había residido durante siete meses en el refugio que dirigía la víctima, no la esperaba por casualidad en las inmediaciones del centro sino que llevaba días acechándola. Tanto es así que en el momento de su detención fue sorprendido con un papel en el que llevaba anotada la matrícula del coche de Ana Charle un Honda, unas bridas de plástico destinadas en apariencia a maniatarla y la pistola del calibre 40 con la que acabó con su vida. El arma, además, la había adquirido días antes.

A falta de su declaración

Todo ello apunta de manera inequívoca a que West Spruill, de 39 años, «planeó cuidadosamente su ataque» y lo ejecutó en torno a las seis de la tarde del pasado lunes en las inmediaciones del hogar para indigentes, cuando esperó a la directora junto a su coche y la obligó a meterse en su interior a punta de pistola. Luego la desnudó, él hizo lo propio e intentó abusar de ella. Pero Ana Charle se resistió y logró salir del vehículo. La huida apenas duró unos segundos. «Ella se cayó al suelo y el acusado se colocó sobre ella y la disparó en tres ocasiones» a quemarropa, señaló el fiscal durante la vista celebrada el miércoles. La mujer murió fruto de tres impactos de bala en la sien, en la mejilla y en el pecho.

«Me opongo», vociferó el acusado interrumpiendo la narración del representante de la acusación pública. Y ese fue su único alegato exculpatorio a la espera de que vuelva a comparecer hoy ante el tribunal, cuando tendrá «su oportunidad de hablar», le espetó el fiscal antes de continuar explicando que, a su juicio, se trató de una acción premeditada, si bien matizó que «el autor actuó a cara descubierta» y sin intentar siquiera ocultar su identidad.

El fiscal aclaró también que Ana Isabel y West habían tenido poco contacto durante la estancia del segundo en el refugio del Bronx entre junio del año pasado y este enero.

Pendientes de la repatriación

Después llegó el numerito del acusado, quien renegó de la asistencia de su abogado de oficio y anunció que quiere representarse a si mismo. Experiencia, desde luego, no le falta, ya que ha pasado 19 de sus últimos 20 años de vida entre rejas para cumplir dos abultadas condenas por intento de asesinato y robos con violencia con empleo de armas.

El letrado, pese a todo, anunció que continuará ejerciendo su labor y solicitó, de entrada, que su cliente forzoso reciba asistencia psiquiátrica y que sea encarcelado en una celda aislada del resto de presos comunes, según recogían ayer rotativos locales como el New York Times o el Daily News. En la cárcel, en cualquier caso, esperará West Spruill la celebración del juicio por un crimen que ha conmocionado a la sociedad neoyorquina y sobre el que están corriendo ríos de tinta en aquella urbe.

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